CORONAVIRUS, PORNO Y NEUROSIS

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Mantenernos en casa con la excusa de una pandemia para encerrarnos con el objetivo «accidental» de consumir porno y desconectarnos de la vida. Eso es lo que de alguna manera busca la pornografía industrial. Por eso regala suscripciones a sus canales en épocas de pandemia. El problema del coronavirus fue creado, precisamente, por el porno mismo como industria, sencillamente porque el problema fue creado por la neurosis. La neurosis surge por el hecho de no tener contacto sexual libre y real sino clandestino, solapado y secreto, con doble moral, bajo máscaras, disimulos y secretismos, por debajo de la mesa, eso es neurosis. Esa neurosis ocasiona un malestar en la sociedad que se refleja en una compulsión hacia el trabajo excesivo, la explotación exagerada de la naturaleza y el apetito de consumo exagerado. Todo para buscar inconscientemente un consuelo o escape a la insatisfacción o frustración sexual. Eso es la gran neurosis social.

Esa neurosis nos empujó a un desencuentro con la naturaleza. Por culpa de nuestra compulsividad neurótica nos internamos como locos, en un afán, dicho sea de nuevo: neurótico, de crecimiento económico y «progreso» dentro de una región de la naturaleza que no teníamos porqué invadir, y allí sacamos de su cofre a un organismo un tanto amenazador llamado coronavirus que se veía gestando en las hambrunas comunistas de China de los años sesenta. Esto no habría sucedido si fuéramos sexualmente plenos, con eso no nos nacería el deseo de andar explotando compulsivamente el medio ambiente. Es decir: viviríamos en paz con el medio ambiente de no ser neuróticos. El progreso es neurosis amable lectora y benévolo lector. Por su parte, el porno crea la neurosis porque no le permite a la gente ser feliz y plena sexualmente ya que impide consumar el contacto sexual directo, pues, hace del sexo una proyección mental, una cosa enmascarada y secreta que sólo beneficia a un puñado de quince mil modelos porno. El porno hace del contacto sexual algo imaginario, lo evade, y lo vuelve a evadir, ofreciendo sexo artificial. Eso produce y aumenta la neurosis de la sociedad. Es una idea clara, definida y sencilla.

Eventualmente el proyecto «futurista» del porno como industria para la raza humana apoyado por declaraciones dadas a la prensa por —entes— como Valentina Nappi podría ser sedar a los seres humanos por medio de videojuegos pornográficos tipo webcam insertados por cables conectados a sus cerebros: en un gran fumadero de opio porno. Un mundo donde todos le tendrán miedo a salir de sus casas-cárceles, un mundo en el cual tendrán que vivir encerrados a causa del miedo de un virus que está en el aire. Un mundo donde muchos se desconectarán de la realidad en un porno-sueño eterno. Los únicos privilegiados que tendrán sexo real, protegido y de calidad, como ya está empezando a suceder, serán los modelos porno elegidos de la población. Para los demás el sexo será algo de otro mundo, el mundo de los videos. Esa es la agenda, ese es, en cierto modo, el plan para el futuro que planea, en cierto sentido, llevar a la realidad la industria porno. Por eso la pornografía industrial es criminal e imperdonable y debeos reemplazarla por la profesionalización de la prostitución, en carne y hueso, como institución social estable. El objetivo real del porno es que dejemos de ser humanos de alguna manera, que nos desconectemos sexualmente los unos de otros para aislarnos en un universo neurótico del sexo industrial, en un «pajazo mental», y en algunas ocasiones lo está logrando.

El porno se trata de control político y dominio de masas, y le debemos la mitad de la causa de la epidemia del virus corona, y de el que se está gestando para el futuro. Quizás debamos resistirnos contra ese futuro de miedo, aislamiento y neurosis sexual.

LA FILOSOFÍA DEL CORONAVIRUSWhere stories live. Discover now