Buenos recuerdos de mi ex

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Iñigo, Asier y Gaizka están sentados en un parque que no está muy lejos de la zona de bares. Están bebiendo a cubatas, entre los tres, una botella de ginebra de 700 ml mezclándolo con refresco de limón; con el frío que hace ni han comprado hielos.

—Tú, venga, bebe más rápido que me voy a congelar —le recrimina Iñigo a Gaizka.

—Tranqui, tío. Si me acabo de echar el segundo —responde él.

—Por eso, macho, si Asier y yo ya llevamos la mitad de este.

—Igual ni nos da para otros tres enteros, ¿eh? —añade Asier, levantando la botella, a la que le queda menos de un tercio.

—No te rayes. —Gaizka da un pequeño trago—. Oye, ¿os acordáis de Janire?

—¿A qué viene eso ahora? —pregunta Iñigo molesto.

—Sí, tu ex —dice Asier —. ¿Qué pasa con ella? ¿Está aquí?

—Ni idea, pero me he acordado de algo que pasó un sábado que quedé con ella.

—Ah, sí, cuando solo te veíamos una vez al mes. Qué buena época aquella... —suelta Iñigo—. Hasta que te rompió el corazón. Pobrecito...

—Ja, ja. Qué risa.

—Ah, no, espera, que fue porque te fuiste de Orgamus. —Se ríe—. Solo estudiaste anatomía, ¿eh, golfo?

—Bueno, ¿y qué pasó? —dice Asier intentando reconducir la conversación.

—Pues como he dicho antes, un sábado quedé con ella, pero al cabo de nada volvió a casa porque...

—¿Es la de su hermano? —Le interrumpe Iñigo.

—Sí. ¿Te la he contado ya?

—El día después o algo así.

—Ah, entonces nada.

—¿Qué de su hermano? —Asier no puede evitar sentirse algo excluido—. ¡Yo no me lo sé! Cuéntalo.

—Está bien. —Gaizka se muestra satisfecho por haber creado expectación—. Es uno de los buenos recuerdos de mi ex. Ocurrió el año pasado. En... noviembre, creo. En realidad, la fecha no importa. Yo había quedado con ella delante de su portal, después de cenar, a las diez, o la hora que fuera. Su madre estaba con su grupo de madres divorciadas y su hermano en casa jugando a videojuegos, como siempre.

—El pavo se quedaba todos los putos sábados jugando a videojuegos —añade Iñigo entre risas.

—Gracias por interrumpirme. —Iñigo se calla y bebe un buen trago de su vaso—. Pues eso, que Janire salió de su portal con mala cara y le pregunté qué le pasaba: había discutido con su hermano.

—El friki.

—Iñigo, cállate. —Gaizka bebe un pequeño trago y retoma la historia—. Al parecer, ella le vaciló con que no salía de fiesta y se quedaba jugando online con «amigos», en vez de buscarse amigos de verdad con los que estar en la calle y no detrás de una pantalla. Que a ver cuándo iba a madurar, que ya estaba en 1º de bachillerato, que ya era hora de que dejara esos videojuegos de rol y saliese a conocer chicas, que iba a morir virgen y demás. Él respondió que no le gustaba la fiesta, el alcohol, bailar ni el reggaetón, y que se lo pasaba mejor jugando; que a ver a quién le hacía daño con esa elección. Janire le dijo un par de cosas más y, básicamente, este acabó la discusión mandándola a tomar por culo, jurando que se iría de esa casa en cuanto pudiese para no verla más y diciendo que la odiaba y que prefería morir virgen antes que salir con un gilipollas como su novio; en este caso, yo.

Un sábado cualquiera (COMPLETO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora