Piba

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Te elegí mucho antes de siquiera pensármelo. Bastó un instante fugaz de tu ternura. Y como pólvora encendiste mi museo de sentimientos.
Mi corazón habló por sí solo.

El recuerdo se quedó impregnado con ese aroma a nostalgia. Era como si tus encantos me gritasen: "no la olvides". Estas memorias me sirven a menudo para sentir y trasladarme a la quimérica primavera de mi singular alegría. Me traslado entonces a aquellos ratos, instantes, segundos donde bastó el brillo de tus pupilas para hacer que un corto número, diálogo, se conviertese en un eterno "acto seguido".

Como la vieja cinta de una película sigue corriendo la nostalgia. Una piba con anteojos, desde luego, es la principal en esos vestigios agridulces del pasado.

Aún hoy puedo sentir el frío y la incertidumbre de ese pibe, no muy lejos del que soy, intentando pelear con aquellos sentimientos. Alguien que intentaba convencerse de que al final sólo sería polvo de hadas, y no fue así. Ese pibe gritaba desde dentro con todo el amor que podía. Articular algunas palabras parecía un modo más sencillo de expresarse. Sin embargo, cientos de razones parecían darle otro argumento al silencio.

En este vaivén de ideas, toca siempre la tarea última de discernir. Esto fue algo que me lo pensé más que nada y que quise más que a nada. Simplemente por esa sonrisa que nos marca, creo que valió la pena, al menos para un rato. Cuando te veo aún puedo sentir el silencio, aún puedo poner en pausa mi atención. Sólo observo, ni me acerco, ni comento. Me quedo en blanco y me digo, sigue siendo ella la musa de mis palabras.

Tristemente no ha cambiado mucho. Ni costumbres, ni hábitos, ni tejemanejes del día a día. Nada borra los orígenes de nuestros más sinceros anhelos. Te sigo escribiendo aunque ya no me leas. Te sigo queriendo aunque ya no lo sepas. El arte es expresado y re-expresado por cada uno a su modo. Sin importar el espacio y tiempo vos has sido mi musa. Algo que sos todavía, y no sé cómo, ni se cuándo, este imposible necesario dejará de habitarme.

Lamento sentirlo y decirlo así de simple, pero es la verdad: por esta vez no tengo respuestas, por esta vez no puedo rebatir conmigo mismo. La única forma de salir, al menos parcialmente, es aceptar cuando toca perder. Y como muchos escritores, de cierto modo, disfrutar de mi sufrimiento, hacerlo mío y, como estas líneas, hacerlo arte.

Cariño y dolor: lo cotidianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora