Tercera Reunión.

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Dania camina sobre el montón de ropa tirada en mi recamara y alza una ceja cuestionativa. Con un encogimiento de hombros me siento en la silla ergonómica y le señalo la cama. Dania se sienta frente a mi y alisa su saco delicadamente.

-¿Lista?- le pregunto.

-¿Contigo? No estoy segura. Nunca lo estoy.

Le sonrio mientras miro mi cuaderno.

-¿Cómo te sientes espiritualmente? ¿Crees en un dios?- le pregunto.

Dania suelta un suspiro y asiente con la cabeza.

-Mi familia es católica. No van a la iglesia, pero lo son. Sobre todo mi madre; se la pasa dándose golpes de pecho y sacando pedacitos de la Biblia para luego arrojarlos en nuestras caras, casi llamándonos todo el tiempo "pecadores". Yo creó en Dios, pero a mi manera. A veces leo la Biblia, pero en secreto. Rezo por las noches. Cosas así.

-Sino mal recuerdo, hay un pedazo en la Biblia que dice que nuestro cuerpo es el templo de Dios,- comienzo a decir, y Dania asiente, sabiendo el camino que toma la conversación, -y que a Él no le gusta que destruyamos Su templo. ¿No te sientes arrepentida de cortarte, sabiendo que le estas haciendo daño al cuerpo que Dios te dio?

-¿Sinceramente? No. Por alguna extraña razón no. Dejé de hacerlo en un tiempo, después de que vi un vídeo de un artista en el que decía que auto mutilarse no era la manera de confrontar las cosas y que era pecado destrozar el cuerpo que Nuestro Padre nos había dado. Dejé de hacerlo. Pasaron un par de meses antes de que recayera.- Dania responde con una sonrisa irónica. -Mi cuerpo esta acostumbrado a recibir dolor. Toda yo estoy acostumbrada a recibir dolor.

-¿Alguna vez alguien te dijo que lo que haces está mal? Si fue así, qué respondiste? ¿Cómo te sentiste?

-Realmente nadie interfirió en mi manera de matar mi dolor interior. Tenía una amiga, se llamaba Katia, ella también se cortaba, así que eramos muy felices en nuestra burbuja emo,- Dania se ríe ante su comentario, y noto que es una risa avergonzada. -nos cortábamos y usábamos pulseras en nuestros brazos para que nadie nos viera, llevábamos nuestras propias navajas en nuestros bolsos. Pero un día en la escuela alguien se dio cuenta, y nos llevaron a la dirección, nos dieron una gran lectura de que lo que hacíamos estaba mal, y llamaron a nuestros padres. Ellos me dieron un ultimátum, diciendo que me sacarían de la escuela si se enteraban de que lo estaba haciendo, y me prohibieron seguir viendo a Katia.

-¿Lo hiciste?

-No. Nos seguíamos viendo. Nos seguíamos cortando. Pasó mucho tiempo, y traté de ser mas cuidadosa. Un día llegué a casa y me metí a mi habitación, el caso es que yo tenía un cuaderno de dibujos; me gustaba dibujar, me hacía derramar mis sentimientos. Eran cosas abstractas, demonios, niñas con ojos negros, sangre, tipos de dibujos que haría una chica jodida. Ese día no pude encontrar tal cuaderno por ningún rincón del cuarto. Salí de mi cuarto con desesperación, sentía que un ataque de pánico iba a llegar. Le grité a mi madre sobre dónde estaba mi cuaderno; le grité con mucha histeria. Mi papá llegó minutos después y mi madre le mostró el cuaderno. Todos estaban sentados en la mesa, y de alguna manera yo había quedado en medio y oprimida entre ellos dos. Mi padre tomó mi mano y por reflejo la quité. Eso fue lo que lo hizo sentir que algo andaba mal. Miró hacia mis brazaletes y me preguntó que significaban todas esas pulseras y me pidió por quitármelas. No lo hice. No respondí. Hay una parte que no recuerdo. Pero después mi madre me tenía sujeta por los brazos y mi padre quitaba las pulseras, revelando mi brazo lleno de cortadas frescas hasta mi antebrazo. Recuerdo el jadeo de mi madre y a decepción de mi padre, como si lo que pasara era mi culpa. Tenía trece años. Tenía ganas de gritarles y reirme en sus caras porque habían pasado cuatro años en los que ellos jamas habían averiguado que su hija estaba tan jodida emocionalmente que se mutilaba para saciar su dolor. Mi madre fue al día siguiente a hablar con la trabajadora social de la escuela, y ella le dio una referencia para llevarme al psicólogo.

-¿Fuiste al psicólogo?

-Lo hice. Una vez a la semana por tres meses. Fue todo un fiasco. Yo simplemente asentía cada vez que la psicóloga me preguntaba algo y lloraba en los momentos adecuados, pensando que la tipa eran una estúpida y que ella necesitaba más psicología que yo por su jodida obsesión con Crepúsculo. De cualquier forma, después de tres meses me dieron de alta y mamá pensó que estaba curada y sanada.- Dania deja los ojos en blanco con exasperación. -Esa fue la última vez que influyeron en mi vida. Desde ese día seguro piensan que ya no lo hago. Y creo que es mejor de esta manera.

-¿Nadie más sabe que lo sigues haciendo actualmente? - pregunto.

-Dos de mis amigas lo saben. Pero en realidad no les importa. Una de ellas hace no tanto tiempo tomó varias pastillas para dormir ya que quería suicidarse: creo que ella ocupa más ayuda que yo. Y la otra... está demasiado ocupada fumando marihuana con su maldito y celoso novio como para darse un tiempo para un consejo.

-Entonces estás sola en esto?- pregunto, sintiendo mi cejas juntarse.

Dania asiente, y sus ojos se llenan de lágrimas, pero no derrama ninguna.

-Estoy sola en esto.

Interviewing an Addict.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora