CAPÍTULO 2

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Gavril

- ¿Tu nombre es? – dijo ella mostrando una hermosa sonrisa. Cuando iba contestar su pregunta, pude sentir como uno de los espíritus que estaba buscando estaba cerca; trayéndome de vuelta a la realidad, tenía un trabajo que hacer.

- La suerte no está de mi lado – dije mentalmente, solté un suspiro y la miré fijamente.

Lo siento, me tengo que ir – le dije. Inmediatamente, me sentí tan miserable solo el pensar que no la volveré a ver, hace que mi corazón se rompa en mil pedazos. Pude ver en sus ojos que ella también se sentía igual. Pude ver un destello de tristeza y decepción.

Oh – es lo único que dijo. Estaba a punto de darme la vuelta cuando la escuche.

- Espero verte de nuevo – dijo y logré ver como se sonrojaba. Diablos era increíblemente y perfectamente hermosa.

Yo también – dije sin más y emprendí mi camino de vuelta al trabajo. Suspire, cerré mis ojos y trate de enfocarme en la tarea en mano, pero en mi mente solo existía ella, Andrómeda.

Estaba tan inmerso en mis pensamientos que se me olvido completamente que todavía me encontraba acostado en el lago. Me senté y mi mente solo pensaba en ella, solo la quería a ella.

- ¿Qué vas a hacer ahora, Gavril? - me cuestioné a mí mismo.

- No lo sé – dije en voz alta suspirando.

Quería con gran anhelo en mi alma poder volver a verla, estar con ella, que diablos quería pasar el resto de mi vida con ella, pero sabía que eso no podría ser. Nosotros los Ángeles Supremos tenemos ciertas limitaciones, y es que al momento de aceptar este título debes comenzar a vivir solo para Dios, te consagras para solo servirle a Él y a nadie más; eso incluye que todos los Ángeles Supremos no podemos estar emparejados con alguien, muy triste no. La verdad es que nunca me había importado pasar el resto de mi vida trabajando para mi Señor Dios, empero ahora que conocí a Andrómeda me hace dudar de si en verdad quiero seguir viviendo mi vida de la misma manera. Muy en el fondo de mi ser ella despertó ciertos sentimientos de querer explorar el mundo, tener una vida normal con problemas, obstáculos y alegrías, tener a tu lado la persona que más amas, compartir con ella lo que más te gusta y lo que no, formar una familia.

- ¿Una familia? – ¿desde cuando pienso en una familia?

Desde que la conocí – respondí.

- Lo nuestro nunca podrá ser – me dije a mi mismo en voz alta para poder creer lo que digo, pero muy en el fondo de mi ser me negaba hacerlo.

- ¿Cómo voy a poder vivir de ahora en adelante? - No lo sabía y por primera vez en mi larga vida tenía miedo de no saber qué es lo que pueda pasar conmigo. No tenía ni idea de cómo deshacerme de este sentimiento, como sacármela de la cabeza. Me siento desesperado y sin esperanzas, cuando por fin tengo algo por lo que quiero luchar, no puedo hacerlo, no puedo ir en contra de las reglas y mucho menos desobedecer a mi Dios. Me quedé viendo el lago un momento ya era de noche y pude ver como las estrellas se reflejaban en el agua como el viento movía las ramas de los árboles y como algunas luciérnagas comenzaban a salir cerca de la orilla del lago, era hermoso, pero aun viendo eso no me sentía completo. Ella tiene la culpa de hacerme sentir así, ella con su belleza me ha dejado en un estado de parálisis, mi mente solo piensa en ella, mis oídos oyen su dulce voz, mis ojos la imaginan a mi lado, estoy hecho un desastre, yo Gavril un ángel supremo y por la culpa de una mujer.

AAAAHHH – paso mis manos por mi cabello.

- ¿Qué haré? ¿Será que tengo que vivir de esta manera? - Pienso en ello durante unos segundos.

Después de unos largos minutos de pensar llegue a la siguiente conclusión; creo que tendré que vivir con el deseo de tenerla a mi lado, no era suficiente, pero me rehusaba a dejarla ir, aunque solo fuera un recuerdo no quería dejarlo ir, me negaba rotundamente. De esa manera sabría que nuestro encuentro fue real, que ella existía, y estaba todavía ahí. Decidí regresar a casa, ya era muy tarde y mañana a primera hora tenía una reunión con mi Señor Dios... ahora que lo pienso bien.

- ¿Para qué querrá hablar conmigo Dios? – me pregunté con el ceño fruncido.

Tal vez quiere el reporte de mi última misión. Así sin más me levanté y comencé a emprender mi camino de regreso al palacio. Unos cuantos minutos después llegue a mi destino.

¿Dónde estabas Gavril? – me preguntó Augusto, mi mejor amigo y también un Ángel Supremo.

Caminando por ahí no me he estado sintiendo bien últimamente – le respondí.

No quería seguir hablando así que incliné mi cabeza en modo de reverencia y seguí mi camino, otro día hablaría con él hoy me sentía muy cansado. Llego a mi habitación, tomo una ducha rápida y me recuesto en mi cama, cierro los ojos y la miro a ella, Andrómeda, como anhelaba poder ser alguien normal y estar con ella. Deseaba poder verla una vez más y con ese pensamiento caí en los brazos de Morfeo.

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