Mi historia es muy distinta a la historia de la protagonista de este libro. Nací y crecí en Estados Unidos, donde el fútbol es el deporte femenino más popular. Más de 10 millones de niñas y mujeres juegan al fútbol en Estados Unidos, en distintos niveles. Todas las ciudades tienen clubes de fútbol con ligas amateurs, que tienen tanto equipos femeninos como masculinos. La popularidad del fútbol femenino hace que sea un deporte extremadamente competitivo.
Por ejemplo, la meta de muchas jugadoras adolescentes es poder obtener una beca para jugar fútbol Universitario en división 1 (NCAA I), pero sólo el 1 % de las jugadoras de Colegio Secundario son seleccionadas para jugar en los mejores equipos universitarios. De ellas, solo una llega a jugar a ese nivel. De ese grupo privilegiado de jugadoras universitarias, menos del 1 % llega a jugar en forma profesional.
Si bien tuve las ventajas de tener un gran apoyo de mi familia y de la sociedad en general que le da importancia al fútbol femenino; tuve que trabajar muy fuerte para poder alcanzar mis metas. Empecé a jugar al fútbol en el estado de Michigan a los 4 años. Primero jugaba en equipos mixtos y a medida que pasó el tiempo participé en ligas cada vez más competitivas. A los 14 años empecé a jugar en la división juvenil 1; califique para participar en el equipo estadounidense de Desarrollo Olímpico y comencé a participar en torneos en todo el país. Después de mucho esfuerzo, llegué a ser parte de ese 1 % de jugadoras que son becadas para jugar fútbol Universitario en División 1. Jugué para la Universidad de Florida y la Universidad de Houston.
Durante esos años, crecí mucho como jugadora y como persona. De repente estaba viviendo sola y entrenando varias horas diarias, mientras estudiaba y cumplía con mis responsabilidades de deportista universitaria. Durante todo este tiempo una cosa seguía clara para mí: quería eventualmente representar a Argentina como jugadora de fútbol.
La gente me pregunta: ¿Por qué elegiste representar a Argentina? La respuesta es simple: porque desde que tengo memoria ha sido mi sueño. Mis padres son argentinos y ambos representaron a Argentina en natación en los Juegos Olímpicos. Mi padre, nacido en Córdoba, fue a las Olimpiadas de 1984 y mi madre, nacida en Mar del Plata, fue a Corea en 1988. Visité Argentina desde chiquita y siempre me llamó la atención la gran pasión de los argentinos con el fútbol. El fútbol estaba en todos lados: En la radio del taxi, en el televisor de un restaurant, y en las conversaciones entre desconocidos en los ascensores. Los chicos lo jugaban en la plaza, amigos en la playa, y familias lo hacían en los asados. Para mí era un concepto maravilloso, y mágico; sin embargo, faltaba algo: ¿A dónde están los equipos de mujeres? A veces pedía sumarme a algún grupito que jugaba en la plaza. Me aceptaban sorprendidos y recibía comentarios con admiración e intriga: ¿Cómo aprendiste a jugar así? ¿Con quién jugás? ¿Con varones o con otras nenas? Desde esos momentos de mi niñez, decidí que quería ayudar a cambiar la percepción del fútbol femenino en Argentina. Quería que todos vean que nosotras también podemos tener pasión por el fútbol.
Después que me recibí de la Universidad, me mudé a Buenos Aires a jugar fútbol profesional. En esa oportunidad, aprendí más de cerca sobre los obstáculos que las jugadoras de fútbol tenían que sobrellevar en Argentina.
Mientras que, los hombres del mismo club recibían una buena Remuneración, nosotras teníamos que pelear para que nos paguen algunos pesos al mes, que solo alcanzaba para pagar el transporte al entrenamiento. Sin embargo, seguíamos creciendo, cada vez más jugadoras, cada vez más pasión y de a poco cada vez, más respeto.
A fines del 2017, tuve el honor de ser elegida para representar a Argentina en la Copa América y fui titular en seis de siete partidos. Logramos el tercer puesto y ese resultado desencadenó una revolución en el fútbol femenino argentino. Por fin, podía ser parte de este cambio que venía soñando desde chiquita. En agosto del 2018, durante un entrenamiento en la AFA sufrí una fuerte lesión en la rodilla derecha, cuando al caer mal me fracturé el ligamento cruzado anterior. Por un momento pensé que era el final de mi carrera deportiva. Después que pasó el shock inicial - y a tan solo 10 meses de la Copa del Mundo - decidí que iba a hacer todo lo posible para concretar mi sueño. Al día siguiente de la cirugía, todavía sufriendo de dolor, comencé la rehabilitación: De 4 a 6 horas diarias de fisioterapia que de a poco fue evolucionando y convirtiéndose en entrenamiento físico. Me dijeron que era casi imposible, que 10 meses no eran suficientes, pero seguí adelante, ignorando comentarios negativos. Por suerte pude contar con el apoyo de siempre de mi familia, mi marido de tan solo unos meses y un equipo de fisioterapeutas excepcional. Ocho meses después volví a la cancha, y exactamente 10 meses después de la cirugía, fui nombrada para formar parte del equipo Argentino que participara en el Mundial de Francia.
De un momento a otro, puedo ver el fruto de mis años de esfuerzo. Puedo ser parte de un nuevo futuro para el fútbol argentino femenino. De repente, puedo ver como otras jugadoras como Belén, ahora pueden soñar sin barreras, ser respetadas por lo que son, ser alentadas por todo un país. De repente, puedo ser parte de este libro que representa todas esas chicas que desde chiquitas, soñaron con hacer lo imposible, posible.
NATALIE JUNCOS
DEFENSORA DE LA SELECCIÓN ARGENTINA Y RACING CLUB.
CONVOCADA AL MUNDIAL DE FRANCIA
Buenos Aires 28 de mayo de 2019.
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Ovarios y Pelotas: más que fútbol femenino
Non-FictionLa historia de Belu, no es una más. Aunque, se parece a la de miles de niñas y mujeres que quieren jugar a la pelota y las condiciones, no son las mejores. Belén sueña con jugar como lo hacen todos los - y las- que ella admira. Por la fuerza, la...