Parte 4

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—Lo siento, esta vez fue mi turno llegar tarde.-me disculpé. Había tenido un día atareado.

—No te preocupes. Estamos a mano. ¿Café?-asentí y ella amablemente pidió uno para mí mientras bebía el suyo. 

—¿Con qué parte de la historia vas a deleitarme hoy?-pregunté a modo de burla, pues ella sabía que cada palabra era deleite. Verla simplemente lo era. <<No, olvídalo, no puedes pensar así>> me contuve y bebí de mi café recién servido. 

Creo que no es necesario decir que aquellas cosas no tan relevantes son omitidas en esta historia, pues sólo quiero centrarme en lo que la hace realmente especial. Quizá por eso sean tan breves las cosas que escribo, no es cuestión de rellenar con datos o curiosidades vanales cuando podría hacerlo más sencillo y puro. Y créanme, merece la pena. 

<<Aquella vez que mencioné la charla con el camarero...no puedo dejar de pensar en eso desde entonces. Cuando pregunté, su respuesta no fue la que esperaba. 

—Viene aquí casi todas las tardes desde hace mucho tiempo, ya no recuerdo cuánto. Es más joven de lo que aparenta pero ha pasado por mucho...no es una mujer afortunada.-sonaba apenado, y yo tragué un nudo en mi garganta

Quizá sí debería haberme acercado aquella noche en la que estaba sola en la esquina. Era tarde, hacía frío y no llevaba abrigo alguno. Algo tendría que haberme dicho aquello. —¿Conoce su nombre?

Él, con algo de pena, negó. Dijo que ella siempre cambiaba su nombre y no sabía cuál era el verdadero, por lo que todos optaron por llamarla "muchacha" entre ellos y, según el día, la llamaban por el nombre que dijera. Y siempre tenían esa mesa vacía y disponible para ella, no importaba la hora que fuera. Sabían que la mujer de pelo castaño llegaría en cualquier momento y bebería un café cortado con crema y dos cucharadas de azúcar o un café negro; esto dependía de su humor, claramente: cuando la veían animada, el café tenía crema y sabor dulce, cuando ella tenía malos días sólo pedía cafe negro, fuerte y amargo, como si así tragase la amargura que estaba sintiendo.  ¿Qué la llevaría a elegir más a menudo el segundo tipo de café?>>

—Vaya. Juro que hago lo mismo con mi café, ha de ser algo que muchas personas tenemos en común, mira-le enseñé mi taza-suelo beber café cortado con crema y azúcar.

Ella sonrió y asintió, era evidente que muchos teníamos esas costumbres en Madrid. Me pregunto si ella lo beberá siempre negro por su estado de ánimo o simplemente por gusto...

Continuó contando la historia de aquella vez. Y terminada esa fecha, pasó a unos días siguientes en los que finalmente logró encontrarla. Juntó coraje, mucho valor.

<<Era hermosa de frente y de cerca, puedo asegurarlo, la mujer más bella que yo jamás hubiera visto>> confesó como si aún estuviera enamorada <<Debo admitir que mi manera de acercarme no fue la más convencional pero todos los meseros e incluso el cajero estuvieron de acuerdo conmigo, ellos ya sabían que lo tenía planeado.>> bebió de su café oscuro, casi tanto como su cabello <<Aquella tarde arrastré mi silla haciendo todo el ruido posible para llamar su atención. Recuerdo la mirada pesada de los demás clientes como diciendo "oye, qué no te das cuenta de lo molesta que estás siendo, joder">> gesticuló e hizo una voz más gruesa para contar esta última parte <<y una vez que llegué a su sitio, acomodé mi silla frente a la de ella. Me ignoró totalmente" 

¿La ignoró? ¿Cómo ignoras a alguien que llama la atención en sólo segundos? Vamos, esta mujer no pasaría desapercibida. Tuvo que ser adrede. 

—Luego de eso, tosí mucho. Carraspeé mi garganta hasta que finalmente levantó la vista. Bueno, llevaba gafas, pero pude notar que sus ojos eran marrones oscuros y que, además, no llevaba bien puesto el maquillaje. Todo su delineador y su sombra estaban esparcidos alrededor del ojo izquierdo, estaba muy mal pintada o había estado llorando.-se rió irónicamente-Hoy sé que no era eso lo que tenía sino un golpe...

Mi corazón se detuvo por unos segundos. ¿Un golpe? ¿Acaso era golpeada por su marido? Sentí una gran angustia al escuchar eso, bebí de mi café muy rápido para pasarla y no funcionó, siguió allí. 

<<Supe que no iba a hablarme, así que decidí hacerlo yo, de la manera en la que sabía que ella respondería. Tomé una libreta de mi bolso, un bolígrafo cualquiera y escribí "hola". 
Al entregárselo, tomó su bolígrafo también y escribió lo mismo en otra hoja. Ella siempre estaba allí escribiendo ¿recuerdas?
Fue entonces cuando decidí preguntárselo. "¿Cuál es tu verdadero nombre?". Dudó un buen rato antes de escribir pero lo hizo, "Ana". Nunca un nombre tan corto y común sonó tan bello en mi mente ni al leerlo. Ana. 

—¿Qué haces aquí todas las tardes, Ana?

—Lo mismo pregunto-susurró

—¿Yo? Te observo, ¿tú?

—Yo escapo.

Rose SpezzateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora