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El dulce ángel de mirada chocolate miraba a través de su ventana la noche estrellada, alguna gente aún deambulaba por las calles del lugar y las farolas ya empezaban a iluminar los caminos a los hogares de la gente. Mientras contemplaba la vista soltó un suspiro, jamás había salido del pueblo, y muy dentro suyo ansiaba hacerlo.

Quería explorar, divertirse, conocer nuevas personas.

No lo negaría, amaba a las personas del pueblo más que a nada, pero en lo más profundo de su corazón ansiaba irse y buscar a su sinfonía, aquella que estaba seguro no la encontraría ahí.

El único que sabía su deseo de irse era su hermano Ismael, ni siquiera se lo había comentado a su mejor amiga. Muy dentro suyo se odiaba por eso, pero también sabía que si se lo comentaba a Irina, ella se hubiese molestado mucho con él y no quería eso.

Soltó una suave risa al recordar la primera vez que Irina se enojó con él. Sucedió cuando ambos tenían diez años y él se había comido el último chocolate.

Santillana del Mar, 15 de marzo. ( casa de Raúl )

《 No debería. 》 pensó el pequeño castaño de manos regordetas mirando de reojo la última croqueta de oro sobre la encimera. Sabía que Irina se enojaría, pero no podía evitar babear ante la vista.

Sus manos se movían nerviosas y su pequeña nariz roja se movía olfateando  dulce aroma del dulce hecho por su hermano mayor.

La croqueta lo llamaba, era como un coro de ángeles invitándolo a tomar aquel pedazo de chocolate, una suave brisa entró por la ventana de la sala y para hacerlo aún más llamativo, el sol se elevó lo suficiente para que un rayo iluminará el platillo.

Raúl tragó con fuerza y se limpió un poco de baba que caía por un lado de su labio, sollozo bajito y con rapidez tomó el postre, engullendo lo con torpeza.

Sintió las lágrimas caer por sus mejillas mientras escuchaba los pasos de su amiga llegar a la cocina.

— ¿ Ral-Ral ? — lo había llamado por ese tonto e infantil apodo.

Raúl volteó con lentitud, dejando ver sus pequeñas manitas y boca manchados de chocolate, sus cachetes inflados rellenos de la croqueta.

Todo pareció quedarse en silencio, lo único que se escuchó fue el sonido del postre siendo finalmente tragado.

Fueron unos cuantos minutos en que los niños se quedaron mirando fijamente para que después Raúl saliera corriendo mientras que una pequeña Irina perseguía al de menor estatura.

*

Soltó una risa ante aquel recuerdo, aún se avergonzaba de haberse tropezado y caído en su huida, provocando que la rubia los atrapará y castigara. Siempre fue torpe.

Era algo que odiaba.

Pero tal vez otros amaban, después de todo, era el encanto del ángel.

Hace un tiempo había mandado una solicitud para una escuela en Madrid con ayuda de sus hermanos, su madre lo había aprobado siempre y cuando los fuera a visitar.

Estaba nervioso, pues no sabía si lo aceptaría. Anhelaba que lo hiciera, pues quería conocer nuevos lugares y experimentar como cualquier chico de su edad.

Y tal vez, en Madrid encontraría a su sinfonía. . .

Ante aquel pensamiento se sonrojo furiosamente, y entre chillidos escondió su carita en la almohada que tenía entre sus brazos.

Unos toques en su puerta lo sacaron de su ensoñación.

Por lo suave que tocaron, supuso que era su madre, pues desde su habitación podía escuchar los gritos de Ismael y las quejas de Daniel.

— Pasa.— permitió en un tono de voz alto, lo suficiente para que su madre lo escuchara.

La mujer de cabellos negros entró a la habitación del más pequeño. Soltó un suspiro y se cruzó de brazos, recostando levemente su cuerpo contra el marco de la puerta.

— ¡ Y no vuelvas si no quieres que te parta el rostro, gillipollas !

Y luego de eso, sonó la puerta siendo cerrada bruscamente. Raúl dio un brinquito ante el fuerte sonido, miró a su madre con curiosidad, cuestionando con la mirada lo que había sucedido abajo y porqué el grito de su hermano.

— Otro de tus tantos pretendientes vino a pedir tu mano. El pobre chico creyó que tu padre lo recibiría, fue bastante graciosa la cara que se le formó al ver que el tío que estaba en la puerta era Isma.— contó con una sonrisa divertida y entre risas la mayor, acercándose al pequeño tomatito rojo que era su hijo.

Se sentó junto a él, mirándolo con adoración y cariño. Pasó una de sus finas manos por la mejilla gordita de su hijo, sintiendo su corazón encogerse de ternura al sentir como el menor recargaba su rostro sobre su palma.

— Mi niño coqueto. . . — su voz fue suave, como la de alguien queriendo guardar un secreto. Su madre lo tomó  por las axilas y acomodó su cabeza sobre su pecho, abrazando  protectoramente a su retoño contra ella, tal y como hacía cuando Raúl llegaba llorando de la plaza de pequeño.— Isma me contó lo de la carta a la escuela de danza de Madrid que enviaste.

Todo pareció congelarse para Raúl, su respiración se volvió entrecortada y sus ojos se habían dilatado, tal y como la de un conejito asustado. Iba a negar todo, decirle que cancelaría la carta, iba a hacerlo hasta que escuchó la risa de su madre.

— Mírate, eres como un animalito asustado. Mi Raúl, mi pequeño niño, — tomó su rostro entre sus manos, haciendo que el menor la mirará al rostro— quiero que tengas muy en claro que aunque te niegues, iré a visitarte cada fin de semana, ¿ entiendes ? Y ni creas que tus hermanos no te visitarán todos los días con excusas tontas.

Raúl se sorprendió por un momento, luego empezó a reír, su risa se convirtió en adorables carcajadas, lo que provocó que su madre también se riera y llenara su rostro con dulces besos.

— Claro, claro. Mientras ustedes se ríen, yo tengo que contener a un calvo mastodonte para que no cometa asesinato en primer grado.

Ese había sido Daniel, que se encontraba hace rato viendo la escena desde la puerta, sus brazos estaban cruzados entre sí y su entrecejo estaba fruncido, fingiendo enojo. El cual no duró mucho pues él también se sumó a las risas.

— ¡ Raúl, amor ! Yo también quiero abrazos. — gritó Ismael, lanzándose sobre los demás, provocando que las carcajadas aumentaran.

Todo aquel transeúnte que pasara por la casa de los Álvarez sonreía al escuchar las estruendosa risas que soltaba la familia.

Raúl, entre los brazos de su familia, sonrió.

Pronto comenzaría su aventura.

Una que tal vez cambie su manera de ver la vida.

🐻┊SYMPH0NY ,, rubiusplay Donde viven las historias. Descúbrelo ahora