Prólogo

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Poco se había escuchado hablar de Shelly Hole, un pequeño pueblo sin importancia, y aun así, es que algunas veces de aquellos lugares tan insignificantes surgen las más grandes historias, o las más aterradoras leyendas, cuentos que se pasan de voz en voz atravez de las diferentes generaciones, de los cuales muchas veces son falsos, aunque algunos guardan en su interior más de lo que aparentan, escondiendo en lo más profundo de los mismos una gran verdad, justo como el que ahora estas por escuchar, aquel evento que tendría principio en esa noche de luna llena y no habría de acabar el tormento hasta varios años después.

Todo parecía normal y transcurría tal cual como en los años anteriores, no había nada nuevo o fuera de lo común, los niños salían a jugar a las calles en shorts y camisetas por la gran temporada de calor que era costumbre por aquellos días, se perseguían entre ellos y se lanzaban grandes bombas de agua riendo a carcajadas, mientras sus madres decoraban las casas con cadenas de papel mache hechas de manera laboriosa por ellas mismas la noche anterior; Se subían a las sillas y colgaban las cadenas de tal manera que se viera un gran camino hasta la plaza central del pueblo, en donde los camiones de la feria empezaban a llegar para montar sus llamativos y coloridos juegos mecánicos. Todo era igual al año anterior, y al anterior a ese, todas las cosas seguían el mismo curso que deberían de seguir.

Comenzaba aquel día para Shelly Hole una semana de festejos que abarcaría del 4 de Octubre, (fiesta de su santo patrono San Francisco de Asís) hasta el 11 del mismo mes, en donde era costumbre hacer una cena con el fruto conmemorativo de la región: El albaricoque.

Así es, todo aquella farándula, fiesta y alegría no era por San Francisco, aquello era solo una coincidencia con las fechas, el verdadero motivo de la festividad era celebrar su evolución como pueblo productor gracias a aquel pequeño fruto, el cual no solo los había puesto en el mapa, si no que hacía del pueblo mismo una verdadera zona turística en donde había una muy buena recaudación de fondos por parte de los turistas y de los mismos lugareños.

Su fiebre por cultivar el albaricoque comenzó poco después de la fundación del pueblo, cuando Hesaín Mazzini, junto con otros compañeros descubrieron un gran campo de estos en las laderas vecinas casi cerca del espeso bosque que rodeaba lo que por aquel entonces era el pueblo; Fue entonces cuando Hesaín se dio cuenta de lo exquisito del mismo y decidió comenzar una exportación de albaricoques para los pueblos vecinos, empezando así a hacerse notar cada vez más y más hasta la actualidad.

Al día de hoy, por esas fechas miles y miles son los turistas que vienen de todas las partes del mundo, pues como esos albaricoques no había dos, eran en verdad los más dulces, suculentos, exquisitos, se hacía agua la boca de solo probar uno, se podía sentir en los labios la fina corteza de la fruta quebrarse y sacar ese jugo ácido dulce, dando una experiencia única a las papilas gustativas de cualquiera, además que los residentes del pueblo supieron sacar bastante provecho de su éxito, primero, vendiendo solamente el fruto, en kilos, cajas, paquetes enteros, después se hicieron de fábricas y en estas se hacían productos variados, como: mermeladas, aguas, crepas, jugos, pasteles, cremas, jabones, sales de baño, entre muchos otros, consiguiendo a su vez el interés de más y más gente.

Aquel pequeño fruto movía toda la economía en Shelly Hole, por ello se encontraban ese comenzado una fiesta, celebrando, tomando, decorando y bailando, sin tomar en cuenta la gran desventura que se avecinaba sobre de todos ellos.

El verdadero auge de la celebración del albaricoque comenzaba más que nada en la noche, pues una vez que los padres regresaban del trabajo y los hijos de la escuela, podían salir a disfrutar de la feria que comenzaba desde la orilla del pueblo, llevando un camino que rodeaba la plaza terminando por fin en la iglesia; y la verdad es que para aquel año el alcalde no había reparado en gastos, pues aparte de la decoración con la cadena de papel mache había luces de colores en el piso que seguían todo el trayecto hasta la alcaldía. Aquella era la noche de todo el año en que no había ni un solo habitante que estuviera en su casa, todo mundo salía, aunque fuera un momento para dar la vuelta solamente y comprar algunas chucherías, o hacer el recorrido completo; Incluso me atrevería a decir que la fiesta del albaricoque era más esperada por los niños que la Navidad misma, que el día de acción de gracias, o incluso Halloween; Ese año, hubo incluso una mayor recepción de gente extranjera, invitados de otros estados, países y condados vecinos venían, algunos por primera vez a conocer quedándose maravillados por la fiesta, y otros llegaban directamente a comprar los productos que se exponían en los diversos stands.

La maldición de Shelly HoleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora