Aquí frente a Dania Grey, quien me mira con ansiedad, me puedo imaginar un consultorio de paredes blancas llenas de reconocimientos y medallas por ser buena psicológa.
Y luego recuerdo que no es lo que quiero estudiar.
Dania sacude su pierna debajo del escritorio, y me doy cuenta de que esta nerviosa. Al parecer tiene que estar en movimiento continúo para poder sentirse mejor. Otra cosa que noto es que la mayoría del tiempo ella no se reúne con mi mirada. Así que decido poner un poco de rock clásico para ambientarnos, lo que la hace relajarse.
La primera pregunta con la que empiezo es:
―Cómo vas en la escuela?
Dania me responde:
―Voy bien. Tengo buenas calificaciones, no bajando de A, tengo un GPA de cuatro y voy a hacer los SATs para comienzos de diciembre, lo que me pone un poco nerviosa, pero se que lo puedo hacer bien. Los finales también se acercan y espero pasar este semestre con una A para el siguiente semestre poder relajarme más. Este año ha sido muy competitivo, pero voy llevándolo con calma.
―Cómo te va en tu vida personal? Cómo vas con tu familia?― pregunto.
―Referente a lo personal me siento bien conmigo misma, siento que voy llevando las cosas y estoy sobresaliendo. Hay días que me siento como la mierda de caballo y otros días sólo quiero esconderme bajo mi almohada y no saber nada del mundo entero, pero luego vienen los días lindos en los que sonrió y tomo café y sobresalgo en lo que hago. Creo que con mi familia no puedo decir lo mismo. He tenido problemas con ellos justo ahora... Mi madre no me dejó ir al viaje a Washington que una universidad me había invitado, a pesar de que mi padre me dio luz verde para hacerlo. Ella al final terminó convenciéndolo de no dejarme ir y creo que fue la peor jugada que me ha hecho. No estoy hablando con mi papá, no estoy muy segura del porqué, y con mi mamá estoy hablando pero siento que hay una pequeña barrera invisible que me hace sentir recelo y desconfianza. Quisiera que fuera más libre mentalmente y viera que no todo es como lo era en su juventud.― ella termina con una sonrisa pequeña e irónica.
―Y tengo curiosidad de saber cómo fue tu infancia?
Su sonrisa vacila.
―No me puedo quejar. Parcialmente fue buena, pero supongo que como todo niño hubiese deseado un poco más de emoción. De cualquier manera, creo que son mas los recuerdos malos que los buenos, aunque sé que la mayoría del tiempo el ser humano prefiere recordar las cosas que lo hieren en vez de irse por el lado positivo. Lo más feliz que recuerdo fue mi fiesta de cinco años, en la que me vestí de Blancanieves y todos mis amigos y mi familia asistieron. Por desgracia mis padres no pudieron estar ya que mi hermano se enfermó y fueron al hospital. No estuvo tan mal, pero si yo pudiera quitar algo de aquellos días principalmente me enfocaría en deshacerme de tantas peleas entre mis padres que presencié. Yo pienso que eso fue lo que jodió mi vida y me ha llevado de alguna manera a ser como ahora soy.
―Por qué dices eso? Podrías explicar?― tamborileo mis dedos contra mi pierna.
Dania se queda en silencio por un momento, y cuando habla su voz es ronca.
―Sé que no es correcto culparlos de mis actos justo ahora, pero si ellos hubiesen pasado mas tiempo cuidando de mis hermanos y yo y menos tiempo discutiendo de con quién se acostaba mi madre cada vez que mi padre salía de la casa ―lo cual dudo que sea cierto―, hubiese sido mejor. Mayormente todo esto comenzó como una manera de poder controlar algo y expresar mis emociones. No era una niña rebelde, siempre fui un poco traviesa pero supongo que es normal en esa edad, en la escuela era una de las mejores, siempre respetaba a todo aquel mayor que yo... Pero por dentro me sentía como una basura. Incluso a una corta edad. Admito que vivo en una familia disfuncional; mi padre es alcohólico y se droga, mi madre sigue con él como un acto de mártir, diciendo que lo único que la retiene de huir somos nosotros; no sé si lo diga como una manera de decir que cagamos su vida y no se da cuenta de sus palabras. Mi padre se pone muy violento cuando toma, pero sus reacciones han ido disminuyendo con el paso del tiempo. Antes golpeaba demasiado a mi madre, cuando trataba de defenderla y ayudarla parte de los golpes iban dirigidos a mí.
Después de una breve pausa, pregunto en voz baja:
―Cúal es tu adicción?
Es en ese momento cuando Dania levanta su barbilla y no duda en decir:
―Me causo daño a mi misma.
―Podrías ser más específica?
―Me corto. Brazos, piernas, costillas... Antes me cortaba en el pecho, pero comencé a crecer y a mostrar más piel y creí que no era muy secreto. La mayor parte del tiempo sólo me corto la parte superior de mis piernas, ya que no se ven, y los brazos quedan al descubierto en verano. Me golpeo hasta causarme hematomas. Golpeo la pared hasta que mis nudillos están rojos y mi mano casi sangrando. Entierro mis uñas en mi piel, me muerdo las palmas de mis manos... Todo con lo que pueda descargar mi frustración e ira o tristeza y depresión.
Entonces pregunté:
―Cuando fue la primera vez que lo hiciste? Qué te dio la idea de hacerlo?
―Mis papas estaban peleándose... No, así no empezó. Un día estaba arreglando la casa cuando miré el televisor y, no recuerdo exactamente el programa, pero sólo sé que era la Rosa de Guadalupe ―ridículo― y vi una imagen que capturó mi atención: había una chica que se estaba cortando con navajas de afeitar en su brazo. No puse atención en totalidad, no miré el final del programa, sólo continúe arreglando y barriendo.
» A los pocos días mis padres discutieron, papá estaba demasiado borracho, no sé quién comenzó el argumento y no me importa, porque los flashes que tengo son sobre una lata de Squirt volando en el aire hasta mi madre y luego golpes, mi hermano gateando alrededor, yo tratando de pararlos. Mi padre tomó un martillo y amenazó de muerte a mi madre. Mi primer instinto fue ir a la cocina y tomar un cuchillo. Lo amenacé con matarlo si no soltaba el martillo. Recuerdo que se río con escepticismo y me golpeó, antes de forcejear conmigo por el cuchillo, diciéndome que la que iba a resultar muerta era yo. Mi madre intervino, no haciendo mucho, pero rogando que saliera de la cocina. Corrí debajo de la mesa y mi padre gritó para que me levantara y le diera la cara.
»No recuerdo lo siguiente, todo es una mancha borrosa en mi mente, pero en algún momento entré al baño y me miré al espejo. Con rabia y furia hirviendo en mi interior. Con rencor. Con coraje e impotencia porque jamás me tomaban en serio. Y luego el rastrillo de rasurar se cruzó en mi camino. Y lo único en lo que podía pensar era esa imagen del programa a televisivo con la chica cortándose, y sin mucho hesitar llevé el rastrillo a mi brazo.― Dania señala un punto muy cerca de su hombro y luego al interior de su antebrazo, mostrando dos grandes y visibles cicatrices. ―Y éste es el resultado.
Tomando una lenta respiración, cuestiono:
―Cuántos años tenías?
Dania responde en voz pequeña:
―Cerca de nueve años.
―Qué pasó después?
―No podría decirte exactamente, ya que no recuerdo bien, pero cuando todo terminó y mi madre fue a mi habitación y vio mi brazo herido, me preguntó que había pasado y... Creo que ha sido la mejor y mas terrible mentira que he dicho en toda mi vida... Le dije que cuando mi padre y yo habíamos forcejeando por el cuchillo, él me había cortado. Ella lo compró. Y desde ese día seguro piensa que así fue. Y desde ese día vivo con tal peso. Hace un poco más de siete años que por primera vez sentí el placer de mutilarme.
Asintiendo con la cabeza, presiono el botón de pausa y luego la observo mirarme expectante. Dania se levanta de la silla y se despide, diciendo que ha sido un buen tiempo y espera que pronto nos reunamos nuevamente. Lo único que puedo hacer es volver a asentir.

ESTÁS LEYENDO
Interviewing an Addict.
Non-FictionMe siento frente a ella, mordiendo la punta de mi lápiz mientras espero a que esté lista. Ella juega con el borde de su viejo suéter tejido y sonríe hacia mi nerviosamente. La luz incandescente de la lámpara sobre mi escritorio encandila directament...