Prólogo 2

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La sed de sangre. Esa inquietud. Ese sentimiento...eso que sientes cuando estás a punto de morir. No es sólo un juego. Estamos peleándonos entre nosotros a muerte. Si tu HP llega a cero, no hay vuelta atrás, pues estarás muerto, y no habrá forma de detenerlo. No. Me equivoco... hay sólo una forma. Una forma para acabar con todo esto. La única manera es terminando el juego. Este maldito juego. Este juego del infierno.

No me acuerdo muy bien de los días que estuve metida allí. Mi memoria es pésima con respecto a eso. No quiero recordarlo. Sin embargo, ese día lo recuerdo muy bien. El día en que maté a dos personas. Fue como si hubiera sido ayer. Todos los integrantes del gremio se reunieron para poder vencer al enemigo: los sujetos del Ataúd Risueño.

Yo soy una jugadora solitaria, por lo tanto no debería estar allí. Sin embargo, allí estaba en medio de ellos. Si era una jugadora solitaria debería hacer las cosas por mi cuenta, pero derrotar a un jefe de piso yo sola no sería muy adecuado. Estoy entre las líneas delanteras del juego con los demás del gremio: Caballeros de Sangre. El mejor de este mundo. Sin embargo, tampoco tan fuerte como para pedir mi ayuda.
Varios jugadores ya estaban entrando a la habitación los restantes se preguntaban si debían entrar, pero obviamente tendrían que hacerlo.
-No mueras hoy-me dijo Gamo, el herrero.
-No pienso hacerlo--le contesté-. Es muy temprano para eso.
-¿Aún crees que puedes liberarnos?
-Sabes lo que pienso al respecto. A parte de eso terminar el juego se pone más difícil cada día. Los algoritmos de los monstruos se están volviendo cada vez más extraños desde que pasamos el piso 70.
-Tienes razón. Espero que no sea un problema.
-Lo es-susurré.
-¿Qué?
-Nada.
Tal vez los demás no se hayan dado cuenta, pero que los monstruos cambien sin que su creador esté aquí es algo inusual. Los monstruos sólo pueden configurarse cuando el creador se encuentra aquí. Y obviamente eso es imposible, ya que no hay manera de que el creador haya entrado desde la mitad del juego. A menos que...

Decidí ya entrar a la habitación. Fui la última en entrar, no me gusta llamar demasiado la atención. Aunque ser una jugadora solitaria que viste sólo negro ya lo hace llamativo.
La habitación no tenía paredes, era solo una piedra flotante como piso. También habían pequeñas piedras similares a los lados, como formando una especie de U. Cuando todos entraron a la habitación las puertas se cerraron de golpe, como si ella también fuera nuestra enemiga, impidiendo que salgamos. Todo era un gran silencio. El espacio era oscuro, sin luz. No había rastro del enemigo, ni una señal. Nada. Sólo calma. Miré sólo moviendo los ojos, escuchaba, sentía. Algo andaba mal. Escuché un pequeño sonido en la parte de artiba de la habitación, levanté frenéticamente la mirada y...
- ¡¡¡...!!!
Mi espada rozó la suya, ambos en un intento por asesinarnos. Nos habían tendido una trampa. Ahora lo que era un mar de silencio se transformaba en un espacio de guerra. Se podían escuchar claramente los sonidos metálicos de las espadas al cruzar. Pero no solo eso, también se podían escuchar gritos, peleas, gruñidos. Y a la vez se podía sentir la muerte.
Aquel hombre delante mío, con una capa negra rota en la parte inferior, con un estoque en la mano y una capucha que cubría su rostro...era uno de los integrantes del gremio de asesinos del juego: Ataúd Risueño. Se caracterizaban por ser asesinos. No tenían piedad al momento de atacar. Eran unos imbéciles buscando sólo su propio bienestar, sin que les importara los demás.
La presión se sentía. El miedo, el terror, el suspenso. Todo eso se podía sentir en el campo de batalla. Mi oponente intentó cortarme en la mitad desde arriba, con un golpe diagonal derecho. Pero yo era más rápida. Desvié aquel estoque que dejó una línea de color azul oscuro en el aire para luego desaparecer poco a poco, diluyéndose el color. El oponente golpeó el suelo con el estoque, esperando que yo haya recibido el golpe. Al ver que había golpeado al vacío se desesperó y se volvió loco.
-¡Te mataré!-dijo-. ¡Te juro que lo haré!
Avanzó rápidamente hacia mí para nuevamente atacarme con su estoque a la mano. Alzó su arma lo más que pudo para esta vez no fracasar, pero fui más lista que él y puse mi espada en frente. Las espadas cruzaron provocando un sonido metálico en seco. Hizo fuerza, igual que yo. No podía permitir que un asesino siguiera con vida. No podía permitir que siga asesinando sin piedad. Todas esas personas que murieron por su culpa...eran inocentes. Sería muy injusto si no vengara sus muerte. Tenía que hacerlo por aquellos. Aquellos que perdieron su vida para que yo la tenga. Para dejarme vivir.
Apreté los dientes. Era hora de pelear en serio.
- ¡¡Aaaahhhhh!!
Grité y una vez que dejé de hacer fuerza con mi enemigo, apreté aún más los dientes para luego finalizar. Salté por encima de él, aterrizando en la parte de atrás de su espalda. Era el momento preciso. Alcé mi espada y mientras se movía de arriba a abajo el brillo en la espada apareció, dando a conocer que sería más potente el daño. Y por fin lo atravesé cortándolo por la mitad. Un centenar de figuras triangulares aparecieron en su lugar y deslizándose hacia arriba desaparecieron. Lo había matado.

* * * * *

Muchas personas murieron en aquella batalla. Otra vez por culpa de ellos. Otra vez.
Nunca me había sentido tan mal en mi vida. Dije que quería vengarme. Vengarme de aquellas personas que murieron sin razón alguna. Pero por otra parte, también me sentía culpable por haber asesinado a alguien. Y sólo me pregunté, ¿el hecho de que él haya asesinado a otras personas, significaba que yo tendría que hacerlo también? Luego me di cuenta de lo que había hecho. Yo solo estaba pensando de alguna forma inadecuada sobre ellos. Maté a una persona que también tenía familia, ya sea aquí o en la vida real. Maté a alguien que también tenía sentimientos, aunque no fuera muy notorio. Maté a un ser humano.

Después de la batalla todo estaba tranquilo otra vez. Me enteré que había un sujeto que seguía vivo, estaba acorralado entre cinco hombres. Y él no se rendía. Fui a ver que pasaba.
Luego sucumbió ante mi espada.
Elucitator. El nombre de mi querida espada. Una hoja de doble filo color negro con un metro de largo. Con una empuñadura también negra. Pesada.
Antes de que se retirara con dos miembros de Caballeros de Sangre, uno pasó a mi lado...preguntándome si quería saber su nombre.

-No necesito tu nombre. No volveré a verte nunca más. No lo necesito.

Luego se retiró, y todo quedó en silencio.

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