La mano peluda.

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A principios del siglo XX, en la ciudad de Puebla abundaban los montes píos. Uno de ellos era manejado por el señor Horta, un hombre malvado, consumido por la avaricia, con anillos de oro y piedras preciosos en cada dedo. Al pasar frente a su local, la gente murmuraba "Ojalá que Dios te seque la mano". Un día de 1908, así pasó.

El señor Horta murió y su mano derecha se convirtió en una rígida masa negra. Los anillos se le encarnaron en los dedos y sobre el dorso, hasta los nudillos, le creció una espesa capa de pelo.

Desde entonces mucha gente ha visto la mano peluda del señor Horta salir de su tumba, desprendida del cuerpo, como una araña que ronda por los panteones, buscando en la oscuridad a su nueva víctima.


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