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Narradora:

Después de aquel encuentro en el salón de música, Zenitsu caminaba muy pensativo hacia su hogar. Aquella conversación que tuvo con Uzui estaba rondando por su cabeza y el sonrojo cada vez más se intensificaba.

«Te haré mío, Zenitsu».

Su cara se tornó roja y comenzó a maldecir en voz baja.

—Me va a doler— sorprendido de sus palabras se tiro una bofetada.

Aun que iba a admitir, ¡No le parecía mala idea! Amaba con locura al mayor que incluso tendría sexo con él, pero el pequeño rubio aun no se sentía preparado.

—¡Oh! Zenitsu-san.

El rubio volteo sorprendido al ver a Senjuro con su hermano mayor.

—Hola Senjuro-san, buenas tardes Renguko-sensei— saludó.

—Oh, vamos a llegar tarde hermano, hasta luego Zenitsu-san, ¡nos vemos!— se despidió el menor y el mayor simplemente hizo un ademán con las manos.

Zenitsu sonrió ante la escena mostrada. Sin duda las cosas mejoraron para su pequeño amigo, pronto le pediría detalles.

—Ara, ara, ¿Agatsuma Zenitsu?— el rubio maldijo mentalmente por no haber percibido a aquella persona.

—Enmu...— volteo a mirar a la chica que ahora estaba frente suyo.

—Hmm, tengo que hablar con Kaigaku, ¿Me podrías guiar?— preguntó.

—Hmmm, sí.

El camino hacia la casa del menor era silencioso e incomodo, que recuerde, Enmu nunca le puso una mano encima, pero si le decía sus "verdades", escucho con atención el corazón de la chica, pero no había ningún tipo de intención malvada por parte de ella.

—Relajate, vengo en son de paz— sonrió.

—Lo siento, pero aun es incomodo, ya llegamos.

Zenitsu saco la llave de su mochila y abrió la puerta.

—Ya estoy en casa— dijo el rubio.

—Bienve.. ¿Enmu? ¿Qué te trae por aquí?— pregunto el azabache relamiéndose sus labios.

—Dijo que quería hablar contigo... Bueno... Me voy a mi habitación— hablo incómodo por la tensión entre ellos dos.

Narra Zenitsu:

Prácticamente había huido de allí, no me gustaba el ambiente sexual entre esos dos, me puse mis auriculares con el volumen al máximo y me dispuse ha ordenar mi habitación y hacer mis tareas. Eran al rededor de las 9:12 p.m., mi estomago comenzó a rugir.

Me quite los auriculares, pero al hacerlo los gemidos y gruñidos invadieron mis oídos, me los volví a poner rapidamente.

Que iban a hablar decían.

Deje una nota encima de la mesa y salí de casa.

Caminaba solo por el parque, me dispuse a sentarme en uno de los columpios mientras me ponía a pensar en las cosas que habían pasado últimamente, estaba muy distraído que no note que alguien había posado sus brazos por mis hombros, no me asuste, podía reconocer sus latidos a donde fuera.

—Uzui...

—Hola, rayito— reposo su barbilla en mi cabeza—¿Qué haces aquí?.

—Pienso.

—¿En que piensas?.

—En ti— sonrió.

Narradora:

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