Capítulo 4

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Capítulo 4

Anne

Un olor especial llega hasta mí cuando me dedico a deambular por mis tierras buscando la soledad completa. Mi manada es numerosa, pero, no consigue paliar mi sensación de soledad, así que...prefiero estar tal y como me siento.

El rastro dulce y caliente me hace avanzar aunque, quizá tendría que retroceder. Siempre me he caracterizado por ser analítica y fría. ¿Por qué eso estaba cambiando? Al llegar a la colina me detengo en seco. Algo ha cambiado en el ambiente. Vampiros. Me transformo enseguida y me giro para volver a la seguridad de la línea de lobos, pero el rastro conocido sigue ahí...Una verdad se hace evidente para mí obligándome a tomar una decisión que, probablemente, me traerá consecuencias. Roth está ahí fuera. Aúllo para atraer a parte de la manada. No se hacen esperar. Los licántropos somos así, podemos estar más o menos de acuerdo con lo que dicte un alfa, pero, nunca se discute. Quien quera el puesto tiene que lucharlo, no está bien visto en ningún caso, ni si quiera en uno como el mío, que se haga a traición.

Bajamos la colina, rápidos y precisos. Al menos una treintena de vampiros sedientos de sangre rodean a Roth y a otro joven. Cruzo una mirada con el supuesto líder de los híbridos. ¿Cómo se le ocurre salir de la guarida donde estuvieran escondidos? Todos los lobos sabemos que se está despertando en los fríos la sed de sangre. No pueden esconderlo porque, a raíz de eso, nuestros lobos más pequeños empiezan su cambio. Me fijo en el otro individuo. Incluso luchando soy capaz de distinguir su extraña mezcla de fragancias. Es como el carbón y el hielo, no sabría explicarlo.

Decapito unos cuantos sin pestañear. Tengo una altura y cuerpo imponente como lobo, todo lo contrario a mi figura humana. Ojalá fuera por eso que nadie me reta y no las leyendas...Destierro los pensamientos que podrían costarme la vida en un mal movimiento y me aseguro, junto a todos los míos que no queda ningún vampiro con vida. Ninguno, además de los dos que hemos venido a salvar.

Vuelvo a mi forma humana y pienso en lo contradictorio que ha sido mi comportamiento. ¿Por qué no he podido evitarlo? Los híbridos, aunque sea en una parte de ella, tienen un vampiro con sed de sangre activo. Suponen una amenaza para nosotros. ¿Para qué los salvo entonces? Mi manada espera que diga o haga algo.

-Arrestadlos. –Ordeno tranquilamente. Esa orden sí ha gustado entre los guerreros del clan que lo acatan sin problema alguno. . –Que nadie se entere de lo que acaba de pasar aquí. –Hay murmullos contradictorios que no voy a permitir. Ellos tienen que obedecerme. Además...Necesito tiempo. Vanessa y Joel no sé si estarán de acuerdo con lo que pretendo hacer -¿Entendido? –Emito un gran grito, desgarrador y ensordecedor incluso para sus oídos humanos. Una de las muchas características por las que me apodan "La mujer de hielo".

-No hemos atacado a los lobos. –Dice el prisionero del que desconozco su nombre. Le observo. Su pelo es de color ceniza y sus ojos de un gris perturbador. Está tan en calma que me pregunto si no se ha dado cuenta de que acabamos de detenerlo.

-Vuestra existencia es un ataque, en sí mismo, para los lobos. –Hago un gesto para que cada uno de los que lo tiene sujeto le proporcione un golpe seco con el que dejarlos inconscientes. Podría haber sido más sutil pero es la mejor forma de que estén desorientados y no sepan con seguridad si están en mi castillo o no. –Bajadlos a las mazmorras y haced turnos para vigilarlos.

Subo a mi cuarto antes de que nadie me diga cualquier cosa. Me siento frágil en la cama. Cuando emito cualquier grito de esas características mis ojos se vuelven casi del color del cristal y me agota físicamente. No quiero pensar en ello pero mi mente vuela a mi niñez.

"Mi padre arrastró los pies fuera de su habitación tambaleándose. Mi madre huía de él con mi hermano menor en brazos. Es un bebé recién nacido. Yo, por el contrario, tenía ya quince años. Me escondí en la esquina de la pared de la cocina para observarlos mejor.

-La primera vez tuve mis dudas. –Mi padre empuñó su hacha de guerra cogiéndola de los enganches de la pared. –Pero este niño es también extremadamente blanco y sus ojos... ¿Crees que no me daría cuenta de que no eran míos? –Mi madre intentó protegerse con su baza más factible. El silencio. -¿Cómo has hecho estos monstruos? –La zarandeó. –Dímelo, mujer, ¿con qué criatura del infierno los has tenido? –Mi padre, Broncano, medía más de dos metros, era pelirrojo y sus brazos bien podían medir lo que mi cabeza. Estaba fuera de sí y no había nada que se pudiera hacer para tranquilizarlo.

-Si los dioses no quisieron que tuvieras hijos, quizá, no veían en ti el reflejo de lo que debería ser un alfa. –Mi padre no dudó en cortarle la cabeza con el filo del hacha. Vi rodar la cabeza de mi madre, Atenea, por el salón hasta llegar a mis pies. El bebé murió con el impacto de su pequeño cuerpo contra el suelo.

-Terminaré contigo también. –Vino hacia mí hecho una furia. Ya podía imaginarme mi cabeza rodado también. Grité todo lo fuerte que pude. En realidad, quería ayuda, pero lo que pasó me dejó helada. Mi padre estaba allí, congelado, a unos pocos metros de mí con su hacha en alto. Me transformé en lobo entonces para, sin remordimiento alguno, arrancarle la cabeza al que había actuado, con reticencia, como mi padre durante quince años.

Esperé a que vinieran a por mí limpiando la sangre. Fue ahí cuando decidí que no lloraría nunca más. Tenía que ser fuerte.

-Ella es una bruja. –Gritó uno de los compañeros de guerra de mi padre.

-No debería ser alfa. –Gritó otro.

Luché con todas mis fuerzas transformada. Algunos se sorprendieron. Creía que era la primera vez que algunos me veían en mi forma lobuna. Gané a los que se atrevieron. Nunca supe cómo en realidad."

Me despierto sobresaltada, no sé en qué momento me he quedado dormida reviviendo mi peor día. Ese sólo fue el principio de por qué, a día de hoy, sigo siendo alfa.

-El prisionero se ha despertado y pide hablar contigo. –Poco había tardado Roth en sobreponerse del golpe que le habíamos dado. Es fuerte y se notaba en cada poro de su piel.

Bajo las escaleras hasta las mazmorras para encontrarme con el chico desconocido esperando. ¿Así que es él quien quiere hablar conmigo? Bueno, no es lo que había imaginado pero no sé qué mal puede hacerme a mí o a mi manada escucharle mientras decido qué es exactamente lo que voy a hacer con ellos.

-Tienes unas mazmorras enormes. –Señala siendo lo primero que dice.

-¿Tú eres? –Intento sobreponerme de lo sobrecogedores que son sus ojos grises. ¿Es eso lo que le pasa a la gente cuando me mira a mí?

-Blade. –Anuncia conciso. –Creo que deberías ir tras todos los Z512 y encerrarlos aquí abajo junto a nosotros. -¿Perdón? ¿Era alguna clase de broma? –Nuestra sed de sangre es más fuerte de lo que esperábamos. –Abrí un poco los ojos sorprendida con la información. ¿Para qué me la facilita? ¿Qué espera de mí? ¿Será alguna trampa? Pienso mientras repiqueteo con mi bota en el suelo. No estoy aún decidida y, Roth, acaba de abrir los ojos. 

SED DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora