4. Admiradora secreta.

79 13 1
                                    

                                                                  4.

                ADMIRADORA SECRETA.

¿Qué se suponía que debía decir ahora? ¿La verdad? ¿Decir que no recordaba nada? No, eso sería demasiado sospechoso. Estaba segura de que si decía que no me acordaba el inspector me pondría directamente las esposas. Y yo no quería eso.

─Estuve en casa.

Si lo reflexionamos un poco, no mentí del todo. Puede que fuese verdad y puede que no, pero no era una mentira total. ¿No?

El inspector movió la boca y escuché un sonido bajo, pero no le entendí.

─ ¿Qué?

─Que si hay algún testigo ─me puse a pensar en alguna persona que no me traicionaría para utilizarla de cuartada, pero el agente debió de malinterpretar mi expresión─, ya sabes, si hay alguien que pueda justificarlo.

─Sé lo que significa la palabra ‘‘testigo’’, no soy idiota.

Me ruboricé. Por primera vez en la vida se me había escapado un pensamiento, no había podido controlarme. El agente hizo como si no hubiese escuchado nada, lo cual agradecí.

─Mi madre ─solté rápidamente.

─ ¿Fue amiga o llegó a conocer a la víctima?

─La conocía de verla por clase, pero nunca llegamos a entablar una amistad ─me sinceré.

Tuasiz asintió con la cabeza lentamente.

─ ¿Tiene alguna idea de quién podría llegar a asesinarla? Alguien con quien no se llevase muy bien o algo así.

Negué con la cabeza y el agente puso cara de incredulidad, lo que me produjo miedo.

─Está bien ─se levantó de la silla─, esto es todo.

Me levanté despacio de la silla y me despedí antes de salir por la puerta y encontrarme con algunos alumnos que ya había visto antes de entrar y con la directora. Me miraron intrigados esperando mi reacción, yo me limité a sonreír a la directora y a caminar lo más rápido posible para salir del instituto cuanto antes.

La vuelta a casa fue más tranquila que la ida. Mientras andaba, pensaba en repasar mis apuntes nada más llegar a casa para así ver cuál fue el que se escapó por la ventana del aula y poder pedirla a Airaia una fotocopia.

Me detuve al llegar a casa, las luces estaban apagadas. No hacía falta ser muy lista para saber que no habría nadie. Saqué las llaves del bolsillo derecho de mi chaqueta y metí la correspondiente en la cerradura. Al entrar encendí la luz de la cocina y comí una ensalada que había dejado mi madre preparada, después subí a mi cuarto e hice los deberes. A eso de las seis me llamó Airaia por teléfono y me dijo que se pasaría por mi casa dentro de media hora para ir juntas a la ceremonia de despedida que habían montado los padres de Mei.

Me puse a repasar los apuntes y, para mi sorpresa, los tenía todos. Fue un alivio ya que así no tendría que molestar a nadie para copiar su hoja, pero a la vez me entró la curiosidad por saber cuál sería aquel folio que me faltaba.

Quince minutos después peleé conmigo misma para elegir lo que me pondría. Al final opté por un vestido azul marino y unas manoletinas color plata, pensé que si iba de negro haría esto más difícil para sus padres.

Cuando llamaron al timbre y abrí la puerta supe que si alguien de las dos estaba equivocada con su vestimenta era Airaia. Llevaba puesto un vestido amarillo súper pegado al cuerpo y unos zapatos de plataforma de un rosa fuerte.

─Por Dios, Airaia. Vamos a la ceremonia de una muerta, no a una fiesta.

Se encogió de hombros.

Rodé los ojos y dejé el tema de lado, caminé junto a ella hasta llegar a la casa de los Hastings. Más que una casa era una mansión, tenía un enorme jardín a su alrededor y una fuente con unas estatuas de dos ángeles en el centro de éste.

─Me están matando los zapatos ─se quejó.

La miré mal.

─Pues acabas de llegar.

Nos dirigimos a la puerta y llamamos. Al momento nos abrió una mujer con un aspecto horrible: ojeras, pelo despeinado…

─Hola ─forzó una sonrisa─, soy Ylenia, la madre de Mei.

─Hola, yo soy Airaia y ella es Olivia.

─Somos compañeras de clase de su hija ─completé.

─Érais ─me corrigió Ylenia.

Lamenté mi error y miré hacia el suelo.

─Lo lamento.

Me ignoró por completo y nos dejó pasar. Tuve la sensación de haber estado allí antes, todo me sonaba familiar. La posición de las ventanas, de los muebles, de la televisión... Un leve escalofrío me recorrió la columna.

Había mucha gente sentada en los sillones, hablando y bebiendo. A varios les conocía de verles por los pasillos o, incluso, en clase. A otros no.

Decidí sentarme en un trozo del sofá granate que se encontraba en una esquina de la habitación y me puse a charlar con Airaia hasta que su madre nos interrumpió llenando la sala con una charla nostálgica y melancólica.

Cuando acabó, fue repartiendo objetos de la fallecida a los amigos de ésta.

─Toma ─me entregó un sobre de color rojo.

─ ¿Qué es? ─pregunté confundida.

─Eras la mejor amiga de Mei, mereces tener esto.

Negué con la cabeza.

─Se debe de estar confundiendo.

Mei y yo casi no habíamos hablado, ni siquiera me había dirigido la mirada alguna vez.

─Mei no paraba de hablar de ti ─continuó─, te admiraba.

Observé a su madre alejándose por el pasillo. ¿Había dicho que no paraba de hablar de mí?

─Venga, ábrelo ─me animó Airaia.

Y eso hice. Y no debí haberlo hecho.

Dangerous girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora