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Historia. La ciencia que permite conocer el origen y el por qué de las cosas. También conocida como la ciencia que no me deja vivir en paz y tortura todos mis años.

Lo peor de esta clase es que crees que paso media hora cuando solo pasaron cinco minutos, es una hora interminable. Sí, esa es la palabra. Interminable.

Mientras Irina prestaba toda su atención a la profesora debido a que, contrario a mí, historia era su materia favorita, yo pasaba el momento más aburrido de mi vida.

Mi lápiz iba yendo de una de mis manos a la otra como símbolo de mi aburrimiento, me cansé de jugar con este asique me dediqué a mirar las ventanas y el gran patio de la universidad.

Escuché el ruido de la puerta abrirse y cerrarse segundo después, saqué mi atención del patio para ponerla en la persona que acababa de ingresar. Un chico alto, musculoso, con cabellera negra, tez blanca casi pálida y unos grandes, atrapantes y espeluznantes, pero a la vez excitantes, ojos negros. Tenía que admitirlo, ese chico era totalmente atractivo y no podía despegar mi mirada de él. Lo vi entrar y explicarle a la profesora su retraso para luego sentarse en uno de los asientos con un chico con cabello castaño y con contextura física parecida a la de él.

-Honey se te cae algo de la boca... parece baba- Dijo Irina susurrándome y burlándose de mi completa atención hacia al cautivante chico.

-Callate y seguí prestando atención que sino cómo pensas explicármelo después- Dije corriendo la mirada y dirigiéndosela a Irina.

-Claro... yo estudio y vos mirás chicos sexys. Así no es la vida, nena- Dijo sonriendo y volviendo a su posición normal para seguir prestando atención a la clase.

Cuando la tortura terminó, empezaba la clase que para mi sí valía la pena. La clase de arte.

Al llegar al salón de arte podías ver pinturas esparcidas, por todos lados, al igual que papeles , y a una chica entre los 26 años con una gran sonrisa en el rostro.

Ella fijó su mirada en cada uno de nosotros. Cuando posó su vista en mi, sonreí. Hay personas a las cuales no se les puede negar una sonrisa y ella era una de esas personas. Corrió hacia un lado su larga cabellera peliroja para luego comenzar a hablar.

-Bienvenidos alumnos a la clase de arte- Dijo dirigiéndonos a todos una cálida sonrisa- En esta primera clase ustedes van a poder desarrollar un trabajo sobre ustedes mismos. Pueden hacerlo como les paresca, lo que importa es que reflejen como son. Bueno, sin más preámbulos, comenzamos con la clase.

El ejercicio era bastante sencillo.

Al terminar mi trabajo me di cuenta de la rapidez con la que lo había hecho y, cansada, me recosté en la silla mirando a mis compañeros, algunos estaban concentrados en sus trabajos mientras que otros solo conversaban entre si. Excepto uno. El chico de la clase de historia me miraba fijamente. Jamás había estado tan nerviosa.

Para no parecer tan nerviosa miré su dibujo pero solo conseguí inquietarme más. Su dibujo era un pequeño círculo negro en medio de la hoja blanca.

¿Qué quería decir con eso?

-¿Un círculo negro en un fondo blanco te identifica?- Las palabras me habían salido sin pensar, volví a avergonzarme.

-Te aseguro que si- Dijo con una sonrisa arrogante en el rostro- Y... ¿Muchos colores juntos te identifican?.

-Te aseguro que si- Imitando su forma de contestar.

El sonrió aún más y no pude evitar sonreir. Él era otra de esas personas a las que no se les puede negar una sonrisa.

El hijo de EstruchDonde viven las historias. Descúbrelo ahora