sol

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En un día caluroso de verano, el sol se encontraba en lo más alto del cielo; radiante y vivaz, con sus rayos incandescentes y sofocantes, pero completamente hermosos para quien sabia apreciarlos de verdad.

Cualquiera diría que solo era un día más de verano, pero no era así. Ese día el sol dio vida a dos luceros radiantes, cargados de vitalidad y luz.

Dos rayos de sol que se convirtieron en hombres una tarde de verano.

Uno de ellos era cubierto por una piel bronceada y acaramelada, casi como la misma miel fresca; con cabellos rubios que caían desordenadamente por su frente y cuello, pero que sin duda no era una molestia; con ojos castaños y mirada juguetona, cargada de una picardia que danzaba como flamas incandescentes; unas manos largas y delicadas, con dedos largos de pianista; unas piernas estiradas y esbeltas que le permitían correr por entre los prados que se alzaban en alabanza al Dios sol; y esa sonrisa, una sonrisa de color caramelo tan brillante como el mismo sol en medio día.

Su nombre era Hoseok y era uno de los hijos predilectos del adorado sol, tan querido y especial que se le permitió tener piernas y caminar.

¡Oh! Al adorado hijo del sol se le permitió danzar.

Y así lo hizo.

Hoseok bailo disfrutando del día caluroso y radiante, siendo admirado por su progenitor en la cima del cielo.

Pero el segundo de ellos no perdía su encanto y mucho menos el tiempo.

La risa de Youngjae fue lo primero que se escucho, tan rápida y clara como los primeros rayos del sol en la mañana.

Y así se hizo presente el segundo hijo adorado del tan imponente sol.

Con sus cabellos castaños y relucientes como hojas en otoño, tan largo que hasta sus orejas eran capaz de darse cobijo en el; sus ojos castaños, que brillaban con encanto y diversión efervescente, esperando poder descubrir todas aquellas maravillas que a su lado se encontraban; sus labios levemente abultados dominados por una sonrisa de entusiasmo, tan suaves y cremosos; sus piernas cortas y tonificadas no eran una molestia para su caminar curioso; su piel levemente más pálida, era como ese brillo que aguardaba en lo alto de las nubes por el mandato del Dios para quien trabajaban.

Al segundo hijo adorado del sol se le permitió el gozo de cantar, tan especial era ese retoño que se le dio la oportunidad de alegrar la vida con el canto.

¡Oh! Al adorado hijo del sol se le permitió cantar.

Y no perdió el tiempo para hacerlo.

Youngjae reino en aquel lugar cubierto de luz con su voz gloriosa, enorgulleciendo a su padre una vez más.

Querían verlo todo, por lo que les fue fácil ver a su hermano a unos cuantos pasos de distancia.

Los hermanos al verse no pudieron evitar el reconocimiento, y es que claro, ambos habían iluminado ese prado tantas veces. Era imposible no sentir la energía que brotaba de la luz que lo acompaño y calentó por tanto tiempo. El abrazo no fue algo esperado, pero si fue algo gratificante; su ser se recargaba al tener a su hermano entre sus brazos por primera vez; primera vez tocándolo, sintiendo su calor corporal como una persona normal.

Decidieron recorrer el lugar en compañía del otro. Y por primera vez tuvieron la bella oportunidad de admirar cada color que reinaba en el lugar, de tocar todo lo que parecía medianamente interesante y de sentir.

Por fin los dos hermanos, nacientes de los rayos del sol, tuvieron la gran oportunidad de sentir.

Sentir el aire que chocaba contra sus cuerpos suavemente, sentir el pasto picar en la planta de sus pies, sentir el oxigeno reinar en sus pulmones, sentir el sonido de los pajaritos cantar melodías inexistentes, sentir el amor de su padre desde otro punto de vista, sentir a su hermano por primera vez a su lado.

Y no podían estar más agradecidos.

Por eso cuando fueron llamados para volver a la calidez del sol caminaron a su encuentro sin rechistar, porque sabían que eran hijos adorados y que pronto se les concedería otra gran oportunidad.

sun and moon | sope + 2jaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora