Capítulo 05

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Después de platicar un par de horas con los hermanos Weasley en Las Tres Escobas, Hermione decidió regresar al castillo para buscar a Harry. Estaba enojada porque tenían planeado ir a comprar dulces y algunos materiales cuando terminaran sus cervezas de mantequilla. Sin embargo, su amigo se fue. La muchacha supuso que Harry se sintió incómodo con la presencia de Ron y confirmó su ausencia cuando la puerta del establecimiento se había abierto y cerrado sola de repente.

Llegó a la sala común de Gryffindor y su enojo aumentó cuando lo vio recostado en el sofá conversando amenamente con Ginny, la cual se encontraba sentada en el sillón de al frente con un libro sobre sus piernas. Se acercó rápidamente y se paró frente a su amigo con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Harry se sentó de inmediato y levantó la cabeza para mirarla a los ojos. Comenzó a prepararse mentalmente para el regaño que su amiga le iba a dar.

-¿Por qué te fuiste de repente? - Hermione trató de no sonar enojada, pero su tono falló.

-Bueno, Ron llegó y ya sabes... - Mintió el muchacho desviando la mirada.

-Sí, sí. Ya lo sé. - La castaña le cortó. - Ustedes son cabezas huecas y seguirán sin hablarse, pero él no tenía idea de que estabas sentado conmigo.

-Lo siento, no quería continuar en ese lugar. - Harry agachó la cabeza porque se sentía culpable. Había arruinado el paseo que ambos estaban esperando con entusiasmo desde hace días. Cuando el director dio permiso a todos los estudiantes de tercer año en adelante para visitar el pueblo de Hogsmeade, ellos organizaron una lista de dulces y materiales que necesitaban comprar.

-¿Hasta cuándo van a seguir con esto? - Preguntó un poco agitada. - Aparentan que no les importa, pero es todo lo contrario. Lo único que están consiguiendo es hacerse daño el uno con el otro. Esta tonta pelea les está afectando e impide continuar con sus vidas.

-Te recuerdo que fue él quien no creyó en mí. No es mi culpa que tenga el cerebro del tamaño de un maní que le impida pensar con claridad las cosas. - El muchacho se puso de pie para dirigirse a su habitación. No tenía ganas de empezar una pelea y mucho menos cuando el verdadero motivo por el que se fue de Las Tres Escobas, no era Ron.

-¿Lo haces de nuevo? - La voz de la muchacha lo detuvo a medio camino. Sin embargo, no volteó a mirarla. - ¿Piensas escapar cada vez que se trate de él?

El muchacho no respondió. Continuó su camino y la castaña lo siguió con la mirada hasta que desapareció de su campo de visión. Suspiró cansada y cuando volteó se encontró con los ojos profundos de la hermana del causante de la pequeña discusión. Ginny había presenciado en silencio todo lo que sucedió. Se quedaron viendo fijamente por unos largos minutos hasta que ingresó un grupo de estudiantes ruidosos. Ambas decidieron salir de la sala común con destinos diferentes.

Del otro lado de la misma sala común, en las habitaciones de los hombres, Harry se encontraba sentado escribiendo una carta. Extrañaba mucho a su padrino. El año pasado lo rescataron de tener un final fatal en Azkaban y deseaba saber cómo se encontraba, además contarle demasiadas cosas. Le explicó la misteriosa aparición de su nombre en el cáliz, también le conversó sobre la primera prueba y los constantes dolores en su frente, entre otras cosas.

Cuando terminó de escribir, se dirigió a la parte más alta de la torre oeste del castillo. A penas ingresó a la lechucería, Hedwig voló a saludarlo. Su lechuza se posó sobre su brazo derecho y comenzó a mordisquearle la oreja cariñosamente. Harry no tardó en corresponderle el saludo acariciando sus suaves plumas blancas. Le brindó un poco de comida y luego de pasar un rato agradable con ella, colocó con cuidado la carta en la pata del animal y le indicó llevarla con Sirius Black. El ave obedeció sus órdenes encaminándose hacia el horizonte.

Tres pasos de baile confirman una historia de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora