CONFESIONES DE UNA ESPADA ROTA: PARTE II

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El cielo nublado se había despejado desde la entrada de los magistrados. Cuando las enormes puertas al fondo de la sala se abrieron nuevamente, Riven vio cómo el recinto repleto de aldeanos se había dividido por un rayo deslumbrante de luz de día. Caminó por el umbral de la sala, su movimiento empujaba el aire inmóvil del recinto como si se liberara una respiración contenida.

Las puertas se cerraron tras ella. Dos sacerdotes guerreros la escoltaron por el largo pasillo que dividía al gentío. Una vez más, la sala de consejo se iluminó con el turbio resplandor de los tragaluces enroscados y las linternas cilíndricas que colgaban del techo esculpido. Observó cómo Shava Konte tragó saliva bruscamente cuando pasó junto a ella.

Sabía lo que habían visto. A una mujer, con el cabello blanco enmarañado con paja por haber dormido en una celda de piedra. A una extraña. A una enemiga. A una hija de Noxus.

La fatiga envolvía los huesos de Riven, tal como lo hacía el lodo de la granja que aún ensuciaba su ropa. Su alma se sentía rígida y deforme, pero cuando Riven vio al anciano sentado en el banco, enderezó un poco su postura.

Vio a los tres jueces sentados en el estrado, frente a ella. El más severo, sentado en el medio, le indicó que tomara asiento en lugar de permanecer de pie encadenada.

Riven rechazó la silla de madera, tallada con magia. Reconoció al alguacil como el jinete líder que había estado en el campo de los ancianos. Sus delgados labios se fruncieron, formando la misma sonrisa arrogante.

''Como prefieras, tú te lo haces más difícil''.

El alguacil se sentó en la silla con un aire de satisfacción. El juez del centro amonestó al alguacil con la mirada y después se dirigió a Riven.

''Sé que no eres de este lugar. Aquí, el dialecto es complicado. Hablaré la lengua común para que podamos entendernos mejor''.

Como la mayoría de los noxianos, Riven había aprendido lo suficiente de la lengua común de Jonia para dar órdenes, pero, como la tierra misma, el acento de cada aldea tenía una personalidad única, nutrido por sus habitantes. Ella asintió hacia el juez y aguardó.

''¿Cómo te llamas?''.

''Riven'', contestó. Su voz estaba ronca, ahogada en su garganta.

''Tráiganle agua''.

El alguacil se puso de pie, tomó un poco de agua y se la entregó. Riven miró el recipiente, pero no lo tomó.

''Solo es agua, niña'', dijo el juez que estaba sentado a un lado del juez del centro, y se inclinó sobre la mesa. ''¿Qué? ¿Temes que te envenenemos?''.

Riven negó con la cabeza, rechazando el ofrecimiento. Aclaró su garganta, determinada a hablar sin mayor asistencia. El alguacil frunció los labios y bebió un gran trago, el agua escurría por las comisuras de su boca. Mostró sus dientes en una mueca de desprecio hacia ella.

''Has sido convocada ante este consejo'', interrumpió la jueza, recuperando la atención de Riven hacia las tres figuras en túnicas y a la multitud reunida en el recinto. ''Porque deseamos saber lo que tengas que decir''.

''¿No estoy siendo sentenciada?''.

La jueza ocultó su sorpresa.

''No tengo claro cómo se ejecuta la justicia en el lugar del que provienes, pero aquí creemos que la justicia se cumple primero mediante la comprensión y el esclarecimiento''. La jueza se dirigió a Riven como si fuera tan solo una niña. ''Creemos que tienes conocimiento sobre un suceso que es de vital importancia para esta comunidad. Si ese conocimiento revela un crimen, entonces podrías ser sentenciada y castigada en consecuencia''.

Historias de Campeones de League of Legends (Actualizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora