Otra mañana gris como cualquier mañana, como cualquiera de sus días y sus noches. Fría y solitaria, abrumadora, depresiva. Como si cada vez que abriese los ojos al despertar todo viniese cuesta abajo.
Minutos más tarde de haber despertado ya estaba levantada. Ni una ducha se había dado, no tenía derecho a hacerlo hasta que él ya se hubiese ido. Y estaba mejor así, pues podía aprovechar cuanto quisiera el agua caliente si dejaba pasar un buen rato. Y déjenme decirles que, al menos para ella y sus moretones, sus heridas, era relajante.El olor a café recién hecho, humeante, invadía la cocina y parte de la sala todavía. La casa se mantenía cálida por la calefacción de la noche anterior, los vidrios de las ventanas empañados producto del contraste con el frío invierno tajante de afuera. Se acercó a una de ellas y posó su mano dejando huella, la cual no tardó mucho en deshacerse. Afuera todo se veía igual que adentro: gris. Quizá era porque así se sentía.
Pudo distinguir a lo lejos una bandada de pájaros alejarse volando y cómo deseó ser uno de ellos y volar libre, no importaba a dónde, sólo volar. Todo lo que quería era escapar de allí.
Las huellas de sus manos en los vidrios desaparecían a la par de la bandada, a la par de su esperanza, de sus ganas de vivir, de cualquier recuerdo de alegría, pues estos se perdían lentamente con el correr del tiempo.¿Dónde había quedado aquél hombre que juraba amarla infinitamente? Aquél que le prometió sonrisas, caricias y todo el amor que jamás había tenido...desapareció casi tan rápido como esas huellas.
Se conocieron jóvenes, pero eso no quitaba que hubiese sido amor. Amor del bueno, hasta que dejó de serlo. Amor puro, hasta que fue contaminado, y no podía recordar cuándo fue que pasó ni cómo. De repente, un día, todo se había vuelto gris.
Ella sabía que el amor no duraba para siempre, lo tenía claro, pues nunca había conocido el amor hasta que lo conoció a él. Su vida había sido dura, su familia no la había querido, no tuvo amigos hasta llegar a la universidad, la cual abandonó para casarse con él, con Gustavo, con el hombre que, meses más tarde, rompería su corazón de todas las maneras imaginables y posibles.
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Rose Spezzate
RomanceMi nombre es Karla, aficionada a la lectura y a la escritura desde pequeña. Me mudé a España cuando era joven, poco antes de terminar la universidad. Desde entonces he conocido personas e historias increíbles, pero ninguna me ha cautivado tanto como...