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Alt Empordá, Cataluña, España. 1173.

Los pueblerinos observaban, entre horrorizados y emocionados, a esa desconocida y anciana monja que había derrotado, finalmente, a ese Conde, chupador de sangre, revivido de la muerte para atormentarlos. Esta conmoción no duro mucho al darse cuenta que esa valiente monja yacía tirada en el suelo con sus últimas palabras en la punta de la lengua, pero sin nadie digno en ese momento de escucharlas.

Ahí se encontraba el cuerpo de la anciana monja, postrado en el suelo, sin una pizca de vida que lo recorra.

Los habitantes del pueblo no tardaron en avisar la muerte de la monja a sus pocos familiares. Niklaus, su esposo, y su hijo Elaia, entristecidos por la pérdida, nunca imaginaron lo que venía con su muerte.

Un pequeño bebe en su puerta con una carta a su lado los tomó por sorpresa.

Elaia cargaba al niño que, aunque tuviera pocos meses de vida, tenía aspecto misterioso y espeluznante, como si hubiera nacido para la maldad; Niklaus tomó la carta en sus manos mientras veía atentamente hacia ambos lados buscando al remitente, al no encontrarlo se adentró a su hogar mientras cerraba la puerta detrás de sí y fijaba su mirada directamente en la carta que tenía en sus manos para luego dedicarse a leerla.

"Niklaus Berenguer:
Lamentamos la pérdida de su esposa y también lamentamos el repentino desconcierto debido a este niño.
El Conde Estruch ha engendrado a este niño en mi hija y, a diferencia de las otras jóvenes, ella ha dado a luz al niño para luego llevarla a la muerte.
El niño no ha mostrado un carácter malvado en su tiempo de vida pero creemos, mi familia y yo, que la maldad llegará pronto al niño y será igual o peor que su progenitor.
Queríamos pedirle que se deshaga de él, como hicieron con su padre para que la maldad no se siga propagando por las calles.
Sentimos no poder decir esto personalmente, deseábamos deshacernos del niño lo antes posible y saber que no nos aterrorizará.
Saludos...
Anastacia Xicoria"

Luego de leer la carta, Niklaus, impactado, comprendió todo a la perfección. Ese pequeño niño era el único hijo del Conde Estruch.

Asesinar al niño sería lo más seguro para los pueblerinos y para su propia familia; además era la venganza perfecta para la muerte de su esposa. Pero había algo en los ojos de ese niño que lo impedía, esa mirada oscura, atrapante, que aterroriza con solo dirigirle la mirada. Pero, en lo mas profundo, Niklaus notaba bondad y tenía la esperanza de que, si ese niño obtenía una buena enseñanza, la maldad no avanzaría.

El hijo de EstruchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora