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-Muy bien, sube al auto- Ordenó Temo a su hijo.

Sin decir nada, Daniel obedeció a su padre y se subió al auto, al lado de su hermano menor.

-Papá, ¿Avisaste que vamos de visita?-

-No, creí que tú lo habías hecho-

-Bueno, al precer llegaremos de sorpresa-

Daniel se recosto en el sillón, miró hacía la ventana; cerro sus ojos pensando en sus hermanas y papá, sonrió al pensar que los volvería a ver, pero alguien más llego a.sus pensamientos.

Suspiró pesadamente y abrió nuevamente sus ojos, volviendo a ver a la ventana.

-Hace tanto tiempo te soñaba y hoy me duele que no estés hice lo posible por amarte y entregarte a ti mi ser- Esa jodida canción, esa canción lo escribió hace unos años atrás, no sabe ni como fue que inspiró. -Me arrepiento todas las palabras que no pude decirte perdona vida mía no quería herirte
Aunque te vayas lejos yo te voy a encontrar

Y hoy no puedo seguir
Sin tu amor, no quiero vivir
Con un adiós, no puedo soltar tu corazón
Me niego a perderte y vivir sin tu amor- Por alguna razón, esa cAnción le recordaba a una persona muy importante para él.

"¿Qué me está pasando?" Pensó.

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—Daniel, cariño, despierta— Temo llevaba unos minutos tratando de despertaf a su hijo. —Dios, ¿A qué horas te fuiste a dormir? Dani el, despierta—

—Uhmg, 5 minutos más— Se me removia en el sillon del auto.

—¡Te levantas en este instante o nos regresamos a la casa!— Su tono era serio.

—¿Qué? ¡No papá!— De un salto, Daniel ya se encontraba fuera del auto.

—Funcionó— Sonrió victorioso al lograr su objetivo.

—No se vale pa'— Reprochó.

—No empieces Daniel, toca el timbre de la casa en lo que saco las cosas del carro y ayúdame con tu hermano—

—Uhm, ven aquí Erick— Tono a su hermano menor de los brazos de su padre y luego se acercó a la puerta de aquella casa, toco el timbre.

Unos segundos bastaron para que la puerta sea abierta.

—¿Qué necesitas niño?— Habló aquél hombre con un tono grave.

—Ehm, ¿Tú quién eres?— Daniel miraba de pies a cabeza a ese hombre. —¿Puedes llamar a mi padre?—

—¿Padre? El dueño de la casa no tiene más hijos que sus dos hijas— Dijo el hombre.

—A ver señor, Soy Daniel Córcega López y el dueño de la casa es mi papá. Usted es trabajador de la cass así que cumpla con su deber y llamelo— Dio la orden con una voz firmr y seria. —Si es que valora su trabajo y no quiere ser despedido, hágale rápido—

—Cómo usted ordene...maldito mocoso— Eso último lo dijo en voz baja, mientras se alejaba de la puerta.

—Disculpe que lo interrumpa señor, pero en la entrada hay un niño que dice ser su hijo— Dijo con sarcasmo.

—¿Qué? A ver, déjame yo veo—

Salió de la oficina, que estaba al final del pasillo en el primer piso.

—¿Por que no nos dijiste que venían?— Esa era la voz de una de sus hijas. —¡Papi! ¡Tenemos visitas!—

Al acercarse más, notó una cabellera castaño oscuro.

—¿Papá?— Esa voz.

—Daniel...—

—¡Papá! ¡Te extrañe!— Daniel corrió abrazar a su padre.

—También te extrañé, ¿Pero cómo llegaste hasta aquí?— Aristóteles aceptó gustosamente el abrazó de su hijo.

—¿Tú como crees, eh?— Habló una tercera voz.

—Temo...—

—Hola, ah, y necesitó que me expliques como está eso de que tu chofer no sabía que tienes otros dos hijos, ¿Eh?—

—Ehm...—

—Papá Por favor, no empecemos, ¿Si?— Daniel miro con suplica a su padre. Temo suspiro.

—Enrique, ayuda con el equipaje de ellos y llevalos a uno de los cuartos de huéspedes, ahí estarán durante su estancia aquí— Ordenó a su chófer.

—Si señor—

—Ay, no todavía no creo que estés aquí, te extrañamos un montón hermano— Habló Laurs. —También a ti papi, y a Erick—

—Y yo conozco a alguien más que también te debe extrañar mucho— Dijo Ari, mirando con una sonrisa a su hijo mayor.

Pa', ¿Puedo jr?— Daniel sonrió con malicia.

—Daniel, acabamos de llegar—

—Por favor— Puso ojitos de cachorro.

—Esta bien, ¿Pero como le harás? Recuerda que él ya no es el vecino—

—No creo que Daniel se pierda, si, ya no vive tan cerca, pero tampoco tan lejos, solo vive pasando el parqué, a dos calles de la heladeria— Indicó, Aristóteles.

—Ja!, ni tan lejos es, bien, vuelvo luego—

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—Para que nos de el resultado debemos divirlo con 2— Decía el ojinegro revisando sus apuntes. —¿Cómo vas, Max?—

—Pues...ni yo se, soy malo en matemáticas— Reprochaba el chico de nombre Max.

El timbre de la casa los interrumpió en sus estudios.

—¡Yo abro!— Gritó Sebastián.

Se acercó a la puerta y lo abrió sin mirar.

—¿A quién necesitas?— Preguntaba mientras abría la puerta.

—Sebastián...—

—Daniel...—

Los dos se quedaron viendo por unos segundos, luego se unieron en un abrazo.

—¿Cuándo llegaste?— Preguntó el menor, separándose del abrazó.

—Llegué hoy, hace poco— Respondió a la pregunta.

—¿Quién era Sebastián?— Un chico de cabellos rubios y ojos verdes, llegó a donde estaban ellos dos.

Daniel al escuchar esa voz, alzó la mirada con el ceño fruncido.

—¿Y este quién es?—

Operación Aristemo [Reescribiendo] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora