Supongo que me desmayé porque no recuerdo nada más desde ese momento. Sé que debe ser incomoda la incertidumbre de no saber si sobreviví o les está contando esta historia la consciencia de un niño muerto en un árbol. Pero antes de aclarar eso, déjenme contarles lo que vi esa noche en que mis sueños y los del podrido se mezclaron.
No creo que habérselos dicho pero los árboles no sueñan. Eso implicaría que tuvieran anhelos y es algo de lo que también carecen. Así que no estoy seguro de la procedencia de las quimeras en las que me vi envuelto, pero su recuerdo quedo tan vivido en mí que me creo capaz de describirlas.
Era una noche como la que acabo de relatar, pero más tormentosa. Esporádicos relámpagos resaltaban la sombra del podrido en el suelo, que tal vez por la perspectiva parecía más grande que antes. En ese sueño, los ojos de aquel árbol era un cuervo que graznaba parado en una de sus ramas. Sobre la tierra en la que se proyectaba su sombra, había múltiples cadáveres de animales, algunos a medio digerir y otros carcomidos hasta sus huesos. Una ominosa voz que parecía surgir de todos lados y ninguno a la vez, pero que no era la de un árbol o de un hombre, retumbó en los pequeños oídos del ave pero esta no hizo caso a sus órdenes, era su aliado.
Pequeñas aves vinieron a estrellarse contra el tronco del podrido igual que granizo cae en un techo, acudiendo a su llamada de auxilio por comida. Cayeron engañados como las ingenuas aves que eran, la tierra se removió voraz, y esta vez, devoró hasta sus huesos. El cuervo que se posaba en sus ramas era uno de sus discípulos, en los cielos propagaba su mensaje a sus presas, y a veces las compartían al tener la misma dieta a base de carroña. Aquella inteligente ave, sabía que le llegaría su turno, pero su libertad estaba perdida hacía tiempo. La orden de ir en busca de más víctimas llegó contundente y su fiel lacayo alzó vuelo, en el aire pude ver como eso que alguna vez fue un inofensivo árbol se había convertido en una espantosa forma antropomorfa de madera y hojas.
Sus raíces brotaban de la tierra como varices palpitantes, su tronco hacía de torso, sus gruesas ramas como dos extremidades, terminando en manos abrían hacía el cielo. El podrido no tenía rostro, o al menos no llegué a verlo, lo único que poseía semejante a eso, era un hueco en medio de sus dos brazos abiertos, aquello lo hacía parecer la visión terrenal de un enviado a la tierra en busca de destrucción.
Antes de que el ave se alejara lo suficiente para perderlo de vista y yo despertará, o tal vez todo lo contrario, me sumiera en un sueño más profundo, un estruendoso trueno sobrecogió el firmamento, y un relámpago ilumino al árbol. Aun creo que haber visto que de ese hueco oscuro y cavernoso emanaba sangre.
Y ya dejando de lado los melodramas, si desperté. Me estuve asfixiando un breves instantes, hasta que la rama se rompió, caí, me golpeé la cabeza, y quedé inconsciente. El jardinero, me dio RCP porque no respiraba y hasta que volví a hacerlo.
Comprendí el plan del podrido cuando estaba tratando de dormir en mi cama sin lograrlo. Al otro día volvimos, talamos ese infernal árbol, y quemamos sus restos.
Lo que quería era fortalecerse a base de pequeños animales, para después pasar a presas mayores. Yo sería la primera víctima de la especie que de verdad le interesaba. Por suerte, también la última. Supongo que el rencor del ahorcado, se quedó grabado en su mente cuando iba a morir, y penetro su madera como un veneno, contaminó el suelo con sus raíces hambrientas con deseos de venganza.
He reflexionado largos años sobre esto y aun no llegó a la conclusión de si el ser humano es o no un ser que contamina todo lo que toca. Aun no entiendo qué es lo que nos hace diferentes a los otros seres vivos de este planeta, de dónde viene esa ansía de destrucción que parece no tener fin.
Tal vez perdimos algo en el camino hasta aquí, algo que los animales si tienen. Algo que nos hacía escuchar a los árboles, a las aves y al viento. Por eso te cuento esta historia, porque quiero que intentes recordarlo. Yo seguiré buscando historias, a ver si descubro cómo recuperarlo.
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El podrido
Short StoryUna historia puede recorrer las entrañas de la tierra, y contaminarla. Esta es la de un niño que escuchaba a los árboles, de un suicidio y de un ombú moribundo. Los árboles no tienen rencores, tampoco secretos, ni pesadillas. Porque los deseos de ve...