Capítulo 9

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Capítulo 9. Reposo.

Me encontraba en la cocina cenando.

—Eugennie, ¿Le sucede algo? —preguntó la dulce muchacha.

—No. —mentí. Estaba preocupada por el príncipe— ¿P-Por qué preguntas?

—No deja de mover su pierna, mi hermana hace lo mismo cuando está nerviosa.

—En realidad estoy impaciente. —hice una mueca.

— ¿Se puede saber por qué?

No, no puedes.

—Solo quiero que los niños regresen de su campamento. —me excusé.

—No ha probado bocado, ¿No le agrada la cena de hoy?—preguntó Magda.

—No es eso, —volví a negar— estoy inapetente últimamente. —dejé mi tenedor encima del plato.

—Me he dado cuenta. —suspiró— Debe comenzar a alimentarse mejor princesa, tiene que estar sana.

Comenzó a retirar la vajilla.

—Lo siento Magda, su comida es realmente exquisita.

—No tiene que disculparse, Eugennie. —sonrió.

Observé al príncipe entrar a la cocina, estaba bastante débil y su rostro sangraba demasiado, se le hacía imposible caminar pues se agarraba de las paredes.

— ¡Príncipe!—lo tomé antes de que cayera.

—Llamaré al doctor. —suspiró Frida.

— ¿Me ayudan a llevarlo a su habitación? —supliqué. Unos empleados asintieron con la cabeza y me ayudaron, no tenía idea de cuál era la habitación de él, así que me dispuse a seguirlos. Acomodé la cama y lo apoyaron en ella cuidadosamente.

—Pueden retirarse, muchas gracias. —sonreí ligeramente, los empleados obedecieron y desaparecieron de la habitación— Príncipe...

—Eugennie. —sonrió y se quejó al hacerlo— Creo que me caí de las escaleras.

—No mientas. —me levanté y caminé hacia su baño, en donde mojé una toalla para luego volver a su cama— Esto no puede ocurrir. —suspiré.

—No es su culpa, princesa.

Apoyé la toalla en su rostro cuidadosamente. La sangre caía.

—No puedes justificar esto, príncipe. —respondí.

—Conozco a mi hermano, princesa.

— ¿Sí? Pues él no hace lo mismo.

—Me llamas príncipe ahora.

—No pienso llamarte por tu nombre otra vez.

— ¿Por qué?

—No me agrada. —mentí. No quería decir que no me apetecía hacerlo porque su abuelo se llamaba igual.

—Eres muy indecisa.

—Shh, descansa un momento.

El doctor se había retirado del palacio, le recetó una pastilla que calmaría el dolor y desinfectó sus heridas, también le ordenó dos días de reposo.

—Debes dormir. —dije mientras acomodaba su acolchado.

—No tengo sueño, Eugennie.

—No me importa en lo absoluto, príncipe. Hazme el favor.

—Quédate.

—¿Disculpa? Es extremadamente grosero que me encierre en una habitación con un hombre.

—Oh vamos princesa, todas esas reglas son estúpidamente sexistas.

—No creo que sea buena idea, además debo ir a dormir. Sabes que tienes a tu ama de llaves si necesitas algo.

—Está bien.

Me retiré del lugar para dirigirme a la cocina, en donde se encontraba Frida limpiando.

—Hola.

—Eugennie, —detuvo su quehacer un momento— ¿Necesita algo?

—Oh, solo un vaso de agua. —caminé hacia la nevera y saqué de allí la jarra con agua para servirla en un vaso de vidrio— Frida, quería preguntarte algo...

—Claro.

—C-Cuando viste al príncipe no parecías sorprendida.

—Oh...

—Yo lo estuve, realmente fue aterrador.

—No creo que sea necesario hablar...

—Debes decirme lo que pasa en este castillo, Frida.

—No puedo.

—Frida —me paré firme frente a ella— La princesa de las islas te ordena que hables.

—La princesa de las islas no es nadie en castillo de Noruega. —musitó— Que tenga buenas noches. —hizo reverencia y se retiró de la cocina.

Suspiré.

Quería irme de aquí. Nada de esto tenía sentido, es decir, ¿Qué pasaría si encuentro algo? ¿Alguien iría a prisión? Conocía las leyes de mi país pero, ¿Qué le sucedería a Andreas?

Comencé a pasear por el castillo, no tenía mucho sueño.

En la planta de arriba había varias habitaciones, la mía y la de Andreas se encontraban pegadas, la del príncipe estaba algo alejada.

Me dirigí a la habitación de Isabella. Giré la perilla y me adentré en ella. Las paredes eran de color lila y los muebles de madera oscuros, tenía un closet con dos puertas y varios cajones, luego un escritorio pequeño y una cómoda. Estaba completamente ordenada, todo en su lugar. Me senté en su cama y observé sus peluches.

Recordé mi primer día en el castillo, se había encargado de que conociera a todos sus peluches. Tomé al elefante que ella había apodado "señor abracitos". Fruncí el ceño, extraña, el felpudo se encontraba muchísimo más esponjoso que la última vez que me lo había enseñado. Tenía algo diferente. En su cuello tenía un brazalete dorado, la chapa del mismo tenía una dedicatoria.

De: mami.

Para: mi querida hija, Isabella.

[EN EDICIÓN] #𝟷 𝒞𝒽𝒶𝓇𝒾𝓉𝓎 𝒻𝑜𝓇 𝓁𝑜𝓋𝑒 | @Princessarmy09Donde viven las historias. Descúbrelo ahora