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Cuando acababa de anotarme en la universidad, sentí que me ahogaba, estaba agobiado y muy muy asustado. ¿Qué pasará? ¿Moriré de vergüenza? ¿Todos me mirarán? ¿Y si hago todo mal y no tengo tanto estilo como creo?, y si voy solo. . Incluso causaré pena en todo el mundo.

Esa y muchas más fueron las preguntas que me hice cuando estaba por comenzar el año universitario, pero hay algo que no tuve en cuenta, y es que nada de eso es real. Todos los alumnos que vería en los pasillos, en las aulas, y en la sala de baile, han aprendido exactamente igual que yo. . Bueno, no tan igual, pero ese no es el caso. Todos han pasado por el primer día superando esa vergüenza que bloquea.

Era el primer día, decidí entrar y lo primero que ví fué a todo el mundo ir de un lado a otro, hablando y riendo en grupitos de no más de cinco personas. Me sentí nervioso, aunque la verdad es que nadie me miraría. Se fijarían en sus amigos, en los pequeños carteles que había en cada pared del lugar, o en cualquier cosa que se les haga interesante, ¿para qué querrían mirarme a mí?

Caminé por los extensos pasillos, intentando el menor contacto visual posible hasta llegar al que sería mi salón. Allí habían unas cuantas personas hablando entre si, que se giraron cuando puse un pie dentro. Me puse repentinamente tímido y quise huir de ese lugar, pero no lo hice, no puedo simplemente correr a un baño y encerrarme toda la hora como una típica película juvenil.

Elegí un lugar en el medio del salón, no me gusta estar adelante y tampoco disfruto sentarme atrás porque no logro ver mucho. Acomodé mis cosas y me quedé allí sentado, mirando como las personas a mi alrededor hablaban y hablaban sin parar.

Me dí cuenta que me había perdido en mis pensamientos cuando un chico rubio y enano tocó mi hombro. Me asusté cuando tomó asiento delante de mí y comenzó a parlotear sin parar, y me sentí mal cuando se quedó callado, probablemente esperando una respuesta de mi parte.

Hice una seña con mis manos, lo saludé en mi "idioma". Lo ví agrandar sus pequeños ojos y se paró para seguidamente inclinarse, seguramente intentando pedirme perdón, al menos eso creo.

Volvió a su lugar cuando el que parecía ser el profesor entró a la sala con una mujer anciana, ella era quien estaría en una esquina, todos los días traduciendo las clases, algo totalmente exclusivo que la universidad hizo por mí. Era tedioso y sentí como mis mejillas se ruborizaban cuando la clase comenzó y todos pusieron la mirada en mi, ¿nunca habían visto a una persona sorda?

Las clases eran aburridas, un mes después de aquel primer día, lo único lindo que tenía era ese pequeño chino que me dedicaba una sonrisa junto con pulgares levantados cada que se giraba a verme. Chenle, quién estaba aprendiendo lenguaje de señas por mí, era mi único y mejor amigo en aquel lugar.

Dance with me | NominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora