Los Lirios de la Muerte

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El viento era suave como seda y a su vez frío, a pesar de ser temporada de otoño. Los lirios brotan para esparcir su dulce aroma. Toda esta vista deleita mi ser, haciéndome recordar a aquella tierna figura angelical cuyos ojos radiante de alegría y sus pasos inundaban el vacío de mi hogar. Sus rizos castaños rodiados de una frondosa tiara de lirios que realzan su piel blanca cual nieve y sus cálidas manitas al rozar mi barba dejando su estela de caricias plasmadas, las cuales suelo sentir al sentarme en el sillón cuando leo el periódico; el que leo y releo constantemente para asegurarme la tranquilidad.

Pero, sin embargo, hoy hacen un año y siete meses que no tengo respuestas de mi pequeña niña.

No puedo dejar de sentir este remordimiento y la culpa, si no la hubiese dejado ir a ese campamento ella jamás hubiera desaparecido. Me es imposible ser optimista cuando no hay ni señales de mi pequeña, mientras que lo único que encontraron de ella fue un mechón de sus preciosos rizos cerca de los cadáveres de niños que se encontraban cerca de una siembra de lirios, gracias a que se volcaron en un peñasco que culminó incendiado.

Desde entonces, mi esposa no para de llamarla y ya hasta me hace creer que mi pequeña realmente está en la casa, ella la ve, la siente, y hasta le canta... Y no se si ella a enloquecido o, si soy yo, el que a perdido la cabeza, siendo yo, el que cree que ella no está en casa.

Esta tarde de otoño he salido en su búsqueda, pero, mi esposa Helen me ha pedido que vuelva a casa para hablar seriamente conmigo, dejé sobre su sepultura un ramo de lirios y proseguí en marcha a mi casa para la platica con mi esposa.

- William, querido...- habla ahogada en llanto.

-¿Qué es, lo que sucede Helen?.

-Me he dado cuenta de que Sophia no está- intenta decir, aunque el nudo en la garganta y el llanto no se lo dejan fácil- Ella no esta aquí... Todo este tiempo, estuve interactuando con la nada- siguió dejándome perplejo- Y tu solo me seguías la corriente... ¿Por qué finjas que estaba aquí?

-No lo sé- respondí francamente- tal vez quería creer por un momento que nada de esto pasó-continué sintiendo un dolor aflorar en el pecho- Que aún nuestra pequeña estuviera aquí con nosotros. Sólo quería revivirla- dejé salir algunas lágrimas ya sin poder contener el nudo en la garganta- De jugar con ella...- susurré reventando en llanto, abrazando a mi esposa.

- Wiliam, ¿qué haremos? Y-yo amo a mi hija ¡Amo a nuestra niña, la amo con todo mi ser!- exclamó ella también con la voz rota.

- Hay que dejarla ir- sentencié- Poco a poco- acepté, aunque aquellas palabras me hayan dolido inmensamente- Si es que ha fallecido.

-Voy a intentarlo, pero tu debes ayudarme a discernir la ilusión de la realidad- dijo decidida y pude apreciar un deje de brillo en sus ojos- y si tu te confundes yo te ayudaré. Trabajaremos juntos, la seguiremos buscando hasta que aparezca viva o muerta.

-Siempre te ayudaré, Helen, eres mi esposa- le susurré a la vez que la abrazaba- Eres mi responsabilidad- acaricié su cabello- Te amo, sin ti me sentirá aún mas vacío- Helen correspondió mi abrazo con la misma fuerza.

*

Aquella plática había sido gratificante, y de algún modo nos sentíamos un poco mejor a pesar de todo, por lo que decidimos preparar la cena, algo especial, hacia meses que no teníamos un momento intimo desde la desaparición de Sophia y sentimos que este sería el momento apropiado para intentar enmendar las cosas.

La mesa estaba preparada a la luz de las velas, el salmón tenía en su aspecto un tono dorado y su gusto ácido por el limón era como tener una fiesta en el paladar, Helen y yo compartíamos una amena charla y reíamos como no lo habíamos hecho desde hace mas de año y medio, cuando a mitad de una anécdota las velas se apagan. De un segundo a otro mi esposa saltó bruscamente sobre su asiento, con los ojos abiertos tanto como sus párpados lo permiten, las pupilas dilatadas y el rostro pálido ella grita:

-¡Wiliam! Me tocaron... Me tocaron la pierna.-

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