CONFESIONES DE UNA ESPADA ROTA: PARTE I

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El borde afilado del arado cortaba a través de la dura capa superior del suelo, dejando atrás la vulnerabilidad del invierno para abrir paso a los cielos primaverales

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El borde afilado del arado cortaba a través de la dura capa superior del suelo, dejando atrás la vulnerabilidad del invierno para abrir paso a los cielos primaverales. Riven caminó por el pequeño campo detrás de la herramienta impulsada por los bueyes, su atención estaba entre poder estabilizar las amplias asas y las palabras extranjeras que torpemente salían de su boca.

''Emai. Fair. Svasa. Anar''.

Cada paso inundaba el aire de un aroma arcilloso, propio de la tierra recién arada. Riven sostenía con fuerza la madera mientras caminaba. Durante los últimos días, las asas habían despertado callosidades inactivas y recuerdos fugaces.

Riven mordió su labio, intentando deshacerse del pensamiento para continuar con su labor pendiente. ''Madre. Padre. Hermana. Hermano''.

El buey desnutrido sacudió una oreja conforme jalaba y el arado levantó pequeñas rocas. Estas golpearon a Riven, pero ella no les prestó atención. Traía puesta una camisa tejida cuyas mangas, sucias por la tierra, estaban enrolladas en forma de gruesas franjas. Los pantalones, que eran del mismo material, se habían teñido del amarillo oscuro del barro. Los dobladillos ahora serían demasiado cortos para el hombre para el que habían sido hechos, pero en ella apenas rozaban sus tobillos desnudos y la parte superior de sus sencillos zapatos llenos de lodo.

''Emai. Fair. Svasa. Anar''. Riven continuó el mantra, memorizando cada palabra. ''Erzai, hijo. Dyeda...''

Sin disminuir el ritmo de su andar, con su manga retiró de su ceja un mechón de cabello empapado en sudor. Sus brazos eran musculosos y con facilidad podía sujetar el arado con una sola mano. El granjero había subido a la casa por el almuerzo y un poco de agua. El anciano le había dicho que podía parar y esperar en el umbral del bosque sombreado que rodeaba la región, pero Riven insistió en terminar.

Una brisa fresca humedeció la parte trasera de su cuello y ella miró a su alrededor. El imperio noxiano había intentado doblegar a Jonia bajo su voluntad. Como Jonia no se arrodilló, Noxus intentó destruirla. Riven continuó su andar meditativo detrás del arado. A pesar de la fuerza del imperio, la primavera llegaría a estas tierras. Había pasado más de un año desde que Noxus fue expulsado; y los matices grises y marrones de la lluvia y el barro por fin abrían paso a brotes de color verde. El aire mismo parecía contener nuevos comienzos. Esperanza. Riven suspiró mientras sus mechones de cabello rozaron su mentón.

''Dyeda. Hija'', comenzó a invocar nuevamente, decidida. Volvió a tomar las asas de madera con ambas manos. ''Emai. Fair''.

''Se dice fa-ir'', dijo una voz proveniente de las sombras del bosque.

Riven se detuvo de golpe. Las asas del arado se tambalearon en sus manos y el raquítico buey fue jalado hacia atrás por las riendas de cuero. El arado se estrelló contra un gran terrón de tierra y su borde cortante produjo un sonido metálico al colisionar contra una piedra.

Historias de Campeones de League of Legends (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora