3. No alargues tu viaje más de lo necesario

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Manolita entró en la cocina donde estaban las camareras de piso estaban desayunando:

—Vamos, hay que darse prisa hoy, que tenemos mucho trabajo.

—Ahora voy, Manolita—respondió Amelia terminándose de un trago el café que aún tenía en la mano.

Se levantó y estaba a punto de salir de la cocina cuando Manolita la interrumpió.

—Oye, Amelia, que he visto que tú y Luisita os habéis hecho inseparables—Amelia asintió sonriendo—. Cuanto me alegro, mi hija tiene suerte de tener una buena amiga que la aconseje. Estamos sus padres, pero ya sabes cómo son los hijos, tus consejos son los últimos que escuchan.

Inseparables era la palabra. Después de aquella noche en el ensayo se habían visto prácticamente todos los días. Amelia había empezado a ensayar en el King's varias veces por semana, y cada vez que tenía un descanso en el hotel intentaba escaparse para ir a tomar un café con ella. Incluso varios días desayunaban juntas en el Asturiano, la cafetería de su familia.

Estos últimos también la habían recibido con los brazos abiertos. Manolita, que era la gobernanta del hotel, la ayudaba y enseñaba lo que podía y en más de una ocasión la había cubierto cuando había cometido algún error. Marcelino, el padre de Luisita, también trabajaba en el hotel de cocinero y muchas veces le preparaba algo para comer o para cenar con los restos de la comida del hotel. Y María solía darle consejos sobre cómo abrirse camino en el mundo del espectáculo –"no trabajes gratis con la promesa de que así te darás a conocer. La gente que ofrece ese tipo de contratos lo único que quiere es explotarte"– ya que ella misma era actriz.


Una noche, Amelia se encontraba en su cuarto del hotel preparando un número nuevo. Estaba tan concentrada que ni cuenta se dio cuando Ana entró en la habitación No sabía cuánto tiempo llevaba ahí cuando se hizo notar con una disimulada tos.

—Ay, Natalia—Habían acordado que la llamaría Natalia incluso en privado para evitar deslices—. ¿Qué haces ahí?

—Te recuerdo que esta también es mi habitación—le respondió Ana con una sonrisa—. Te vi tan metida en tu ensayo que no te quise interrumpir. Se te da muy bien.

—Gracias. Lo disfruto muchísimo. Tengo unas ganas de poder actuar en directo. Enfrente de un público.

—¿Y cuándo será eso?

—Pues no lo sé, a la hermana de Luisita, María, no le gusta mostrar el tipo de espectáculos que yo hago en el King's—Amelia respondió con cierta resignación.

Amelia se fue a sentar a la cama y Ana la acompañó.

—¿Sabes que los De La Vega están intentando comprar el Asturiano? —le preguntó Ana.

—Algo me ha contado Luisita. Por lo visto su abuelo está teniendo problemas con los inspectores y se lo quieren cerrar.

—No lo entiendo—Ana respondió pensativa—. Este hotel no es tan rentable. Por lo que he podido averiguar, hasta hace unos años, esta familia tampoco tenía nada. ¿De dónde están sacando el dinero ahora para comprar el hotel y el Asturiano? Por lo visto planean hacerse con toda la plaza.

—¿Eso te lo ha contado Carlos?

—Un poco. No he querido hacer muchas preguntas a no ser que salga el tema.

—¿Qué impresión te da? ¿Sigues sospechando de él?

La inspectora sacudió la cabeza.

—No sé que pensar, Amelia. ¿Sabías que su mujer, Covadonga, murió hace seis años? Y es justo entonces cuando parece que la suerte de esta familia empezó a cambiar.

La Guía del Viajero del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora