Capítulo V

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Decidí observarlo sonreír todo el tiempo que le quedaba (que no era más de dos días) él ya se había olvidado de su enfermedad, o solo era muy fuerte y lo estaba evadiendo. No lo sé, jamás lo supe.

Faltaba un solo día, el día de mañana tendría que estar muerto, yo tendría que llevármelo, y como siempre, tendría que aceptar que todos me odian o me temen.

Esa misma tarde, el sol expedía unos rayos cálidos, el niño estaba sentado en el mismo lugar de siempre, pero con la cabeza gacha.

-lo siento- repetía incesablemente- no puedo, no puedo, no podre, no lo hare -decía- no voy a verlas florecer en primavera. No aguantaría llegar hasta allí.

Calló por un momento, y yo lo observaba. La tristeza me sujetaba la mano y la culpa me abrazaba.

Luego ocurrió

Se adelantó a la fecha.

Ese niño que había visto por primera vez, sentado frente a unas flores secas esa tarde de otoño, prometiéndoles a las flores que las iba a ver florecer en la primavera, había muerto. Y antes de que cerrara los ojos completamente, y de que su cerebro se apagara para siempre

La muerte hizo vivir una flor.

-cumpliste tu promesa -le susurre- las viste florecer

Tome las manos de su alma y lo guie hasta su destino.

Tardes de OtoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora