Kagami pretendía seguir ignorando de vez en cuando las miradas furtivas que recibía en la oficina, después de todo, en algún momento lo dejarían en el olvido y los cuchicheos acabarían.
Y aunque estuviera desarrollando su papel dentro de la empresa con eficacia, a veces se perdía en sí mismo pensando en lo que había investigado durante los últimos tres días. El malestar en su pecho insistiendo en que debía buscar más información sobre la familia Akashi no lo dejó dormir en ese periodo y es que el pelirrojo estaba sumamente confundido, él no lo conoció en persona; ni siquiera lo había visto en las revistas de divulgación que a veces compraba por puro ocio.
Había intentado buscar en las redes sociales el nombre del fallecido, pero sólo encontró un perfil en Facebook sin ninguna foto. Tal vez eso no fue lo que le extrañó durante su pequeña investigación, sino la única publicación que había en el muro de Akashi.
Sólo eran dos palabras. Ni siquiera lo suficiente para saber algo, tan vacío pero al mismo tiempo interesante. El chico había posteado dos palabras un día antes de que Kagami viajara de regreso a Estados Unidos.
Ya mañana.
¿Mañana qué? ¿Qué fue lo que sucedió el día siguiente a eso?
—Tu frente se romperá si sigues arrugándola de esa forma, Kagami—Kise apareció con su alegre voz y un termo de, probablemente café.
El pelirrojo suspiró y su semblante se relajó. Debe calmarse, sino cualquiera diría que está a punto de cometer suicidio por el rostro tan preocupado que siempre carga ahora.
¡Se suponía que esto del trabajo sería genial!
Ahora parece que sólo se preocupaba por un chico que ya ni siquiera está en el mundo de los vivos.
—¿Qué haces aquí, Kise?—Kagami empezó a teclear de nuevo con rapidez, casi ignorando que su rubio compañero estuviera ahí.
Él se encongió de hombros y jaló su silla de ruedas para sentarse al lado de Taiga, quien empezó a manifestar un tic en su ceja izquierda. El tipo era tan meloso que lo asfixiaba.
—Uhmm—lo dice tan despreocupadamente—, ¿cómo vas con el trabajo, no te ha molestado la plataforma? Es un asco algunas veces.
—Está yendo bien, pero tú no has respondido mi pregunta. ¿Acaso no tienes trabajo que hacer?—la voz de Kagami expresaba molestia, aún así, Kise parecía ser inmune a tal sentimiento.
Después de todo, había compartido bastante con Kuroko Tetsuya, así que, hacer de menos la indiferencia y los tratos negativos era un don que había adquirido a lo largo del tiempo.
—Kagamicchi, por si no lo habías notado, estamos en el descanso—dijo, sorbiendo del termo entre plateado y amarillo.
Taiga casi se atraganta con su propia saliva. Dirige toda su atención al brillante rostro de Ryota y frunce de inmediato la frente. Dios, es probablemente la primera vez que le irritaba tanto el rostro del rubio. El chico parecía haber dormido de maravilla; su piel brillaba, sus labios no parecían a punto de quebrarse y no tenía ni una señal de tener ojeras.
Y luego estaba él, que no había descansado lo suficiente como para no irritarse por cualquier cosa. Las ojeras marcadas bajo sus ojos lo hacían ver más intimidante de lo normal y podía jurar que ni durmiendo más de ochos horas diarias se le quitarían tan fácilmente.
—Estabas tan distraído que ni siquiera notaste cuando le prometiste a Kurokocchi quedarte en su lugar haciendo trabajo—Kise bebe más de ese líquido de dudosa procedencia.
—¿De qué hablas? No he hecho semejante estupidez.
El rubio hizo un puchero y señaló con un asentimiento hacia una montaña de periódicos viejos—. Sí... yo no diría eso.
Kagami suspiró.
Idiota, idiota, idiota.
Se repetía una y otra vez.
—¿Qué se supone que debo hacer?—Kagami expresó su resignación mientras tomaba uno de los tantos periódicos.
—Sólo debes archivarlos; ya sabes... como en una biblioteca, pero virtual.
Eran pasadas de las dos de la madrugada, Kagami perdió la cuenta de los bostezos que había lanzado, así como también de las tazas de café que se sirvió durante la velada.
Lo único que pudo escuchar —aparte de su respiración, de las teclas del computador y los continuos molestos clicks del mouse—, eran esas gotas que caían una detrás de la otra en el baño que estaba a un lado de él.
Estaba tan cansado que sus párpados se movían involuntariamente para cerrarse, cabeceaba de vez en cuando y despertaba asustado temiendo no finalizar antes del amanecer.
El café en su sangre estaba perdiendo el efecto de mantenerlo despierto por más tiempo.
Hasta que un estruendo lo sobresaltó y lo despertó por completo.
—¿Qué demonios?—susurró al levantarse de su silla, la cual sentía tan dura como una piedra que cuando se levantó, su trasero sintió tanto alivio por la libertad.
Se dirigió al origen del ruido ensordecedor, su mirada bajó hasta encontrarse con un portalápices y todo el contenido desparramado en el suelo. Suspiró con pesadez y lo recogió para regresarlo a su lugar. Kagami ni intentó siquiera buscar una explicación lógica a la caída del objeto de metal, es más, estaba demasiado agotado como para asustarse y pensar que había sido obra y gracia de un fantasma con asuntos pendientes.
Pero tal desinterés se esfumó cuando se giró; una escalofriante silueta lo miraba de frente, la única iluminación era su computadora ¡que no hacía gran cosa, pues estaba a contra luz!
—Estoy tan jodidamente cansado que ahora imagino cosas—la risa nerviosa del pelirrojo hizo eco en la oficina del departamento de redacción.
Aún después de pestañear un par de veces y de frotarse los ojos con el dorso de las manos, el temible y pequeño cuerpo seguía ahí. Sin moverse.
Kagami empezaba a ponerse inquieto, podía sentir el escalofrío recorre su cuerpo de pies a cabeza.
—Debo dejar el café—Taiga susurró con temor.
—No es el café, Kagami Taiga.
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Tic Tac
FanfictionKagami Taiga es el nuevo periodista de la cadena más importante en Estados Unidos. Esa noche pensó que estaba solo; con sueño, agotado y con la cafeína en su sangre, jamás imaginó que el fantasma de un chico pelirrojo sería la razón del porqué aún s...