Sobre las placas tectónicas
se posa el rey del todo:
truenos, relámpagos y tinieblas
batiéndose en furia, sangre y lodo.
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Es el castigo del Tártaro
el azote del inframundo:
enemigo de todo lo que vive,
de nuestra existencia oriundo.
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Son las refriegas en el Olimpo
que libramos en carne y hueso;
que luchamos contra el fin del mundo;
que sobre nuestra mortalidad ejercen peso.
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Así, la batalla hoy ganamos
y hoy a la bestia sepultamos,
pero mañana incierto es, lo sabemos
y esperamos que bajo el Etna no estemos.
