Prólogo

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—Mírame

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—Mírame.

La voz profunda y ronca del hombre hizo eco hasta los oídos del nipón, haciendo que la piel se le erizara y que sus piernas flaquearan torpemente, deshaciéndose en pequeños temblores. El miedo empezó a crecer como espinas a su alrededor, ocasionando que sus pies descalzos intentaran retroceder un poco más, como si fuesen capaces de atravesar la pared tras su espalda.

—Mírame, Eiji—volvió a decir el hombre, con su aliento chocando contra el centro de su cabeza a causa de su extremada cercanía. Eiji respiró profundo y se abrazó a sí mismo, deseando poder crear un escudo para que él no pudiese tocarlo, y por fin acató la orden, alzando sus castaños cristalinos hacia la imponente figura que tenía en su delante. Ojos oscuros y vacíos lo recibieron y lo observaron de la misma forma de siempre.

De esa forma que lo hacía sentir desnudo y expuesto, tanto por fuera como por dentro.

Y quizá Eiji hubiese sido capaz de soportar una vez más la manera en que él parecía poder ver a través de su alma, de no ser por las gotas color carmín salpicadas sobre su tez bronceada que pudo vislumbrar entre la oscuridad de la habitación y el olor metálico y nauseabundo que se filtró hasta su estómago, haciendo que la bilis subiera hasta su garganta. Un sonido ahogado escapó de sus labios y con los escalofríos recorriendo su columna vertebral, bajó su mirada, topándose así con los rastros del fluido manchando la camiseta ajena al igual que las enormes manos.

—¿Q...? ¿Q...?—balbuceó apenas, abrazándose con más fuerza y clavando sus uñas en sus antebrazos al punto de casi lastimarse.

—Shh, shh—las manos del Alfa subieron a las mejillas del moreno, embarrando la tibia sustancia sobre su piel y descansando la punta de su nariz sobre la esponjosa y oscura cabellera para luego inhalar su aroma como si de alguna droga se tratase—. Solo... quédate quieto.

Eiji se esforzó por obedecer e incluso contuvo la respiración, mientras sentía las caricias sobre su cuero cabelludo.

—Tuve que hacerlo—murmuró.

El castaño se separó un poco del menor y levantó el rostro de este, fijando sus penetrantes ojos en el asomo de las lágrimas en los contrarios.

—Nos hubiese separado, te hubiese separado de mí—empezó a decir. La desesperación haciéndose evidente en sus palabras—. Fue tu culpa, ¿comprendes?.

Eiji soltó un sollozo y mordió su labio inferior hasta sentir sus incisivos rasgando su carne.

—Tuya, no mía. Dime que lo entiendes.

El más pequeño separó sus labios un par de veces, pero en ninguna de ellas logró que algún vocablo saliera de ellos a causa del temor acumulándose en su garganta.

—¡Dime!—Los pulgares ajenos se hundieron de manera violenta en sus mejillas, haciendo que su cabeza se moviera bruscamente un par de veces y el dolor se extendiera a lo largo de su cuello

Eiji emitió un quejido y terminó asintiendo entre hipidos.

—S-Sí, yo... lo e-entiendo.

El pecho del hombre subió y bajó de manera errática y asintió también, aflojando el agarre en el rostro de Eiji.

—Eso es—habló, descansando su frente sudorosa sobre la del nipón—. Ahora estamos bien, ¿sí?

—S-Sí.

—Nunca nadie va a separarnos—anunció, dejando libres sus mejillas y bajando sus manos hasta su cintura para apretarla con posesividad—. Yo me encargaré de eso, Eiji.

El cachorro dejó escapar un pequeño sollozo y sintió como las manos ajenas se movían a lo largo de su espalda baja, manchando de carmín su camiseta blanca.

—No llores—soltó al ver las lagrimas que corrían por el rostro del japonés—Sabes que todo esto lo hago por nosotros, por tu bien. Yo... Yo solo quiero protegerte, pero eres tan curioso, tan escurridizo que es necesario guardarte bajo llave. Lo entiendes, ¿verdad, cariño? Sé que lo haces.

Eiji tomó una bocanada de aire temblorosamente, tratando de tragarse el asco y sus inmensas ganas de gritar para luego exhalar y asentir por segunda vez.

—Sí—respondió a pesar de que su interior poco a poco se despedazaba en sufrimiento y tristeza.

El hombre pareció satisfecho con su respuesta, puesto que una diminuta sonrisa abarcó su rostro y su respiración chocó contra sus labios, haciendo que los apretara con desagrado.

—Me gusta que seas así, precioso. Tan complaciente, tan mío.

Las alarmas de Eiji se encendieron al percibir las manos ajenas, colándose bajo su ropa y acariciando sus muslos temblorosos. Tragó saliva duramente y emitió un pequeño "Blanca" en un inestable susurro.

—Tranquilo, aún no es tiempo. Pero pronto tendrás un lindo adorno justo aquí—Eiji se encogió cuando la piel de su nuca fue acariciada— y entonces no podrás huir ni esconderte.

     





















                                           🌌

Holaaa.

Sí, es correcto. El cielo en tu mirada a vuelto y estoy muy feliz de haberles podido traer esta historia de regreso✨.

Como verán no hay un cambio significativo en tanto al ambiente en esta parte. Este sigue teniendo el mismo enfoque, solo que con una escena completamente distinta. Pues mi meta es que esta historia sea reescrita sin perder su esencia inicial.

Espero que les hayan agradado los cambios y también puedan hacerlo los futuros que se vienen.

En fin, gracias por leer y por seguir aquí 💕

El Cielo En Tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora