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Joel había insistido, pero el chico se negó mil veces.

No quería dormir, sólo quería llegar a arreglar sus asuntos y luego ya, talvez podría dormir, pero en la misma cama que su ojiverde.

Eso era lo único que deseaba en aquel momento.

Finalmente el rizado terminó aceptando, más que nada resignado, y se fue hacia la mansión con sus maletas, mientras el chico iba a casa de Erick.

Ese día, tomar un taxi fue mucho más difícil de lo común, y comenzaba a sentirse frustrado con cada minuto que avanzaba, viendo que cada coche estaba ocupado.

Caminó algunas cuadras, mirando hacia atrás mientras lo hacía para que no se le pasara alguno, y, finalmente, un pitido lo sacó de su esfera del mal humor.

Subió al taxi e indicando la dirección, comenzó a sonreír, mirando a la ventana.

Ya no importaba cuantas cosas dijera el chico, o la veces que se negara a hablar, e incluso no era importante las veces que tuviese que recibir aquella puerta en su cara.

Esta vez no se iba a ir.

Apenas llegó, pagó con algún billete y bajó rápidamente y, corriendo llegó hasta la puerta.

Ya que no le había dicho nada el conductor, supuso que no le había dado menos de lo que era.

Entonces golpeó la madera varias veces, entusiasmado, y pegó su frente ahí, al ver que no se abría.

—¡Erick, ábreme! —gritó, reprendiéndose porque quizá el chico estaría dormido, pero realmente era necesario, ya luego pediría disculpas— ¡Por favor, hablémos amor! ¡Lo logré, te amo!

Y así pasó algún rato más, sólo gritando y golpeando la puerta, mientras esperaba que le abriera.

Finalmente creyó que no quería abrirle o algo, así que simplemente se sentó sobre el suelo, recargándose sobre la madera y esperó, literalmente por algunas horas, aún cuando el sol comenzaba a salir y quemarlo.

Esperó.

Y Erick no llegó.

Cuando Joel había llegado a la mansión, entró directamente hacia las escaleras, para dejar sus maletas en la habitación.

—Joel... —escuchó la voz de su esposo antes de entrar y giró, viéndolo frente a la puerta de al lado, donde estaba su despacho— ¿vienes un momento?

Asintió sonriendo levemente, aunque el rostro del rubio parecía más que apagado.

—Ahorita voy, sólo dejo esto y ya está.

El otro aceptó, metiéndose al despacho y Joel se apuró a dejar las cosas, para ir con él, aunque realmente no quería, porque tenía mucho sueño.

Pero igual aprovechaba para hablar, y sincerarse el uno con el otro sobre qué era lo que buscaban de aquella relación, porque claramente, ninguno había dicho la verdad.

Y sí, quizá en algún momento llegaron a sentir aunque sea un poquito de amor, pero había sido lo mínimo, y era completamente insuficiente.

Caminó hacia el lugar y, al abrir, se encontró al rubio sentado en uno de los sofás de cuero, frente a otro hombre.

Su doctor particular.

—¿Qué pasa?

Preguntó confundido y Zabdiel se giró a mirarlo, palmeando a su lado un lugar.

—Ven, siéntate acá Joel —se acercó lentamente y terminó por sentarse donde se le había indicado, mientras el doctor le sonría de una forma extraña, quizá con pena, cuando estuvo acomodado, su esposo pasó un brazo por su cintura, con expresión preocupada, lo que le hizo sentirse igual—. Él doctor ha llamado en la noche, diciendo que traería él mismo los resultados porque tenía algo importante que decirnos.

Enséñame a amarte || Chrisdiel, Chriserick.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora