3.- Cosas inexplicables

29 3 1
                                    

Archivald Kendrik Eve Mackenzie

Pasada una media hora me dispuse a salir de la bañera, me seque y agarre mi ropa, me cambie simple ya que el viaje seria largo, cómodo para no sentirme muy cargado y por ultimo me puse las botas y me colgué a la cintura la espada, dispuesto a salir me acomode bien la espada cerciorándome que no se fuera a zafar de mi cuerpo, cuando la puerta se abrió, de ella salió mi amigo Thomas el cual era mi mano derecha me voltee y cuando me vio que ya estaba listo asintió y cerró la puerta, sabía que me estaría esperando afuera, así que me apresure a salir.

- ¡Hey! Thomas, le dije avanzando mientras pasaba sobre su costado.

-Mi Laird, exclamo con un tono de burla en su voz.

-Ya te he dicho mil veces que te refieras a mí por mi nombre, le dije de una manera muy exaltada la cual no pude controlar.

-No dormiste muy bien, verdad, replico de un modo más serio.

-La verdad es que no, le dije de manera muy resignada, ya sabía que me decía "MI LAIRD" solo para molestarme, era como una broma entre nosotros dos, pero esta mañana no me encontraba de humor para juegos, solo quería que la sensación de mi pecho cesara.

-Bueno, no hay tiempo para descansar esta misma tarde tenemos que llegar a casa, dijo de manera rápida y simple.

Yo solo asentí y seguimos nuestro camino hacia el comedor donde nos encontramos con mi gran amigo el Laird Andrew McCall, él ya se encontraba en la mesa, asintió para que nos sentáramos y nos comentó que solo nos estaba esperando para iniciar el desayuno el cual paso sin contratiempos, nos dispusimos a regresar a nuestras tierras, la visita solo había sido para hablar acerca de Alexander Blancpur el cual se había apoderado de una gran cantidad de tierras los meses anteriores, toda esa información traía algún que otro Laird preocupado por la situación, así que solo estábamos previniendo por si la situación avanzaba a mayor, pero al parecer no era de esa manera todo parecía calmado aunque el viejo Alexander fuera despreciable, no se metía con nosotros y de esa misma manera no le buscábamos problemas, era una manera muy simple de congeniar, pero estábamos listos para cualquier cosa que viniera, uno nunca sabe.

Con todo arreglado íbamos a emprender nuestro viaje y al salir del castillo solo pude admirar a mi amigo el gran Laird Andrew McCall y pensar en todo lo que se había convertido a pesar de los inconvenientes de su vida.

Con solo 15 años de edad tuvo que enfrentar la muerte de sus padres así que me encargue de estar vigilándole, se lo comente y no pareció molestarle al contrario le encantó la idea, pero ahora es diferente, el niño ya no era tal cría, sino un hombre, tendría que empezar a transmitirle mayor confianza de mi parte hacia él, pero no es que no confiara, la verdad temo que vaya a hacer algo tan atroz como las acciones de mi desalmado hermano y eso no podía ni imaginármelo y con la poca experiencia que su padre logro ilustrarle era más difícil el cómo ser Laird, era una pena, pero yo trataba de apoyarlo con lo que pudiera y debía admitirlo el joven Laird con 20 años ya cumplidos, parecía estar indicado por un buen camino, no me atrevería jamás a dejarlo a su suerte es como un verdadero hermano para mí, y nuestras madres eran muy amigas estoy seguro que eso es lo que hubieran querido, que le diera todas las herramientas que estuvieran en mi mano para que fuera un gran Laird.

Me despedí de mi amigo, le pedí que si sucedía algo fuera de lo común me avisara, que no habría problema, mandaría a mis soldados a protegerlo, no es que me necesitara mucho, pero la perdida de sus padres no le cayó en gracia, mucho menos cuando se quedó a cargo de todo lo que dejaron sus padres a ser el único heredero, el aún era joven tenía cosas que aprender y jamás se había enfrentado a la batalla no había sido necesario hasta el día de hoy en nuestras tierras reinaba la paz a pesar de no tener un rey de escocia desde que los reyes fueron asesinados.

De camino hacia la verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora