En un lugar de este mundo, cuyo nombre no quiero deciros, vivía una familia muy humilde. Dos padres criaban a sus dos hijos junto con uno de los abuelos de estos. La niña de mayor edad era fuerte y robusta, mientras que el niño era mucho más delgado y carecía de gran fuerza física. Algunos vecinos pensaban que no podían ser hermanos por las diferencias que existían entre ambos. Los padres trabajan a diario y se desplazaban para ello a una granja, mientras que los niños quedaban al cuidado de su abuelo. Ninguno de ellos prestaba atención a lo que hacía o decía su abuelo, apenas pasaban tiempo con él, en lugar de eso preferían estar fuera con otros jóvenes. Por la noche cenaban a destiempo y después se iban a sus respectivos cuartos para descansar y coger energías para el día siguiente. El tiempo fue pasando y las condiciones laborales de los padres empeoraron. Decidieron entonces que sus dos hijos se dedicaran a cortar leña, la cual todas las mañanas ellos transportarían para venderla antes de llegar a su trabajo. Ambos deberían hacer la misma cantidad, pues de no ser así temían lo que los vecinos pudiesen decir. Los jóvenes acataron la decisión y se pusieron manos a la obra, pero los problemas no se hicieron esperar. La niña era fuerte y rápidamente llevaba a cabo su tarea, mientras que el niño dedicaba su día entero para conseguir hacer su parte. A medida que pasaron las semanas el niño estaba tan cansado que era incapaz de cortar toda la leña que sus padres esperaban de él, los vecinos que lo veían se reían de él y ninguno le prestaba su ayuda. Pidió ayuda a su hermana, pero esta deseaba tanto acabar pronto para poder ir con sus amigos que no dio prioridad a las necesidades de su hermano. Las broncas fueron cada vez más frecuentes en casa y los castigos para el niño cada vez más insoportables. El abuelo quiso ayudar a su nieto y todas las mañanas dejó de hacer sus tareas para agilizar las del niño. Este, siendo ya mayor, no tenía la fuerza ni la agilidad de antaño, pero juntos lograban terminar a tiempo la tarea. Fue entonces cuando el niño empezó a valorar realmente a su abuelo al ver que este lo ayudaba por el amor que le procesaba, no había otro motivo. Algunos días, después de hacer el trabajo, el niño dejó de ir con sus amigos para pasar más tiempo con su abuelo. Durante aquellas mañanas y tardes que pasaban juntos el anciano enseñaba otros idiomas al niño, de hecho traducían a los antiguos griegos y romanos. Pasaron años viviendo aquella situación y el joven disfrutó inmensamente de la compañía de su abuelo.
Un día la naturaleza se reveló contra el ser humano y muchos desastres naturales acaecieron en la Tierra. La familia tuvo que abandonar su casa y los trabajos que llevaron a cabo a largo de tanto tiempo para poder defenderse de lo que estaba pasando. En la huida el abuelo, debido a todo el esfuerzo físico que había acumulado ayudando a su nieto, perdió la vida. El resto de la familia consiguió sobrevivir y llegó a una ciudad bien equipada para soportar los enfados de la maltratada naturaleza. Los regentes de la ciudad reunieron a todos los rescatados para asignarles una ocupación e indicarles que no podrían traspasar aquellos muros sin autorización, pues de hacerlo incautamente podrían perjudicar el buen funcionamiento del lugar. Para designar las distintas funciones los regentes analizaron exhaustivamente a cada nuevo habitante para saber en donde funcionarían de forma óptima, incluso hicieron distintas pruebas a lo largo de varios días para confirmarlo. Los padres se dieron cuenta entonces del error que cometieron exigiendo a los dos hijos lo mismo, cuando cada uno de ellos era muy diferente, también lamentaron la pérdida del abuelo, pues habían actuado de forma muy egoísta con el mismo. Sabían que el abuelo ayudaba al hijo para acabar la tarea que ellos imponían, pero nunca se apiadaron por ello. El dinero que habían acumulado durante años en aquella ciudad no valía nada, el tiempo perdido que podrían haber pasado con su familia lo era todo y no supieron verlo. Después de lamentarse durante días, o tal vez lo hicieron el resto de sus vidas, y tras haber terminado las pruebas, los padres fueron destinados a la crianza y cuidado del ganado, mientras la hija tuvo como tarea cargar materiales y ayudar en la construcción o reparación de viviendas. Los regentes se dieron cuenta de que el hijo conocía algunas lenguas y de que aprendía rápidamente idiomas, así decidieron nombrarlo traductor y mandarlo junto a otros para que descifrando los textos del pasado pudiesen ayudar al presente.
Aprende a valorar a los demás y el tiempo que tienes.
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Cuentos contra el aislamiento
RandomPor la situación en la que se encuentra hoy en día el mundo he decidido escribir estos relatos con la finalidad de ayudar y hacer más llevadero el tiempo libre de cada uno. Aunque no seas muy amante de la lectura, estos cuentos te gustarán.