Día 2

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Aún somnoliento se dirigía hacia aquel sitio que ocasionaba su despertar cada mañana, aunque en sí, era cierta persona que daba origen a todo y el sitio sólo era testigo de su encuentro matutino antes de partir a su trabajo como pro-héroes

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Aún somnoliento se dirigía hacia aquel sitio que ocasionaba su despertar cada mañana, aunque en sí, era cierta persona que daba origen a todo y el sitio sólo era testigo de su encuentro matutino antes de partir a su trabajo como pro-héroes.

Con pasos pausados se adentró en la cocina rodeando aquella cintura que siempre abrazaba y ocultó su rostro en el cuello del chico que ni se inmutaba ante su presencia. Tan acostumbrado estaba que le sería muy raro que el cabeza hueca de su novio no hiciera eso, al menos que hubiesen discutido el día anterior.

—Huele muy delicioso —habló Kirishima aún escondido en el cuello de su pareja con una boba sonrisa.
—Obvio, ¿quién crees que está cocinando idiota?
—Ah, sí, el desayuno también huele bien.
—Tsk, imbécil.

Eijirō rió apoyando su mentón en el hombro de Katsuki quien seguía en lo suyo teniendo al contrario pegado como chicle a su espalda. Así era cada mañana, tranquila y cómoda, sin algo que les llegase a romper su burbuja. Claro que cuando alguno de sus amigos irrumpía de forma escandalosa, la cosa cambiaba y todo se volvía un caos en el que —sí o sí— ellos se veían involucrados aunque no quisieran, sobre todo Bakugō. Pero ahora, no tenían de qué preocuparse, sólo eran los dos disfrutando de un agradable desayuno en un placentero silencio que únicamente se veía interrumpido en caso de que alguno tuviese que decir algo importante que conllevase a una breve plática.

Así era cada mañana para ellos hasta que debían retirarse y cumplir con su labor sabiendo que al finalizar su jornada de trabajo unos brazos los reconfortarían independientemente de como hubiese sido su día. Al menos que por ciertas cuestiones uno de los dos tuviese que quedarse más de lo debido en la agencia. Y esta vez, no fue la excepción, Bakugō tenía que quedarse revisando el montón de papeleo de los reportes que Kaminari había tardado en hacer terminando por entregárselos a última hora. Claro que Kirishima había insistido en quedarse para ayudarlo, pero el rubio cenizo se negó diciéndole que mejor fuese a su hogar y preparara la cena sin morir en el intento como la última vez donde se había encargado de quemar media cocina y, para colmo, la comida había quedado cruda. Eijirō aún se preguntaba cómo es que había sucedido aquello, pues hasta las puntas de su cabello se vieron afectadas —sumando el hecho de haber quedado lleno de hollín—.

En cuanto llegó a su hogar, se dio una ducha antes de adentrarse en la cocina. Dejó que el agua recorriera cada milímetro de su cuerpo haciendo que se relajara. Si bien, no había tenido un día ajetreado, pero cuando Katsuki le pidió que esta vez el se encargase de la cena, varios recuerdos de sus fallidos intentos por cocinar llegaron a su mente que lo abrumaron de sobremanera y tensaron su cuerpo. Sólo esperaba no envenenar a su amado, como el día en que fue su cumpleaños y decidió prepararle un desayuno sorpresa muy temprano para poder llevárselo a la cama; sin embargo, aquel día Bakugō no podía dejar de ir al baño. Tal vez no lo envenenó como tal, pero sí logró que el rubio cenizo no saliese del baño por el resto del día. Sin duda, no se había librado de un tremendo regaño y de paso unas cuantas explosiones.

KIRIBAKU WEEK 2020 [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora