3. Simples preguntas.

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                                                                              3.

                                                           SIMPLES PREGUNTAS.

El fin de semana pasó más rápido de lo normal y ─gracias a Dios─ sin ningún incidente. Ya no me faltaba aire cada dos por tres y tampoco tenía ganas de gritar como una loca. Mi voz fue recuperándose y acabó por volver a la normalidad. Mis padres venían todas las noches a la hora de siempre, y yo no olvidaba ningún suceso. Todo iba genial, o al menos todo lo genial que podría irme.

─Cariño, levántate ya o llegarás tarde ─me avisó mi madre por tercera vez.

─Ya voy ─dije de mala gana y alargando la última palabra.

Mi madre salió hecha una furia de mi habitación, y yo me levanté de la cama de la misma mala leche. No habíamos acabado siquiera el primer trimestre y ya estaba agobiada, los profesores sabían perfectamente como estresar a sus alumnos y nos lo demostraban cada semana.

Cuando hube cogido la ropa y el calzado que me pondría, me metí en el baño y abrí el grifo. El vapor de agua no tardó mucho en empañar el nuevo espejo que mis padres habían comprado. Abrí las puertas del plato de ducha y metí primero la mano para ver la temperatura del agua. Estaba templada. A continuación, metí el cuerpo entero y empecé a relajarme mientras las gotas de agua resbalaban sobre él. Estaba tranquila hasta que el agua comenzó a arder. Me pegué a las puertas y me tragué un grito, sería muy ridículo que mi madre subiera al baño al escuchar el chillido, me preguntara lo que había pasado y le dijera que el agua, de repente, se calentó solo. Además de muy poco creíble.

Cambié de dirección el grifo, que por lo visto, le debía de haber movido sin darme cuenta ya que estaba al tope de agua caliente. Suspiré mientras me quitaba el jabón del pelo y, cuando acabé, me enrollé en una toalla de color esmeralda y me sequé para después vestirme.

Bajé a desayunar y a penas mantuve una conversación con mi madre, la cual estaba leyendo el periódico mientras pegaba un sorbo al café.

─Buenos días, familia ─saludó mi padre al entrar en la cocina.

─Buenos días, papá.

Ambos posamos la mirada en mi madre esperando a que ella también contestara, pero no hubo respuesta por su parte.

─Tengo una buena noticia que contaros ─continuó mi padre captando por fin la atención de mi madre─, me ha llamado Leinon. Dice que vendrá este fin de semana y que se quedará unos días en casa.

Mi madre soltó un gritito de satisfacción y yo saqué la sonrisa más amplia que he sacado en mi vida.

Leinon es mi hermano mayor, tiene veintiún años y trabaja fuera de la ciudad en una empresa que se encarga de conseguir trabajo a las personas que están en paro y no pueden permitirse traer alimento a casa. Hacía ya dos meses que no le veía, y le echaba muchísimo de menos. A ver, hablábamos por teléfono y tal, pero no es lo mismo. Le quería en persona para que me ayudase y me diese esos buenos consejos que solo él sabe dar. Quería dejar de imaginarme lo que me diría si estuviera en casa. Le quería aquí.

Dangerous girl.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora