Kang Minhee, el niño más tierno y bonito que conocí. Pasaron meses sin verlos en los que encontré su Twitter, al parecer el "acoso" no era más que una tierna ilusión juvenil donde nunca planeó hacerme daño.
Sin embargo, estaba aquí, al otro lado de la sala de espera, a punto de subirse a un avión solo por no decir que se equivocó.
Tenía ganas de reírme e ir con él a cuidarlo. Pero esperaría el momento adecuado, no quería asustarlo sin ver hasta dónde era capaz de llegar.
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Sabía que el amor aún no aplicaba pero, no me molestaría gustar de un bobo que subía hilos a Twitter sobre un "visco". Un bobo que pensaba que mirar directamente a su cámara a ver si se sentía descubierto era mas bien ser visco.
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Mi asiento estaba lejos de quién viajaba sin equipaje. El avión estaba casi vacío por la hora. Así que, muriendo de intriga por ver su reacción, me senté a su lado, colocando una chaquetita sobre sus piernas porque haría frío
—No quieres congelarte, Minhee.
Murmuré, soltando una risa al verlo palidecer y posteriormente volverse una fresa llena de pequitas, dulce.
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