Ocho y media. Kagami y Kise iban en un silencio neutral dentro del Ford.
El rubio estaba concentrado en ver a través de las ventanas polarizadas el paisaje nocturno y brillante de la Ciudad de Nueva York, en como las gotas de la lluvia no tan moderada se deslizaban sobre esta y como el sonido de los autos contaminaba el ambiente haciéndolo tan molesto y al mismo tiempo familiar.
Mientras tanto, el pelirrojo trataba de estar cien por ciento ocupado en no provocar un accidente automovilístico, ya estaba lo suficientemente pensativo y disgustado consigo mismo como para hacerlo peor. Estaba seguro que había hecho el ridículo frente a todo el personal del departamento; se estaba cuestionando seriamente por qué Ryota estaba en el lado del copiloto con total relajación, como si no hubiera pasado nada.
Incluso evitó hablar del tema de la familia Akashi y sus secretos; será mejor que lo dejé para después.
Las manos de Kagami se tensaron sobre el timón; se le hacía sumamente difícil olvidar los susurros llenos de aflicción pidiendo por su ayuda, la oscuridad asfixiante que lo hundía y que lo obligaba a quedarse inmóvil, el terror y la adrenalina corriendo por su sangre. Y la agonía de sus pulmones pidiendo respirar, no había tenido un ataque en tanto tiempo que había olvidado cómo tranquilizarse.
Quería correr y esconderse.
—Kagamicchi—el rubio lo regresó al mundo real, pero el tono de voz que usó no era precisamente el alborotado de antes.
El nombrado murmuró una pequeña queja como signo de que estaba prestando atención.
—Tus manos—puntualizó—, pueden lastimarse si sigues presionando así.
El tez bronceada bajó su mirada hacia sus manos; relajándolas inmediatamente para hacer el intento de calmarse—. No me di cuenta—excusó.
Kagami se recriminó. Había dejado atrás a sus padres y a su casa para convertirse en un adulto. No podía creer que estaba sucediéndole de nuevo.
Su acompañante le miró de reojo y con una mueca empática le dió un par de palmadas en el brazo—. No te preocupes—le dijo en un tono cantarín y animado queriendo hacer sentir más tranquilo a su nuevo colega; siendo de nuevo el Kise que conoció—, mañana nadie recordará lo que pasó.
Y suspiró, suspiró porque de verdad necesitaba escuchar palabras que consolaran su deprimente mente y a su cansado cuerpo; puede que Kise a veces sea una persona irritante, que haga que la vena de su frente salte, que sus gritos hagan gritar a su sentido auditivo... Pero era el amigo que necesitaba en ese momento, aunque no creía eso de que mañana nadie recordaría su extraño y ridículo comportamiento.
—Gracias, supongo.
—Kagamicchi es tan frío como él.
La ceja de Taiga se elevó curiosa—. ¿Él? ¿Quién es él?
—Akashi Seijuro, el encargado principal de nuestro departamento, bueno... el que era nuestro encargado; la mayoría tenía miedo de acercarse a él por su exigencias, sus relaciones interpersonales no eran muy buenas y parecía no llevarse muy bien con su madrastra.
—Alguien que se tomaba muy en serio su trabajo—dijo Kagami.
Alguien que estaba completamente solo, pensó.
—Era lo único que tenía, Kagamicchi.
El silencio reapareció y Kagami Taiga quería saber más. El golpeteo de de sus palpitaciones llegó hasta sus oídos por el nerviosismo y probablemente la vergüenza de preguntar.
—Piensas que sigue vivo, ¿cierto?—el pelirrojo lanzó al aire la interrogante manteniendo la vista siempre al frente, haciendo que el blancuzco y rubio muchacho sonriera ladino.
—La verdad siempre sale a luz. No importa cuándo, en algún momento sabremos lo que ocurrió; ¡Aquí es, gracias por traerme!—Kise exclamó cuando pararon frente a un edificio enorme conocido por sus lujosos apartamentos.
—Kise—pronunció antes de que el rubio abriese la puerta, el cual se giró con curiosidad.
—¿Qué pasaría si eso nunca llega a ocurrir?
—¿De qué hablas?
—Dices que la verdad siempre sale a luz, pero y qué tal si la distorsionan, lo tapan o si simplemente se olvidan de eso.
Kise salió y poco después se acercó a la ventanilla—. Kagamicchi, nunca es tarde para saber la verdad.
[...]
Taiga regresó a su hogar con el ceño fruncido y con unas tremendas ganas de dormir.
¡Vaya primer día!
Realmente no estaba preparado para eso. El creyó que todo se limitaría a una cantidad exorbitante de trabajo, comida estúpidamente horrible y horarios tan apretados que el sólo hecho de considerar salir a divertirse se le hacía totalmente imposible.
Pero ahí estaba; con el saco a los pies de su cama, la corbata mal puesta y la camisa de fuera. En la penumbra de su habitación pensando seriamente si había sido correcto escapar de Japón y mudarse a la segunda ciudad de Estados Unidos.
Llegó a pensar en que su vida se había vuelto patética.
Gastó su adolescencia y juventud en concentrarse en sus estudios y no es que esté mal, ¿pero de verdad quería eso para él?
¿Y por qué de pronto esos pensamientos colisionaban en su contra?
Es probable que toda esa basura de Akashi Seijuro le tenga con los pelos de punta.
Taiga se volvió ágil y fue a buscar su laptop, una taza de café y la caja de su cereal favorito. No iba a dormir hasta saber todo lo concerniente de los Akashi, la empresa y ese misterioso mensaje que había recibido.
En lo más profundo de todos sus problemas, lo principal era esa curiosidad insaciable de entender algo que no estaba dentro de sus obligaciones y deberes como empleado.
Sobre todo porque su miedo de la infancia había regresado para atormentar su estabilidad mental.

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Tic Tac
FanfictionKagami Taiga es el nuevo periodista de la cadena más importante en Estados Unidos. Esa noche pensó que estaba solo; con sueño, agotado y con la cafeína en su sangre, jamás imaginó que el fantasma de un chico pelirrojo sería la razón del porqué aún s...