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Cuando lo trajeron, parecía un despojo de sí mismo. Geirrodur había demorado unas horas aún tratando de maquillar su mal estado. Fue el primero en hablarle al llegar y sacudirlo un poco. Loki llegó a reconocerlo pero no pudo o no quiso pronunciar su nombre.

Thor lo sabía pero estaba ocupado enfrentando los primeros retos como mandatario. Heimdall no podía quedarse cerca suyo por más tiempo y debía terminar su papeleo. Sus ojos se posaron en el reloj cuando dieron las diez pero aún no terminaba su jornada. Había muchos acuerdos que cancelar primero.

Ya era tarde cuando estuvo dispuesto al fin y su notario lo dejó en paz. Se acercó al salón del trono y lo vio ladeado por cinco pares de guardias, desvalido y de rodillas mirando el suelo.

Realmente una copia sucia y desprolija de sí mismo, de lo que había sido apenas unos años atrás. Su maestro, aquel cuya sola presencia era capaz de transformarlo todo, lo amargo en miel y volver su oscuro pesimismo en felicidad.

Thor ordenó que lo llevaran a su recámara y le quitaran las esposas que anulaban su seidr. No hizo caso a la advertencia de Geirrodur y lo miró con severidad. En cuanto Loki pusiera al rey al tanto de lo que había padecido, su suerte estaría echada.

........

Loki estaba de pie apoyado en el respaldo de una silla cuando el rey entró al fin. Parecía haber recuperado un poco de su lucidez pero sus piernas flaqueaban aún y estaba visiblemente preocupado por lo que vendría. Se volvió más confuso todo para él en cuanto vio a Thor (un gigante a comparación suya) y terminó por reconocer la habitación en la que se hallaba.

- ¿Por qué aquí? ¿por qué...?

Ni siquiera podía articular una frase sin pensar con cuidado lo que diría. Era tan diferente a aquel hábil lenguaraz, ahora se manejaba con cautela, temeroso de las represalias.

Oh, Geirrodur las pagaría.

Thor no quería que pensara que iba a aprovecharse de su estado para ultrajarlo. Estaba tenso, intentando parecer amable. Todo lo opuesto a lo que realmente parecía, con el entrecejo hundido y la mirada tenebrosa, una expresión más dura que la de Odin.

- Esta es la habitación más cómoda que puedo ofrecerte, la mejor de toda Asgard, y fue solo lo primero que se me ocurrió para hacerte bien- mientras hablaba, intentaba deshacer las sábanas para que Loki se recostara- Sé que intentaron repararte antes de venir aquí, no soy ingenuo, sé lo mal que la pasaste y de más está decir que el culpable recibirá el castigo que merece. ¿Estás bien así?

Loki no estaba del todo seguro. Después de que el artefacto en su cuello fuera retirado sintió una comezon irritante en la piel y sus muñecas aún escocían. Habia estado soportando las cadenas tanto tiempo que aún podía sentir el peso de ellas al moverse. Cuando lo sacaron por la mañana de la celda había creído que terminarían finalmente su suplicio estrangulandolo y arrojando su cuerpo a una fosa.

Yacer en la cama del Padre de todo era la última de las cosas improbables que hubiera imaginado le sucederían ese día.

- Maestro, ha pasado un tiempo, dime que necesitas para hallar consuelo. Lo que quieras, yo mismo lo buscaré para ti. Por más dificil que sea.

Loki acarició la cama suave y el entramado dorado de la colcha. Solo cerró los ojos inundado de felicidad y se recostó sin importarle que el otro se lo estuviera comiendo con la mirada. A él no le importaba, en la prisión se había acostumbrado a ello, sentirse observado por la mirada lasciva del guardia, y aunque nunca habían llegado a molestarle usandolo como consuelo, igual pesaba. Allá no había disfrutado de un buen descanso en años, el suelo pedregoso de su jaula hacía doler sus huesos y quebrantaba su espíritu pero aquí, él estaba seguro, podría morir de felicidad.

El maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora