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<"Educación">

Caminando por los inmensos pasillos de aquel palacio español, Plata iba con varias hojas hacia su habitación (exclusiva por supuesto). En los escritos no había nada más que estrategias tanto políticas como económicas y ni hablar de militares. No resultaba sospecho que él andara con esas cosas, después de todo, España necesitaba que sea una pieza pulida a la perfección y si necesitaba invertir en una "estupida Colonia" como él dice, lo haría a toda costa.

Pero sí, el imperio no conocía un punto medio, lo que significaba una sobrecarga para aquel joven. La puerta del cuarto fue abierta de forma abrupta permitiendo la entrada del conquistador.

—¿Ya has acabado con los papeles? Necesito que leas estos libros y vayas al jardín en 2 horas; tienes clases de manejo de espada y defensa corporal— dejó una pila inmensa de libros sobre el escritorio donde se podría decir sin ninguna duda que cada uno pasaba las 200 páginas.

(...)

Había ido al jardín tal y como le habían dicho, cambió sus incomodas ropas por algo que le permita tener mayor movilidad. Del estante del interior de la casa había agarrado una espada, SU espada. Sí, él tenía una personal porque demostró un gran interés e increíble talento en esa disciplina.

España lo estaba esperando, ambos se pusieron frente a frente y comenzó esa "amistosa pelea". No sería correcto decir que el imperio es quien gana la mayoría de veces porque la realidad era que siempre terminaban en un sano empate.

—Hoy me ha llegado una carta del Imperio Inglés— el virreinati respondió con un simple "Ah", no le interesaba lo que decía.

—Me contó todos los avances que esta teniendo su...— España buscaba una palabra correcta —Trece colonias— dijo rendido —Deberias intentar ser igual de bueno como él, incluso mejor—.

Los golpes de espada que recibía del rioplatense se habían vuelto más fuertes y agresivos, aunque su cara demuestre concentración absoluta.

—¿Acaso me estas comparando con él?— Por su tono de voz se notaba ofendido.

—Digo que sería una buena idea, nada más—.

—Soy mejor que cualquiera al que vayas a conocer, España— espetó aquel nombre con rechazo.

—Lo dudo, pero he de admitir que tu desempeño es impecable—.

Con un repentino movimiento hizo volar la espada del mayor, guardó la suya en la funda y se fue escuchando los gritos.

—Río de La Plata, vuelve inmediatamente que no hemos terminado de hablar—.

El joven escuchó pasos apresurados detrás suya, sabía lo que se aproximaba. Con ambas palmas detuvo la espada que tenía amenazantes intenciones de cortar su hombro.

El español deslizó aquel objeto por las manos ajenas cortándolas.

—Yo si termine de hablar— dijo serio.

La filosa espada ahora se dirigió a su cuello, dejándole un pequeño tajo que en semanas volvería a ser invisible.

—Eso lo decido yo, jodido saco de mierda— lo empujó obligándolo a caminar hasta el interior de la casa para posteriormente encerrarlo en "La habitación".

Aquel lugar le pondría los pelos de punta a cualquiera. Solo había una silla de madera en el centro del cuarto y a su lado una mesa con 5 vacunas de vidrio vacías.

Lo ató con los cinturones que portaba el asiento y empezó a clavar esos objetos dolorosos en la limpia piel del virreinato que no dejaba de intentar zafarse. Lentamente su actitud corrompida se iba tranquilizando.

—Crees q-que extrayendo piedras preciosas podrás detenerme?— esas vacunas dolían como el mismo infierno —Es tu estúpido intento de llegar a ser superior a alguien, ridículo— fue lo último que llego a decir antes de caer desmayado.

Un nuevo proceso iba en boca de todos, desde cada punta del mundo: la extracción de recursos. Solo se debían insertar punzantes vacunas de vidrio en cualquier country para obtener lo que quisieran, en el caso de este europeo eran las piedras preciosas. Dependiendo de la intensidad se obtienen distintas respuestas; algunos se desmayan, otros vomitan o se enferman.

Si bien no era la primera vez que Río de la Plata experimentaba esa sensación, hay que admitir que Perú es quien más sufre este proceso y quién queda débil durante semanas.

(...)

Aproximadamente cinco horas después el Virreinato despertó y seguía en aquella habitación, específicamente en esa condenada silla.

¿Pensaban que el español lo llevaría a su cuarto, lo arroparía y le daría el beso de las buenas noches como un buen padre? No, él no es un padre y él no era bueno, era un conquistador.

El cuerpo del platino estaba débil y decaído pero sus pensamientos seguían igual de rápidos y atentos como siempre.

—España, te estás ganando un rival por las malas, y no te conviene— murmuró sereno.

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Virreinato del Río de la Plata [C.H.] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora