Familia

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Qué raro. Llaman a la puerta. Nunca llaman a la puerta. ¿Quién será? Decido comprobarlo y la abro.

—¿Qué haces aquí? ¿Y qué te pasa? —pregunto preocupado observando como Lydia llora sosteniendo el álbum que le devolví ayer entre sus manos.

—Soy tu hermana.

La respuesta era lo que en parte yo ya sabía, pero aun así me sorprende que me lo confirme ella. La dejo pasar y nos sentamos en el sofá de mi renovado salón.

—Qué bonita tienes la casa —dice amablemente con una sonrisa triste y algunas lágrimas recorriendo su rostro.

—Gracias. ¿Quieres algo de beber o con el agua de tus ojos es bastante?

Ella se ríe por mi comentario, cosa que me agrada bastante, y rechaza mi oferta. Se seca las mejillas con el dorso de la mano, suspira para relajarse y abre el álbum blanco por la primera página.

—Mira esta foto —me acerco un poco y veo que señala la foto del bebé y el niño.

—Sí, la vi cuando encontré el álbum. Me llamó la atención, no se por qué. Supongo que será porque es la única que está en blanco y negro.

Mi hermana empezó a sollozar de nuevo, pero esta vez habló antes de calmarse.

—Jacobo, esta foto te llamó la atención porque somos nosotros. De pequeños, claro. ¿No lo entiendes? Nos hicieron esa foto justo antes de separarnos, ya que a mí me adoptaron primero. Hace unos quince años, los del orfanato contactaron conmigo a través de mis padres y me regalaron la foto.

Yo asiento mecánicamente con la cabeza mientras cuenta la historia. Supongo que conmigo no contactaron al estar solo, me ojalá hubiera sabido todo esto mucho más anteriormente.

—Y hay algo más —confiesa cabizbaja.

—¿Qué pasa? —inquiero algo asustado.

—Conocí a alguien. Es la razón por la que he venido y en este estado. Jacobo, me presentaron a nuestro padre. Me han avisado hace poco del hospital: lo han ingresado por sobredosis.

LA HISTORIA DE LA POSITIVIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora