No sabía por qué seguía yendo a visitarlo cuando era más que claro que él no la quería allí. No obstante, no podía evitarlo. Odiaba verlo convaleciente en una cama de hospital. Siempre se mostraba tan fuerte, imponente, invencible, que contemplarlo en ese estado la estaba matando. Era extraño lo que le pasaba. Jamás había reaccionado así por una persona que no tuviese nada que ver con ella, con la que no había compartido ni siquiera un beso, pero, de algún modo que aún no comprendía, sentía la necesidad de asegurarse de que se recuperaba según lo previsto por los médicos.
Si bien estaba acostumbrada a bromear con su amiga llamándolo "bomboncito", incluso a consciencia de que la mayoría de las veces él la escuchaba, siempre era en tono casual, divertido. Sin embargo, sus sentimientos eran más profundos que eso y ella lo sabía muy bien. En verdad le gustaba. Con solo verlo, todo su cuerpo reaccionaba, su corazón se aceleraba y un estremecimiento la recorría entera hasta culminar en la parte baja de su vientre a modo de descarga.
Debía reprimir un gemido cada vez que percibía su masculina fragancia que, de modo arrollador, invadía sus fosas nasales nublando por completo todos sus sentidos. Y sus ojos... esos ojos de un celeste claro y cristalino, hacían estragos en su interior en los breves momentos en los que se detenían en los suyos. ¡¿Cómo podía ser que tuviese semejante efecto en ella?! Lo peor era que él apenas la registraba. Por el contrario, estaba demasiado ocupado desviviéndose por su amiga, quien, irónicamente, no estaba interesada.
Odiaba advertir la decepción en sus ojos cada vez que la veía desde lo sucedido. Estaba segura de que, de algún modo inconsciente, prefería que la hubiesen llevado a ella en lugar de a su amiga y eso le dolía mucho. No obstante, lo entendía. Era evidente que, más allá de sus obligaciones y de su trabajo, sentía algo más profundo hacia la hija del político. La quería, de eso no tenía dudas, como así tampoco de que sabía que el sentimiento no era recíproco. Daniela no lo veía del mismo modo y nunca lo haría. Cerró los ojos con fuerza al pensar en ella. Le angustiaba imaginar lo que podría estar sufriendo en ese momento.
Delante de la puerta de la habitación de Gabriel, inspiró profundo para armarse de valor antes de entrar. No sabía bien por qué, pero estar cerca de él hacía que se sintiese más cerca de Daniela. El cuarto estaba en silencio, por lo que supuso que estaría dormido. Con sigilo, avanzó hacia la silla que había junto a la cama y dejó su cartera sobre esta. Al llegar, lo observó con detenimiento. Su semblante era mejor que el del día anterior. De hecho, si no fuera por el vendaje que rodeaba su torso, no pensaría que había recibido un disparo.
Con cuidado de no hacer ruido, apoyó el vaso de café que llevaba consigo y cambió las flores del pequeño florero que ella misma se había encargado de colocar con la intención de alegrar el ambiente. Luego, se dirigió al baño en búsqueda de un paño húmedo. Había notado su sudor, por lo que pensó que sería una buena idea refrescarlo un poco. Al regresar a su lado, apoyó la toalla en su frente y la deslizó con delicadeza hacia los lados. Acto seguido, hizo lo mismo con su cuello. Un hormigueo en la boca del estómago la invadió de repente al advertir que su piel se estremecía ante el contacto de la fría tela.
Permaneció inmóvil por unos segundos al oír el suave gemido que escapó de sus labios y temiendo haberlo despertado, fijó los ojos en su rostro. No obstante, seguía dormido y eso fue un alivio. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso. ¿Qué le diría si la atrapaba en ese momento? Era consciente de que ese era el trabajo de las enfermeras, aunque también de que no tendría otra oportunidad para hacerlo. Jamás había estado tan cerca de él y la tentación de tocarlo, de acariciarlo y poder proporcionarle bienestar era mayor que el miedo de ser sorprendida.
Con manos temblorosas, continuó con su labor hasta que borró todo rastro de sudor en su cuerpo. Lo miró por un instante sintiendo el fuerte deseo de acariciar su cabello. Extendió la mano hacia él una vez más, esta vez sin paño alguno, pero se acobardó en el último instante. Dispuesta a despejarse, se acomodó en la silla y sacó de su cartera el libro que había empezado a leer desde que se quedaba tantas horas en el hospital. No faltaba mucho para el próximo parte médico y no quería perdérselo.
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Bajo su custodia
RomanceEN FÍSICO. Editorial Tentación. Ganadora #wattys2021.🥇 Libro 1 Serie Peligro. ♡ Daniela es hija de un político en campaña y, como tal, blanco permanente de amenazas. Molesta por tener que soportar siempre la presencia de un guardaespaldas, suele a...