3: Naranja

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Cuando comenzaba a caer la tarde ya Jackson sabía lo que iba a suceder.

El sol aun golpeaba su rostro, casi de forma burlona, su calor disminuyendo a medida que pasaban los minutos y la tarde iba muriendo. Era caluroso, sí, pero a Jackson realmente no le importaba, estaba acostumbrado a las tardes calurosas.

Y más aún cuando cada tarde entrañaba en sí la promesa de un nuevo encuentro.

Sonrió al escoger los melocotones más grandes y maduros. Los apartó cuidadosamente de los demás. El olor fresco y delicioso de las frutas jugando con su nariz junto al de todas las demás. Su pequeño quiosco, propiedad de su familia, era como su pequeño santuario, su fortaleza. Le gustaba bastante pasar sus días allí, casi escondido entre las cajas de maderas y las frutas maduras y olorosas.

A Jackson no le molestaba vivir en un pueblo pequeño, ni trabajar vendiendo frutas. Era su vida y era alegre y cálida. Cada cliente era un amigo, cercano y jovial. Cada día, si bien rutinario, era agradable. La vida en aquel pueblo era así. Todos querían a Jackson y su sonrisa brillante como los melocotones maduros.

Solo había algo en aquel pequeño pueblo que se salía de lo normal y rutinario, algo que no encajaba, inverosímil y ajeno.

Y ése era el algo que Jackson esperaba todas las tardes.

El puesto de Jackson estaba cerca de la entrada del pueblo. Desde allí, tenía una vista privilegiada de la carretera hasta que ésta se perdía en los verdes arrozales. Y justo a esa hora, cuando las nubes empezaban a teñirse de un tono distinto, podía ver el polvo levantarse a lo lejos, demasiado veloz para ser otro de los viejos y ruidoso tractores de la zona.

Todos conocían aquel auto deportivo, oscuro y sobrio, que regresaba cada tarde. A todos les parecía que no encajaba en aquel lugar, que el polvo en su brillante carrocería no debía estar allí. Pero Jackson sonreía cada vez que lo veía. Se emocionaba y trataba de que no fuera tan obvio el hecho de que tenía los mejores melocotones guardados solo para él.

Para Jinyoung.

Como cada tarde, el auto se detuvo frente al pequeño puesto de frutas. La puerta se abrió y Jackson fingió desinterés mientras ponía las cosas en orden, cajas aquí, cajas allá, cestas apiladas y frutas guardadas en el interior de la pequeña tienda.

-Hola.

La voz melodiosa pero seca era una que hacía a Jackson revolotear en su interior cada vez que la oía. Se irguió, viéndolo con fingida sorpresa por encima del mostrador.

-¡Hola, Jinnie! -Un saludo alegre, cargado del brillo de la tarde, era su especialidad. Jinyoung sonrió, notables sus pequeñas arruguitas por debajo de las gafas oscuras. Rodeó su auto y Jackson lo observó mientras se subía las magas de la camisa blanca, descomponiendo su perfecta imagen, volviéndose más real, como si fuera un poco menos ese hombre perfecto que solía verse-. Ya está haciendo un poco de calor.

-Bastante. -Jinyoung contestó, acercándose.- ¿He llegado tarde de nuevo? -Jackson tomó su teléfono para ver la hora, como si no la hubiera mirado unas treinta veces ya.

-Ya casi voy a cerrar, pero puedo venderte lo de siempre. ¿Es lo que ibas a pedir?

-Sí. -Jinyoung se retiró las gafas y mantuvo su sonrisa-. Tus melocotones son los mejores, Sseun-ah.

Jackson asintió con orgullo y se dio la vuelta, tomando una bolsa de plástico y echando allí los melocotones que “casualmente” estaban en el tope de la pequeña pila que sobresalía de una de las cajas.

-Aquí tienes. -Le extendió la bolsa a Jinyoung y tomó los billetes que este le ofreció a cambio.

-Gracias. -dijo, mirando el interior de la bolsa, complacido-. Me encanta el olor.
-Son los mejores que vas a encontrar en todo esto.

-Eso lo sé. -Jinyoung acomodó la bolsa en uno de su antebrazos, a la vez que miraba momentáneamente a lo lejos, la luz del sol aun presente e irritante, haciéndolo bajar sus gafas de vuelta a su rostro, su cabello desarreglándose en el proceso-. ¿Hoy también vendrás?

La pregunta fue lanzada al aire, su mirada aun perdida en las montañas lejanas, en el tinte naranja que comenzaba a surgir en el firmamento.

-Si quieres que vaya… - Jackson apretó sus dedos, pequeños puños ansiosos encima de su  delantal, imperceptibles para Jinyoung, quien aún miraba a lo lejos.

-No lo diría si no lo quisiera, Jackson.

-Está bien… déjame cerrar.





Y ése era un juego que ya venía repitiéndose cada tarde. Jackson seguía fingiendo un poco de desinterés y Jinyoung, por su parte, un poco de normalidad. Aun si el tiempo ya había pasado, y ya eran, del otro, mucho más que conocidos. Era divertido así, interesante y tranquilo. Como a ambos le gustaba.

Jackson amaba la sobriedad de Jinyoung. Su voz serena y sus modales tranquilos. Amaba su calidez, esa que se escondía en su forma de ser, su inteligencia y su tacto suave. Amaba que lo tocara con aprecio, disfrutando su piel como si fuera deliciosa. Tan agradable y reconfortante.

Y Jinyoung amaba el optimismo de Jackson, su olor a frutas, a melocotones frescos. Amaba su cabello suave y el brillo de sus ojos. Amaba sus dedos de agricultor, llenos de pequeñas cicatrices de cortes hechos con hojas y madera. Amaba su voz áspera y suave a la vez, su sonrisa tibia como el atardecer. Lo amaba a él. Y a todo lo que tenía que ver con él.

Ya el sol moría. Su luz no dolía y solo las nubes se dejaban bañar en el resplandor anaranjado del atardecer. Jinyoung sostenía a Jackson contra su pecho, podía sentir su piel en la suya y su cabello jugueteando en su mentón. Jackson solo reposaba, demasiado cómodo como para merecer moverse. Ambos perdidos en el silencio de la confianza mutua, ambos mirando el atardecer, llenos del penetrante olor de los melocotones mordisqueados sobre la mesa auxiliar, de las abundantes gotas de su jugo derramadas en las sábanas.

Pero además de eso, Jinyoung miraba su propia muñeca de hito en hito. La miraba mientras su mano se hundía en los castaños cabellos de Jackson. Le gustaba ver, allí, junto a su caro reloj Cartier, aquel brazalete hecho a mano con hilos naranja de distintos tonos, un pequeño dije en forma de melocotón enredado entre las hebras, como un minúsculo detalle brillante en aquel minúsculo océano anaranjado.

No hacía ni dos horas que el mismo Jackson lo había atado en su muñeca. Lo había hecho con aquella sonrisa eterna que tenía siempre que estaban juntos. Le había dicho que quería ser recordado en cada minuto, quería ser lo naranja que Jinyoung siempre tuviera presente. Quería estar allí, en su muñeca, como si una parte suya lo acompañara siempre.

Y Jinyoung recordaba eso ahora y se sentía cálido. El atardecer le parecía más hermoso que nunca.

Como si todo brillara en ese pequeño paraíso anaranjado.

















Corrección: mili_ngu

Este capítulo se me hizo bonito...

Jackson's Week [Rainbow Colors]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora