Capítulo 3

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Salí por las puertas mecánica hacia el lado público del aeropuerto, buscando con la mirada algún cartel con el nombre de la residencia. Sin embargo, no veía nada. De repente alguien me apretó la cintura abrazándome, al principio me asusté, pero luego sentí el olor característico de él, menta y cigarrillo y sonreí. Di la vuelta y lo abracé colgándome como un koala a su cintura. Él me daba besos por toda mi cara y eso me hacia sonreír.

- Eres preciosa - Me besó, era un beso tan cálido, tan suave, sus besos siempre me hacían sentir mariposas en el estomago. 

- Me encanta este recibimiento - bajé lentamente de su cintura, ya que la gente nos veía con extrañeza. - ¿Mi hermano no vino contigo? - Recién me había dado cuenta de su existencia, después de haberme abalanzado y besado a Aron. 

- No tranquila, me aseguré que no pudiera venir - solté una risa - para poder recibirte como es debido. - Volvió a besarme, pero esta vez un beso corto, ya que debíamos irnos al auto.

Al subir a la parte trasera de la camioneta, me di cuenta de que había alguien más, se me hizo conocido, y cuando Aron prendió la luz del auto desde el asiento delantero, pude ver al chico que me ayudó con las maletas, Yon estaba sentado a mi lado.  

- Chica de las maletas - me sonrió - así que vas en mi residencia.

- Pues parece que sí. Gracias de nuevo por ayudarme, no tenía ganas de ser parte del equipaje hoy. - carcajeó

- ¿Se conocen? - Preguntó Aron

- Sí - soltamos ambos al mismo tiempo - me ayudó con las maletas- dije yo

- Ya - fue lo ultimo que Aron dijo y comenzamos a salir del aeropuerto.

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El centro de la ciudad se comenzó a ver, sus edificios tan antiguos algunos y tan jóvenes otros, autos por doquier. Estaba segura de que en este momento parecía una boba mirando todo con tanta ensoñación, pero es que siempre había querido vivir en Madrid de nuevo, donde los sueños se cumplen y el amor se respira y dónde tenía tantos recuerdos.

-- ¿Es su primera vez en Madrid, señorita? - Yon me habló

-- Pues no, pero amo esta ciudad

-- Madrid es un sueño y vivir en la ciudad es emocionante. Créeme, serás muy feliz aquí – y eso esperaba.

Unos minutos después de nuestra corta conversación, habíamos llegado a la residencia, o bueno, el lugar que creía que era mi residencia, ya que el amigo chófer se había detenido ahí.

Aquel imponente y lujoso edificio, era una maldita mansión, seguramente el chófer tenia mal la dirección y me había llevado a la mansión Madrileña de las Kardashian.

-- ¿Está seguro de que es aquí? – me dirigí a Aron que ya comenzaba a sacar mis maletas

-- Claro Solcito, esta es la residencia Castilla. – me di vuelta volviendo a divisar la imponente estructura aun dudando. Hasta que un chico alto y de contextura gruesa, además de una gran sonrisa de idiota salió del edificio.

Corrí a abrazarlo con gran emoción, era el idiota de mi hermano, así que sí, era cierto, la mansión de las Kardashian sería mi nuevo hogar.

-- Estás gigante, enana – el grandulón aún me apretaba contra su pecho

-- No lo creo – le respondí cuando al fin me pude soltar de sus grandes brazos – yo sigo igual de pequeña, eres tú el que cada día crece más. Dime la verdad Andrés, ¿estas tomando esteroides?

-- Ay, hermanita, sigues tan loca como siempre.

-- Obvio, ¿recuerdas la regla 9?

-- Claro, "Nunca cambiar". Como no la recordaría, si me obligaste a aprenderlas, sino no me dirigías la palabra de niña. Siempre has sido bastante mandona.

-- Uff, hablando de eso, ayúdame a subir todas mis maletas, quiero decorar mi cuarto. – yo ya me dirigía a una maleta cuando él me detuvo.

- Ah no claro que no, hermanita, te conozco y estarás toda la noche sin salir de ese cuarto – su mano se dirigía a la residencia – hasta que termines de ordenar perfectamente todo

-- Pero... - Yo en serio quería decorar mi cuarto

-- Nosotros nos vamos de fiesta, quedé de juntarme con unos amigos allí, quiero presentártelos. – solté un bufido. Yo no soy de las personas que tiene amigos, en realidad nunca había necesitado tenerlos, mis únicos compañeros habían sido Andrés y mi Hámster Pepe, que había muerto hacía un año. Y Arón no contaba como amigo.

-- ¿Es necesario? – la verdad es que me daba pereza conocer gente nueva. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo se saludaba, era de beso, dando la mano, o un simple movimiento de cabeza? ¿De qué se hablaba?

-- No estés nerviosa, sé lo que estás pensando, pero, no tienes que hacer nada, ellos son muy amables, así que harán todo por ti, tú solo trata de no dejarme en vergüenza. – lo fulminé con la mirada y él soltó una carcajada. – Ya estás en la universidad, Aurora, aquí las cosas cambiaron y créeme que tú vas a cambiar.

Ay, hermanito, no sabes cuánta razón tenías sobre eso.




































Arón Piper - MI MUNDO OPUESTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora