-Conque, Jenn, ¿eh?-musitó la joven, tratando de abrir conversación. En verdad, llevaba varios meses sin mantener una conversación coherente.
-En realidad me llamo Jennifer, pero, prefiero Jenn. O Jenni. Me suelen llamar así.
Dicho esto, ambas rieron suavemente y Jenn desabrochó el primer botón de la bata que vestía. Luego otro. Y otro. Así fue dejando ver un bonito pantalón vaquero en tonos claros y una camiseta azul oscura, que se ceñía a su cuerpo, acompasada con sus curvas.
-¿Tienes calor?
-Sh, esto puede costarme un despido, jajajaja. Ahora, sin bata, ya no soy la auxiliar Jennifer Dorado. Ahora soy Jenn, simplemente soy una persona normal. Y como soy una persona normal, podemos ser amigas. ¿Te hace?
-En realidad yo no tengo muchas amigas. Cuando empecé con... ya sabes, los cortes y demás, pasaron de ser amigas a esas hijas de puta que se reían de mí.
-Bueno, pero yo no soy igual.
-O sí. Eso no lo sé. No te conozco.
-Pero puedes hacerlo.
-¿Y si me estás mintiendo?
-Puedes estar segura de que eso no está pasando.
-Bien, entonces, propuesta aceptada.
-¿Amigas?
-Amigas.-dijeron con firmeza, dando un apretón de manos con la suavidad de un bebé-Pero ponte la bata, que como te pillen...
-Llevas razón, jajaja.
Ambas dos rieron.
Aria no lo podía creer. Estaba riendo. Estaba riéndose de verdad, sintiendo esa risa. De repente palideció y las carcajadas dejaron de resonar en la habitación.
-¿Qué...? ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, sí... tranquila.
Acto seguido un médico de aspecto desgastado irrumpió en la habitación.
-¿Eres Aria?
-Sí. ¿Qué me van a hacer?-murmuró, irritada.
-Oh, por Dios. Nada. Solo voy a tomarte la temperatura, la tensión y unas pruebas que tengo por aquí... Poca cosa.
Acto seguido el doctor comenzó a coger datos médicos de la joven. Cuando hubo acabado se dirigió a Aria:
-Tienes historial de niña traviesa.-bromeó.
-Sí, bueno... Me rompí una pierna hace un año más o menos, y el brazo con 10 años, creo.
-Bien, vamos a revisarlos...-tomó un brazo de la joven.-A ver que veamos este brazo...¿Esto qué es?
Ella solo empezó a llorar, sin atreverse a articular palabra. El médico abandonó la sala y dio paso a la madre. Ésta empezó a calmar a su hija, acariciándola el cabello y la cara mientras siseaba.
-Venga, mi amor. Ya está.
Eran las 14:25 y Aria recibió su comida.
Después de intentar varias veces en vano dejar parte de ella, cedió y comió la sopa y el pescado que le habían puesto. Y, de postre, una manzana roja. Ésta última se la comió con mucho gusto, pues, según decía, era una de sus comidas favoritas.
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Caerás, caeremos.
Tajemnica / ThrillerMe llamo Rocío, Rocío Salvador. Tengo 14 años. Vivo en Torrevieja, cuidad alicantina (España). No he pasado la mejor infancia del mundo, como se puede decir. Me refuguié en los libros desde que tengo uso de razón. Hace como 4, 5 años que adoro escri...