|Introducción|

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<Colonizar territorios>

No era una tarea fácil de hacer pero sí de explicar. Los colonizados solo podían clasificarse de dos formas: "Tierras adolescentes" o "Tierras jóvenes/niñas". Las primeras eran salvajes que se volvían violentos con tal de defender sus cosas, aquellas de las que estaban siendo privados y esa actitud para un imperio es algo irritante. Luego estaban las "jóvenes", fáciles de dominar debido a que desconocían el movimiento del nuevo mundo.

Había un imperio respetado, conocido por saber manejar a esos revoltosos adolescentes. No es sorpresa que se trate de imperial español, quién logró conquistar a su ahora: "Nueva España" y "Virreinato de Perú". El excepcional logró colonizar a cada uno en un tiempo récord, dejando a la luz un aura intimidante y de temor para los demás.

Pero había algo más... una nueva colonia, adolescente por supuesto, que fue la excepción a la regla en todos los casos. Su nombre era Virreinato del Río de la Plata quien "no opuso una gran resistencia ni demostró odio a aquella corona". Razón por la cual estaba bajo el ojo de los demás imperios.

Y ahora estando en términos generales, solo faltaba ver aquel infierno, el estar bajo dominio.

En actualidad los tres jóvenes están encerrados en una habitación, los de bandera de cruz explotaban de rabia y soltaban lágrimas, querían ser libres, querían salir de aquel lugar (un deseo normal después de todo). Pero Plata era diferente, sentado sin expresión más que de espera y aburrimiento, con la mirada perdida en la puerta.

Nueva españa le dedicó un gesto de molestia y, amenazante, se acercó a él hasta tomarlo por el cuello de sus caras ropas.

—¿Qué sucede contigo maldito deforme?, ¿Por qué eres tan inexpresivo?, me molesta— lo zarandeó un poco pero el muchacho seguía igual.

En el rostro del más joven se plantó una mueca de desagrado —¿Acaso pensás que me importa lo que decís? Deja de tocarme, es igual de repugnante que verte a la cara—.

—¡¿QUIÉN TE CREES QUE ERES?!— llevó sus manos a la zona de su tráquea sin más intenciones que de provocarle algún tipo de daño. Comenzó a ahorcarlo esperando que por lo menos de esa forma, torturándolo, suelte alguna lágrima y muestre un poco de humanidad.

—Virreinato de La Plata, un gusto ¿Vos quién sos?— respondió desafiante con el poco aire que podía respirar —Espera, ¿eres el mocoso llorón que no tiene idea de nada? España abrirá la puerta en media hora ¿Tanto te cuesta esperar sentado, lerdo?—.

—No me hables así, ¿Quieres pasarla peor?— apretó más el cuello ajeno y una parte de la camisa —No se puede esperar menos de un niño que vendió su cultura a ese español—.

No era sorpresa aquel comentario, después de todo, nadie más que España y aquel joven Virreinato sabían lo que sucedió aquel día, día de colonización.

—¿Con qué derecho lo dices tú?— soltó una sonrisa ladina, no importa lo hiriente que sean con sus opiniones, él jamás se dejaba pisotear.

—Luché hasta el último maldito segundo— habló entre dientes.

—¿Y te sirvió de algo? Al fin y al cabo estás acá, ¿no?— cada palabra estaba cargada de un tono desafiante, el Platino sabía herir el orgullo de los demás con simples palabras.

A punto de dar un golpe, el norteamericano fue interrumpido por otro hermano.

—Nueva España dentente, déjalo—.

Perú estaba agotado de aquella actitud, lo único que quería era salir de esa maldita habitación en la que estuvo encerrado por más de 16 horas y no verle la cara a ninguno. Se sentía débil, era más que claro por las últimas extracciones minerales.

Se escuchó el ruido de la puerta abrirse y los dos mayores se sentaron en el suelo, ellos temían del Imperio, desde el primer día sufrieron y los sucesos eran difíciles de olvidar.

—¿Como os va críos? ¿Ya queréis salir?— sus botas resonaban en el gastado piso de madera mientras ingresaba a la habitación.

Ninguno respondió, sabían a la perfección que si lo hacían el europeo no dudaría ni un segundo en lanzar el primer golpe, era una trampa.

—Tomaré eso como un sí— se acercó a cada uno y quitó las cadenas.

Salieron todos en fila, uno detrás del otro. Se dirigían respectivamente a sus habitaciones de no ser porque él los volvió a interrumpir.

—Nueva España, Perú ¿podéis ir a "La habitación"?— sin rechistar siguieron la orden.

El platino le estaba dando la espalda a España y aprovechando puso sus ojos en blanco en forma de molestia, saber que tendría que charlar con el hombre pijo no le agradaba.

—Plata— ahí está ese apodo otra vez, que molesto —Tengo que pedirte algo—.

El joven miró sobre su hombro —¿Qué?—.

—Hay una reunión mañana, ¿Sabes como va la movida cierto? No quiero complicaciones— dijo serio en un intento estúpido de intimidarlo.

Solo asintió en respuesta, sabía que para el español, él era el más confiable y que no traería ningun problema al ser expuesto ante los demás imperios.

Por el momento, eso todavía no estaba en sus planes.

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Nueva historia, que loco. Esta vez traje algo histórico porque me parecía algo interesante de escribir ¿Qué les parece?

Virreinato del Río de la Plata [C.H.] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora