Cambios

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Llegué a casa antes de lo normal, tal y como quisieron mis compañeros. A pesar de tener la luz del día, las largas cortinas antiguas no dejaban que entrara. Las abrí enérgicamente para que los rayos del sol entraran con fuerza. Se pasaron y me hice daño en la vista. Tras recuperarme, eché un vistazo al salón. Todos los muebles eran de un marrón oscuro bastante feo. Estaban llenos de polvo y la habitación olía a cerrado. Decidí que todo eso acabaría en ese mismo momento. Abrí las ventanas, al igual que las de mi habitación. Me subí a una silla y, con cuidado, descolgué las cortinas. No se veía del todo bien porque los cristales estaban realmente sucios, así que cogí un trapo limpio y un limpia-cristales. En cinco minutos relucían. Me sentí mucho mejor al poder ver la calle. Aunque el piso fuera pequeño, las vistas eran bastante acogedoras. Se veía un parque lleno de niños con sus padres, perros, palomas  y unos cuantos árboles. Hacía mucho que no sonreía y me sentía algo raro, así que seguí con la tarea. Limpié el polvo del mueble pequeño que había junto al único sillón con los utensilios para limpiar las ventanas, y me puse a rebuscar en los cajones. Había pilas que no sabía ni siquiera si funcionaban, bombillas sucias o rotas, facturas sin pagar e incluso mi partida de nacimiento. En tres semanas era mi cumpleaños, y yo ni lo sabía. Me di cuenta de que no tenía calendario. Para mí todos los días eran iguales. Pero lo que realmente me llamó la atención fue un álbum de fotos. Me extrañó mucho porque yo no recordaba tenerlo. Fui pasando las páginas en las que salían una familia compuesta por un matrimonio y dos niños. Conforme avanzaba los niños iban creciendo. Supuse que eran de alguien que vivió aquí. Al final del todo había una foto en blanco y negro (la única que no estaba a color de todo el álbum) en las que salían dos niños: un bebé y un chico de un par de años de edad. Lo cerré y lo deposité en la mesa. "Ya averiguaré más sobre su dueño", pensé mientras me levantaba para seguir limpiando. 

Se me hizo de noche y tuve que parar, aunque estaba bastante satisfecho con mi trabajo realizado. Lo había dejado todo bastante bien. Aunque no había podido limpiar el baño, lo cual me deprimió un poco cuando me lavaba los dientes. El espejo daba un poco de asco, y la ducha no tragaba bien (lo había comprobado cuando me quise duchar y, sin embargo, me quedé con las ganas). Recordé que al día siguiente no me tendría que levantar tan pronto, así que puse el despertador más tarde. A pesar de seguir sintiéndome solo, me sentía mejor. Era una sensación un poco extraña para mí, aunque supongo que muy normal para los demás. Estaba feliz. Aunque era pronto en comparación con lo que estaba acostumbrado, me dormí enseguida. Estaba deseando empezar otro día, lo que no me había pasado nunca. 

LA HISTORIA DE LA POSITIVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora