Capítulo I: Daphne y el distrito siete

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Aquel día todo el mundo parecía tener menos fuerzas de lo normal, en todos los distritos, excepto en el distrito uno y dos. Los niños tropezaban con mayor facilidad, los trabajadores hacían lo suyo de forma más torpe y distraída, las madres miraban con preocupación a sus hijos, temiendo lo que les podía pasar si la mala suerte iba a por ellos. Y, por lo general, todo el mundo miraba de reojo a la persona que pasaba por su lado.

La Cosecha sucedía todos los años, pero aquel en especial todo el mundo parecía más preocupado. Era el vigésimo quinto aniversario de los Juegos del Hambre, y el presidente, Coriolanus Snow, ya había anunciado en la gran pantalla que por aquel aniversario aquel año los Juegos sufrirían una cierta modificación. Esta modificación había suscitado entre los distritos un miedo mayor al acostumbrado a la posibilidad de ser el tributo que tuviera que marchar a los Juegos.

Después de aquel anuncio, los Agentes de la Paz, informados ya sobre el tema, proclamaron que aquel año los tributos de cada distrito serían elegidos por el propio pueblo. Las urnas se colocaron en la plaza central de cada distrito y todos, absolutamente todos los ciudadanos tenían que dejar un papel con un nombre. No se valían los papeles en blanco o no votar, lo que se consideraría una señal de rebelión contra el sistema de los Juegos y la persona que lo hiciera sería castigada, posiblemente, con que su nombre fuera un par de veces más en la votación.

Esto explicaba el por qué aquel día la gente se miraba con otras caras. Aquel día, tu vecino podía ser el que te mandara a una muerte casi segura.

En el distrito siete, Daphne no estaba preocupada, pero su madre, Marithe, sí. La despertó temprano, zarandeándola levemente y con cariño. Podía ser el último día que su hija durmiera allí, pensaba, de hecho, podía ser el último día que su hija durmiera. Al ver que Daph no respondía a sus cariños, tuvo que empezar a susurrarle:

—Daphne. Cielo. Despierta —murmuró. No quería gritar ya que la chica no tenía un buen despertar, precisamente. Ésta hizo un sonido, parecido al 'Mmmmmm' y alzó los brazos, estirándose aún sin abrir los ojos. Bostezó.

—Bu...bu...buenos días—dijo, abriendo los ojos y dejándolos entrecerrados, sonriendo a su madre, la cuál le devolvió la sonrisa.

Daphne se levantó, enérgica, y miró a su madre, que sostenía un cepillo. No tardó en adivinar por qué. El peso de la realidad le cayó encima y dejó de sonreír.

—La Cosecha—susurró. Marithe asintió, sin muchas ganas—¿Papá ya está aquí?

—Sí. Nos podíamos permitir un día sin trabajar. Además, es obligatorio que todo el mundo vaya a la Cosecha.

—Lo sé. Bajemos—su madre aceptó y dejó el cepillo encima de la cómoda.

Escaleras abajo, el salón comedor se abría paso. Una mesa de madera, con los filos sin redondear y sin pintar, tenía alrededor un par de sillas del mismo material, algunas más altas que otras pero sin duda todas igual de incómodas. En una de ellas, estaba sentado Raphael que removía, distraído, la cuchara en su vaso de leche, pensando. Al oír el crujido de los escalones, alzó la cabeza y sonrió a su familia.

—¡Buenos días! Se hace raro que todos estemos aquí a estas horas, ¿verdad?—sonrió, tranquilo. Era un hombre bondadoso y intentaba sacarle siempre el lado bueno a lo malo.

—Hola papá—saludó Daphne, a la vez que se sentaba a la mesa donde otros dos vasos de leche esperaban a ella y a su madre, junto a unos platos con galletas de cereal... cortesía de las teselas de Marithe. Era la única que había pedido teselas de la familia. Al verlas, su hija no dijo nada, se llevó unas cuantas y se levantó de la mesa, algo trastornada.

—¿A dónde vas?—preguntó Marithe.

—A...—pensó rápidamente en una excusa—a vestirme, mamá.

Los Juegos del FríoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora