De camino a mi cafetería preferida, fui pensando en Sitael; era difícil no pensar en él. Me sentía triste, con un nudo en el estómago que mientras más pensaba más se apretaba.
Suspire.
No podía creer que hace unos días él y yo íbamos juntos a todos lados, ahora sé que no va a volver a ser así. Se formó un nudo en mi garganta, no quería llorar, no por algo que al final, nunca pasó.
—¿Estás bien?—la voz de Adriel interrumpió el rumbo de mis pensamientos.
Asentí y me aclaré la garganta.
—Solo, pensaba.
—Claro...—lo miré y tenía una ceja enarcada— No te creo.
Me encogí de hombros.
—Estoy cansada, es todo.
—Dal...
—Ya llegamos—lo corte—, ¿entras conmigo?
Asintió y me siguió de cerca, sabía que nadie podía verlo. Pero, seguía siendo extraño.
Pedí un cappuccino de vainilla, mis padres habían salido a comer con Luca. Así que me habían dejado dinero para comer algo, no tenía mucho apetito así que con el café me sentía más que satisfecha. Toda la pelea me había desgastado, solo necesitaba un poco de tranquilidad. Salí de la tienda y caminamos hasta el parque más cercano, me senté en el césped debajo de un árbol; y Adriel se sentó a mi lado. Tomé un gran sorbo y me relaje viendo como el viento corría pasando por mis mejillas. Mucha gente se iba a esa hora, pues comenzaba a ocultarse el sol.
—¿Solo comerás eso? — me miró Adriel.
Asentí levemente.
—Sí, no tengo apetito.
—Eso es raro en ti.
Lo miré frunciendo el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Comes todo el tiempo.
—¿Qué estás tratando de decirme, Adriel?—entrecerró los ojos.
—Llevas muchas horas sin comer, es imposible que no tengas apetito—se cruzó de brazos.
Lo miré por unos segundos.
—¿Acaso estás preocupado por mí?—sonreí a medias.
Rió sin ganas.
—Por supuesto que no.
—Solo admítelo—lo empuje con mi hombro.
—No es cierto—bufó y yo reí.
—Bien, bien—gire mis ojos—. Será nuestro secreto.
—¿De verdad solo vas a comer eso?
Suspire.
—Si luego me da hambre, compraré algo más—le sonreí a medias.
—¿Puedo saber que paso con el jefe?
Negué.
—No pasó nada.
—¿Seguirás evadiendo el tema?
—Que gracioso, Adriel— giro los ojos al cielo—. No estoy evadiendo nada.
—¿Por qué te enfadas? —entrecierra los ojos— has estado muy callada desde que salimos.
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Sitael
Paranormal- ¿Porque no puedo ver tu cara o tu pies?- preguntó enarcando una ceja. -Nadie es digno de admirar mi belleza más que mi creador.